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Frasco de antibióticos. EL NORTE
La pérdida de eficacia obliga a sustituir los antibióticos al 6% de los mayores de 75 años

La pérdida de eficacia obliga a sustituir los antibióticos al 6% de los mayores de 75 años

Detectan una resistencia antimicrobiana que provoca hasta cinco prescripciones distintas

Ana Santiago

Valladolid

Sábado, 17 de noviembre 2018, 19:57

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Cada vez es mayor el número de infecciones, especialmente de neumonía, tuberculosis, septicemia, gonorrea y salmonelosis, cuyo tratamiento se vuelve más difícil debido a la pérdida de eficacia de los antibióticos. Así lo pone sobre la mesa de debate la Organización Mundial de la Salud (OMS). Y añade que la resistencia a los antibióticos prolonga las estancias hospitalarias, incrementa los costes médicos y aumenta la mortalidad.

Algunos expertos lo califican del mayor problema actual de Salud Pública. Y lo es sin distinciones de país, personas o edades, en diferentes proporciones, el problema es global. De ahí los planes nacionales, mundiales y las campañas al respecto, porque si bien la resistencia a estos fármacos es un fenómeno natural, el uso indebido, la automedicación y abuso, en el ser humano y en los animales, está acelerando el proceso.

Un estudio de los médicos de Primaria de la región confirma el aumento del fracaso de estos tratamientos con la edad del paciente

La Red Centinela de Castilla y León ha querido describir la situación concreta, y absolutamente realista porque el 'laboratorio' ha sido la consulta real y el día a día durante dos años, de la comunidad. Médicos y pediatras, 117 en total de las nueve provincias, ya habían hecho una investigación parcial en 2016 y ahora suman los datos de historias clínicas de otro año completo. Los resultados evidencian un clara resistencia bacteriana, y más cuanta mayor es la edad. Entre sus resultados más preocupantes, el de los mayores de 75 años, con el 5,8% de resistencias registradas, y con cambios de antibiótico por falta de eficacia de hasta cinco veces en algunos casos. Es además a esta edad, junto a la infantil, cuando más recetas se han dispensado.

Un día para el llamamiento al uso racional del fármaco

Cada año, desde 2008, se celebra el Día Europeo para el Uso Prudente de los Antibióticos el 18 de noviembre, una iniciativa impulsada por el Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades. Su objetivo es concienciar sobre los riesgos asociados al uso indebido de los antibióticos y realizar un llamamiento al consumo responsable, tanto en salud humana como en sanidad animal, para prevenir la aparición y el desarrollo de resistencia a los antimicrobianos. Así, la OMS insta a que se cambie urgentemente la forma de prescribir y utilizar los antibióticos. «Aunque se desarrollen nuevos medicamentos, si no se modifican los comportamientos actuales, la resistencia a los antibióticos seguirá representando una grave amenaza».

Durante los dos años de la recogida de datos (2016 y 2017) fueron los menores de cinco años los que más prescripciones necesitaron, una media de 3,6 por pequeño y, después, los mayores de 75 años, con 2,3 recetas; el resto rondan un consumo de dos fármacos en 24 meses. De los 118.755 procesos clínicos que se trataron con antibióticos, el 96,6% de los casos no tuvo una segunda prescripción por ineficacia del primer tratamiento; pero, el resto, tuvo en algunos casos hasta cinco. Son 4,3% de los diagnósticos de adultos y el 1,5% de los de niños los que constaron un fracaso terapéutico con el primer medicamento. O lo que es lo mismo, en 4.087 infecciones el principio activo indicado por el facultativo fracasó. Un detalle por grupos de edad revela que, además de ese 5,8% de repetición de receta en los ancianos; le siguen los de más 35 y más de 55 años, con 3,4% y el 4,1%, respectivamente. La mayoría de los casos de sospecha de resistencia a la acción del antibiótico en niños pertenecen a procesos relacionados con el aparato respiratorio y, en los adultos, se reparte también con infecciones genitourinarias.

En cuanto a los grupos de fármacos sobre los que recaen mayores sospechas, el mayor porcentaje de dispensaciones correspondieron a antibacterianos betalactámicos y penicilinas que son, sobre todo los primeros, los más utilizados en la práctica clínica; le siguen los macrólidos, lincosamidas y estreptograminas y, en niños, las quinolonas antibacterianas.

El uso de tratamientos frente a las bacterias baja en la región pero es mayor que en España

En cuanto a las sospechas de una resistencia que provocaran un cambio en la prescripción médica, el trabajo redactado por José Eugenio Lozano Alonso y Tomás Vega, revela que en los adultos el 26% se cambiaron por antibacterianos betalactámicos, penicilinas; el 29%, por quinolonas bacterianas y el 16%, por otros. El estudio analizó los datos considerando procesos clínicos distintos cuando el tiempo entre dos prescripciones consecutivas era superior a los 15 días para los menores de 15 años y a 31, para el resto.

En estos dos años de trabajo se recoge que 188.905 menores y 1.166.972 adultos sufrieron en la comunidad 2.791.829 procesos clínicos en los que se recetaron 3.214.589 antibióticos. De ellos, 106.081 son una segunda prescripción dentro de una misma enfermedad en los que se cambió un principio activo.

Las infecciones del aparato respiratorio y el genitourinarioson las más resistenes

Los datos de Sacyl recogen que la prevalencia de uso, es decir, el porcentaje de pacientes que recibió un tratamiento antibiótico en doce meses y analiza que hay una importante variabilidad según la edad. Casi el 60% de los niños entre 2 y 4 años reciben al menos un antibiótico al año y, en el grupo de edad de los mayores de 75 años, un 43,84%.

Al comparar los datos de 2017 con 2015 se aprecia un ligero descenso (0,57) en la prevalencia de uso global, en todos los grupos de edad, excepto en el de mayores de 75 años que crece 4,83. El año pasado, el 43,84% de estos mayores se trataron con este tipo de fármacos alguna infección y, destacan fuentes asistenciales, aunque hay un descenso en el uso, Castilla y León supera el valor nacional.

Entre los consejos ara las profesionales de AtenciónPrimaria se recoge que los antibióticos «de amplio espectro deben ser evitados en la medida de lo posible y reservarse para aquellas situaciones en los otros no son eficaces. Los antimicrobianos de primer nivel dependen de las recomendaciones basadas en la evidencia y de los datos de resistencias a los antimicrobianos del área de estudio». Desde la Consejería de Sanidad se explica que «los antibióticos son los medicamentos que usamos para el tratamiento de las infecciones por bacterias. Desde el inicio de su utilización en la medicina moderna, a partir de las primeras décadas del siglo XX, estos fármacos han permitido tratar y controlar numerosas infecciones, permitiendo mejorar la supervivencia y calidad de vida de millones de personas».

Empleo inadecuado

Advierten, sin embargo, los responsables sanitarios que «la utilización inadecuada de los antibióticos, como por ejemplo, su uso en infecciones no bacterianas, también constituye una seria y creciente amenaza para la salud pública en la actualidad, por contribuir a la aparición de nuevas bacterias resistentes». Así, indica que «es fundamental el uso racional de estos medicamentos, para que en el futuro no tengamos que lamentar la pérdida de buena parte de su utilidad. Por ello, resulta imprescindible que las personas y los profesionales sean conscientes de su importancia y de las medidas para evitar que el problema se agrave en los próximos años».

Según Sacyl, «el uso excesivo e inadecuado de los antibióticos acelera la aparición y la propagación de bacterias resistentes. Si son sensibles son destruidas cuando se exponen a los antibióticos, mientras que las resistentes siguen creciendo y multiplicándose. Estas pueden diseminarse y causar infecciones a otras personas que no hayan tomado ningún antibiótico».

Y ¿cómo frenar esta situación? Pues la recomendación profesional es la de evitar la automedicación; insisten en que un diagnóstico correcto y la decisión respecto a la necesidad de administrar antibióticos son competencia exclusiva de los médicos; no olvidar que no sirven para tratar infecciones víricas, como el resfriado o la gripe; respetar la dosis y la duración del tratamiento prescrito; evitar aumentar o disminuir la dosis pautada, así como interrumpir o alargar el tratamiento por iniciativa propia y no guardar lo que sobre después del tratamiento con la intención de futuros usos bajo criterio propio.

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