García: “El Códice Voynich es un premio a la calidad de la Editorial Siloé”

Juan José García afirma que la selección de la editorial para el proyecto es un reconocimiento a una trayectoria de 20 años

Gracias al Voynich el Cartulario de Valpuesta ha incrementado su repercusión y Siloé ha cobrado sentido para Burgos y Castilla y León

El promotor del Museo del Libro niega “pugnas” entre Valpuesta y San Millán e insiste en que el concepto “cuna del Castellano” es simbólico

García: “El Códice Voynich es un premio a la calidad de la Editorial Siloé” Juan José Garcia. GIT

Se encuentran inmersos en una vorágine, tanto profesional como mediática. Y no es para menos. La Editorial Siloé, promotora del Museo del Libro, se encarga del facsímil del Códice Voynich, un manuscrito medieval lleno de incógnitas del que, por no conocer, ni se conoce la lengua en la que está escrito. El proyecto es un reconocimiento al buen hacer empresarial de Juan José García y Pablo Molinero, impulsores de una editorial que acaba de cumplir 20 años de vida, cuenta con 14 premios nacionales, pero todavía no es profeta en su tierra. Sobre el Voynich, sobre el Cartulario de Valpuesta, sobre del Museo del Libro y sobre eso de ser profeta en Castilla y León hemos hablado con Juan José García en esta entrevista de BurgosConecta.

Me cuestiono, ¿qué se le puede preguntar a García que no le hayan preguntado ya? Desde el anuncio del Voynich, está siendo todo una locura, me imagino…

Y nunca mejor dicho. Hemos hecho un gran favor al mundo de la reproducción de libros antiguos. Verdaderamente, ahora es un sector que se conoce. Sigue siendo minoritario, culto, pero ya nos conoce todo el mundo.

¿Qué ha supuesto el encargo para la Editorial Siloé?

“El Códice Voynich es un libro del que se sabe mucho pero que, cuando lo quieres resumir, no sabes nada”

No es realmente un encargo. Hemos sido seleccionados entre todas las editoriales de facsímiles que, sabiendo que el Voynich era una meca, se habían ofrecido a hacer la copia. Durante estos últimos diez años, en los que calladitos intentábamos conseguir los derechos, hemos ido aprendiendo mucho sobre el códice. Al ser elegidos, hemos tenido que trabajar junto al libro original, tomando notas y casi aprendiéndolo de memoria. Y con la misma frustración que los que llevan años estudiándolo. Es un libro del que se sabe mucho pero, cuando lo quieres resumir, no sabes nada, porque como no puedes leerlo… El Códice Voynich lo tiene todo: antigüedad, belleza, belleza caligráfica, misterio, una historia alucinante de 600 años…

E, insisto, para Siloé ¿qué ha supuesto ser elegidos?

Es más que un premio, porque los 14 premios nacionales que nos han dado hasta ahora eran ediciones, a publicaciones. En cambio, este se puede considerar un premio a la calidad, y la calidad son los 20 años de Siloé.

¿Es el culmen de su trayectoria profesional? ¿Se puede llegar más alto?

Sí, por supuesto. La trayectoria es toda una vida. Acabamos de llegar de París y, en nuestros pocos ratos de asueto, Pablo (Molinero) y yo seguimos pensando en libros, y en cómo seguir trabajando. Qué bonito ha sido que a un título como el Códice Voynich, de tanta importancia mundial, se haya unido el Cartulario de Valpuesta. Tal vez, si no hubiera sido por el Voynich, el Cartulario no habría tenido tanta repercusión. Importancia la tiene, sin duda, puesto que recoge las primeras palabras del Castellano.

¿Cómo va el proyecto del Códice Voynich?

“Tal vez, si no hubiera sido por el Voynich, el Cartulario de Valpuesta no habría tenido tanta repercusión”

Va muy bien. Tendremos el primer ejemplar encuadernado para el final del verano. El que los ojos del mundo editorial del facsímil estén puestos en él, en nosotros, hace que hayamos extremado, si cabe, la calidad y el control. Además, el Códice Voynich es un libro de extrema dificultad, y no solo por su antigüedad. Hay libros antiguos que, al haber estado en manos de la nobleza, se han cuidado de forma rica. Sin embargo, un libro de documentos en un monasterio es un libro muy deteriorado, y extremadamente difícil de reproducir. Es el caso del Cartulario de Valpuesta. Y con el Voynich ocurre lo mismo, con la particularidad de que tiene los folios desplegables, dificilísimos de hacer; agujeros mezclados con cosidos. Creo que el Voynich es un libro que va a saber a verdaderamente antiguo.

Porque el trabajo que hacen es una copia exacta, exacta…

Ojo, eso lo dicen todos los editores, pero luego no es así (risas)

¿Por qué?

Se hace un facsímil y se dice que es una copia exacta, y es mentira. Estamos cansados de oír a clientes y responsables de instituciones frases como ‘qué pena que tal título no lo hayáis hecho vosotros’. Y este es el mayor piropo que nos pueden echar. En el trabajo de facsímil hay dos factores: el coste económico y la maestría. Aunque se invierta mucho se puede hacer un libro que no transmita. No todo es el dinero, el resultado final es lo que importa. Nosotros, en veinte años, no hemos tenido ni una devolución.

Reconocimiento nacional, internacional, los premios… ¿han conseguido ser profetas en su tierra?

“La trayectoria de Siloé ha cobrado sentido con el Voynich y Burgos y Castilla y León ya se han dado cuenta de lo que tienen”

No, pero estamos en ello. Permanentemente tienes que estar demostrando quién eres y en tu tierra más. El ‘feeling’ ha cambiado muchísimo en los últimos dos años. En Burgos y en Castilla y León ya se han dado cuenta de lo que tienen. La trayectoria de Siloé ahora ha cobrado sentido. El Museo del Libro fue una aventura y ahora ha cobrado también sentido. No sabíamos que iba a tener tanta repercusión, pero es así.

¿Por qué es importante el trabajo que realiza Siloé?

Porque pone arte visual al alcance de muchas personas, y arte visual que en muchas ocasiones permanece oculto. Incluso si sus imágenes están divulgadas en internet, no tienen la calidad suficiente para apreciar su valor. Además, nuestro trabajo también incluye la divulgación de la cultura. Cuando se robó el Codex Calixtinus, los españoles aprendimos que tenemos un patrimonio cultural literario de gran valor. Los libros son testigos de nuestra  historia.

En estos 20 años de vida han desarrollado numerosos proyectos, ¿Cuál de ellos recuerdan con más cariño?

Siempre se tiene más cariño al primero y al último, así que les tienes cariño a todos. Sí que podríamos decir que el primero, El Bestiario de Don Juan de Austria, fue maravilloso. Recuerdas el día que has terminado el primer libro porque lloras, y con El Bestiario lloramos de emoción. Te emocionas con todos, pero también se siente una emoción especial, por ejemplo, con el Cartulario de Valpuesta.

Institucionalmente, en Burgos y en Castilla y León, ¿se está poniendo en valor lo que supone el Cartulario de Valpuesta?

No lo suficiente y lo sabemos, pero va a caer por su peso. La iglesia de Valpuesta no tiene luz eléctrica, esto lo dice todo. Y apenas hay cobertura de móviles cuando este bien cultural debería contar con un proyecto de desarrollo serio. La iniciativa privada superará en breve a la iniciativa pública, es triste pero real. Esta región es muy difícil. Entiendo lo de las nueve provincias, pero también creo que si son nueve habrá que trabajar más.

Son nueve provincias, sí, pero Valpuesta es un patrimonio de la comunidad, no exclusivamente de Burgos

“Queremos que el facsímil de Valpuesta sea un semilla para su promoción”

El Instituto Castellano y Leonés de la Lengua ha hecho cosas, ha publicado trabajos sobre el Cartulario de Valpuesta y ahora trabaja en el de Cardeña. Y se hacen exposiciones itinerantes. Pero la promoción nacional e internacional no está hecha. Lo que queremos es que el facsímil del Cartulario de Valpuesta sea una semilla. A nosotros nos da mucha rabia. Sabemos que la Junta de Castilla y León ha adquirido ediciones de competidores nuestros, de otros libros, pero cuando fuimos a ofrecerles el Cartulario no nos hicieron ni caso. Todo se andará. Siempre hemos tenido buena relación con la Junta, excepto por las Edades del Hombre. Es de una injusticia tremenda la que nos hacen a nosotros, y a toda la región, en las Edades del Hombre.

¿A qué se refiere?

Absorben un montón de dinero en nombre de una promoción que no es real, y lo sabe todo el mundo. En Aranda lo saben, en Toro lo saben, pero se callan. Nadie en Ávila se cree que hubo 400.000 visitas, porque eso significaría 300 personas a la hora, de media, durante los siete meses de exposición. Es imposible. Y si 390.000 personas pagaron la entrada (las 10.000 restantes fueron niños), a cuatro euros, ¿dónde está ese dinero? ¿por qué reciben una subvención regional? La verdad siempre resplandecerá y, al margen de la opinión propia, tengo datos recabados en la edición de Aranda de Duero que me avalan.

También resplandece con Valpuesta, ¿qué tal nos llevamos con La Rioja, que parece que no les ha sentado muy bien el hallazgo del Cartulario?

“No hay ninguna pugna entre Valpuesta y San Millán, todos los documentos son importantes para estudiar el Castellano”

Desafortunado un titular, de un medio nacional, que decía algo así como Valpuesta contra San Millán. Nunca un periodista debe provocar celos entre regiones. Y ese titular fue nefasto. Nada en Valpuesta es contra San Millán y estoy seguro de que en San Millán tampoco lo piensan así. Para empezar, no existe una cuna del Castellano. En sentido figurado es muy bonito, pero una lengua no nace con un hablante. Se trata de una evolución de lenguas anteriores. Y si hablamos de cuna del Castellano tendríamos que hablar de un triángulo que abarca Cantabria, León, Palencia, Burgos, La Rioja, Álava y Vizcaya.

A la atribución tan irreal de La Rioja como cuna de la lengua castellana se añade la desidia de Valladolid de no defender otras… No hay ninguna pugna. Todos los documentos que hay, y los que puedan surgir en el futuro, son importantes para estudiar el nacimiento y evolución de la lengua castellana. Los riojanos, qué bien saben vender su turismo basado en la lengua y la enología, ojalá aprendamos mucho de ellos.

Hablemos ahora del Museo del Libro, ¿cómo va este proyecto casi único en España?

En julio vamos a hacer siete años, con poco apoyo institucional… La verdad, es cero. Todavía estoy esperando una ayuda que aprobó, hace dos años, el Ayuntamiento de Burgos para el Museo del Libro. Hemos pasado años muy malos. Tuvimos que trasladar la editorial al museo para poderlo mantener, y todo han sido buenas palabras. Aquí no somos profetas en nuestra tierra. Hemos regalado, con créditos, un museo para la ciudad y no se conoce.

¿Se han arrepentido en algún momento?

“No nos arrepentimos del Museo del Libro porque nos ha dado credibilidad ante nuestros clientes”

Nunca. Creo que una vez le dije a mi hijo: solo porque la existencia de un museo del libro haga que un muchacho de Burgos deje de romper un árbol o un tobogán habrá merecido la pena. Solo con uno. No nos arrepentiremos nunca porque el museo nos ha dado credibilidad ante nuestros clientes. No se ha hecho un museo de nuestro productos, sino que es un museo privado sobre el libro, cultura general de la historia del libro, pedagógico, con actividades culturales… Y nos cuesta salir adelante como museo. Hemos hipotecado durante muchos años el beneficio de la empresa, pero la responsabilidad social corporativa luego vuelve con creces, con reconocimiento, por ejemplo.

Dentro de esas actividades está Librarte, la Feria del Libro de Arte, que se celebra el próximo fin de semana…

Es la segunda edición. La primera nos costó mucho organizarla, los comienzos siempre son difíciles, pero fue un pequeño éxito. Y le gustó a la Fundación Villalar, que nos ha apoyado con los ojos cerrados, y la hemos convertido en la Feria del Libro de Arte de Castilla y León. Han colaborado en traer a la artista Alicia Martín y en las becas para artistas y empresas editoriales de la región que participan, y en los propios premios. Estamos realmente encantados. Puede que sea el comienzo de la corrección regional para nuestra empresa.

El Museo del Libro se va a ampliar con el Voynich Café, ¿qué será, un café-biblioteca?

No, no. Casi todos los museos tienen un café-tienda, un espacio de relajación. Los museos son lugares de reflexión y la tienda-café es un lugar de expansión. Además, el Museo del Libro está oculto, se ve poco, y con este proyecto se le dará visibilidad. El Voynich Café ha nacido ya con brillo, con el nombre del misterioso códice y descubriendo una esclusa medieval, que si bien era ya conocida nos ha sentado muy bien. Hemos sabido desde un principio lo que era. Las esguevas de Burgos son medievales, aunque el cubrimiento sea del siglo XIX. Lo que queremos sacar es el lecho de la esgueva y mostrarlo al público, y eso ha gustado mucho entre los arqueológicos de Burgos.