Vivar, cuna del Cid y del Cantar

La villa está a nueve kilómetros de la ciudad y guarda los viejos recuerdos del héroe castellano hilvanados a su historia y es el punto de partida de la Ruta del Destierro

Vivar, cuna del Cid y del Cantar Un monolito y una estatua del Cid recuerdan al héroe castellano. BC

«Con sus ojos muy grandemente llorando tornaba la cabeza y estábalos mirando: vio las puertas abiertas, los postigos sin candado, las perchas vacías sin pieles y sin mantos y sin halcones y sin azores mudados. Suspiró mío Cid triste y apesadumbrado. Habló mío Cid y dijo resignado: ¡Loor a ti, señor Padre, que estás en lo alto! Esto me han urdido mis enemigos malos».

La Legua Cero marca el inicio del Camino del Destierro. BC

La Legua Cero marca el inicio del Camino del Destierro. BC

A muy pocos kilómetros de la capital, Vivar del Cid espera con añoranza el regreso del héroe… pero no va a volver. Muerto en Valencia el Cid cabalga, pero nadie sabe hacia dónde. Esos primeros versos del Cantar revelan el futuro del que dicen fue héroe castellano. La tristeza se apoderaba de su corazón al abandonar la ciudad de Burgos, en La Glera, en la misma orilla izquierda del Arlanzón.

Alicante, Valencia, Castellón, Teruel, Guadalajara, Zaragoza, Soria y Burgos son provincias que han cosido su historia con el hilo conductor del único cantar de gesta de la literatura española.

La figura de Rodrigo Díaz, el Campeador, es el denominador común de una ruta, conocida como la del Destierro, que hilvana la meseta de Castilla con el Mediterráneo de Valencia con puntadas de hazañas y dolor por el desprecio de un señor a su vasallo, Rodrigo Díaz.

La visita a Vivar ha de empezar por el Molino del río Ubierna, Legua Cero del Camino, y al monasterio de las Clarisas, donde dice la historio que el concejo de Vivar depositó el manuscrito del Cantar.

Propiedad

El original del Cantar se guardó en el Archivo del Concejo de Vivar del Cid hasta el siglo XVI.
En 2007 se cumplieron los 800 años de la redacción del poema de gesta, literatura en estado puro, que se fundamenta en raíces históricas, pero en la que se entremezclan muchos aspectos novelados, ficticios, creados directamente por el autor o por la tradición oral.

Monasterio del Espino de monjas clarisas, en el centro del pueblo. BC

Monasterio del Espino de monjas clarisas, en el centro del pueblo. BC

Siempre custodiado en tierras burgalesas, Emilio Llaguno se lo llevó del cenobio para su estudio en 1779 para que lo publicase Tomás Antonio Sánchez. Pero cuando se terminó la edición nunca más regresó a Vivar. Pasó por las manos de los Pidal, la Fundación March y la Biblioteca Nacional. Antes lo estudiaron Vollmöller, Baist, Huntington y el propio Ramón Menéndez Pidal. Los orígenes del Cantar no están muy claros ya que sólo se conserva un texto escrito en el 1307 y no publicado hasta el siglo XVIII.

En cualquier caso y después de todos esos avatares, el cantar de gesta, que comparte honores con la ‘Chanson de Roland’ fue obra, algo que no genera duda para los eruditos, del Mester de Juglaría, una generación de artistas populares que se ganaron la vida cantando y escenificando sus creaciones propias o ajenas para divertir a un público que gustaba de oír las hazañas o gestas de sus héroes nacionales.