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Réplica de la nao Victoria y retratos de Magallanes (arriba) y Elcano.
La inesperada primera vuelta al mundo

La inesperada primera vuelta al mundo

Carlos I ordenó a Magallanes alcanzar las Molucas y regresar a España pero la expedición entró la historia como la primera en circunnavegar el planeta

Javier Bragado

Madrid

Domingo, 14 de abril 2019

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El rey había dado una orden: llegara las islas Molucas y reclamar el territorio para la Corona de España. Carlos I daba su apoyo al proyecto de Fernando de Magallanes siempre que evitara el contacto con sus rivales portugueses. En principio, eso suponía que cinco barcos cruzarían el océano Atlántico, el Pacífico y retornarían por la misma ruta. Sin embargo, la expedición terminaría por entrar en la historia por ser la primera en circunnavegar el planeta. Sólo fue un barco, lo hizo sin planificación y con un gran riesgo asumido por el mando del decidido Juan Sebastián Elcano.

«Magallanes sentó una especie de precedente pero ni siquiera consiguió su objetivo claro, que era llegar a las Molucas. De cómo darían la vuelta nunca se habló y lo único que se conoce es el mandato expreso de Carlos I de no meterse en terreno portugués», recuerda el historiador Agustín R. Rodríguez González, quien ha recogido aquella expedición y sus apéndices en la amena obra 'La primera vuelta al mundo (1519-1522)' (Edaf).

La oferta de Magallanes

Réplica de la 'Victoria' navegando por Cartagena.

«El trato de Magallanes con navegantes y cosmógrafos, su correspondencia con Serrano y su resentimiento con el rey portugués, le llevaron a buscar el apoyo de España para tratar de hallar el sospechado paso. Para ello renunció públicamente a la ciudadanía portuguesa y, dispuesto a buscar la ruta que permitiría llegar a las Molucas por poniente, se trasladó a Sevilla, eje de todos los negocios relativos a la expansión ultramarina. Pudo conocer a altos personajes a quienes expuso sus proyectos y consiguió una audiencia real en Valladolid», explica Carlos Márquez Montero en la biografía de Federico de Magallanes.

Presiones políticas, conspiraciones, secretos, desconocimiento, y medios insuficientes marcan la trayectoria. Y hay lagunas en la historia. Se desconoce por qué el portugués al servicio de la corona española optó por varios desvíos y rodeos cuando se acercaba al destino oficial. «Debía de andar perdido o tener algo entre manos porque en lugar de ir al sur a las Molucas (la trayectoria directa en el océano Pacífico) se va al oeste y tropieza con las Filipinas. Ahí, de nuevo, se mete en toda una serie de líos, alianzas con guerras indígenas y muere como un valiente siendo el último para que los demás embarquen», recuerda el miembro de la Real Academia de la Historia. Otra opción que encaja es que aquel hombre tan celoso de su información estaba tanteando otros territorios para reclamar. Los medios de la época no aseguraban que con el Tratado de Tordesillas el destino oficial fuera una tierra que pudiera reclamar la corona de Carlos I. «Se estaba metiendo en esos líos y es una explicación racional a algo que no lo parece. La misión era ir a las Molucas y dejarse de tonterías», insiste el historiador.

Las penurias que sufrieron los navegantes se multiplicaron durante los tres años de travesía. Partieron sin las provisiones necesarias, padecieron temporales y enfermedades, comieron el cuero de los mástiles para paliar el hambre, tantearon rutas desconocidas, imprecisas o erróneas (pensaban que el Río de la Plata era el paso del Atlántico al Pacífico), se implicaron en luchas locales de indígenas, un barco se hundió y otro desertó. Además, la atmósfera inicial creada por la mentalidad marcial de Magallanes y la competencia del noble Juan de Cartagena se prorrogó para comprobar el aguante de aquellos marineros. «Sucede como las películas de piratas o de navegaciones. La convivencia a bordo en un espacio tan limitado en travesías tan largas en aquella época es un tema complicado. Además, con personas que no se conocen, ideas y formación distintas. Tienes que hacer un esfuerzo por llevarte bien porque están sometidos a unas dificultades y una tensión que no son como en tierra, donde se pueden resolver en cuestión de horas. Decidir ir a un sitio en lugar de otro supone un mes de travesías y eso es un mes de darle vueltas a si vas al mejor sitio o si has tomado la mejor decisión», explica el experto.

Sorteando la legalidad

Retrato de Elcano. Archivo

«Entre los enrolados figuraba Juan Sebastián Elcano, a quien, por las prisas o por alguna circunstancia que se desconoce (es difícil que se hiciera la 'vista gorda'), se incluyó, sin tener en cuenta su carácter de proscrito, que le impedía embarcar en cualquier nave, y más aún en una real. Lo curioso es que tuvieron que valorarse sus cualidades de marino, pues fue nombrado maestre de la nao Concepción, que mandaba el capitán Gaspar de Quesada y llevaba como piloto al portugués Juan López de Carvalho.», escribe Manuel Lucena Salmoral en la biografía de Juan Sebastián Elcano.

Elcano, quien había tenido que embarcar presumiblemente para pagar sus deudas con la Corona por embargar su barco, relevó a Carvalho en el mando -heredero ineficaz tras morir Magallanes- y se encontró con una duda decisiva. Se encontraban en el otro extremo del planeta y el líder de la expedición no había dejado ninguna indicación. No había nada planificado. Los portugueses amenazaban por el oeste, donde el resto de la ruta estaba controlada por su barcos y enclaves. Por el este había que remontar por una ruta con recuerdos de sufrimiento. Elegir mal suponía meses de remordimientos porque en el mar el viaje era más impredecible.

Los tripulantes se dividieron. Una embarcación retornó por el camino del este y el navegante vasco optó por arriesgarse a regresar por las costas africanas. «La vuelta del Elcano es realmente un sufrimiento y el miedo es constante. El barco estaba en malas condiciones y lo arreglaron como pudieron; estaba muy zarandeado, entraba agua y constantemente tenían que achicar con las bombas para no hundirse en el océano», repasa el historiador sobre los siete meses que les llevaron a cruzar el Índico y bordear África.

Pasados los meses en alta mar, recurrieron a comerse hasta al cuero de los mástiles reblandecido con agua de mar porque no podían avituallarse en ningún puerto en el resto de trayecto. «La orden de los portugueses es que se impidiera a toda costa circular por ahí y por eso Elcano decide no hacer escalas porque sabe que a la primera le detienen o que si se acerca donde hay portugueses le pueden detener el barco. Es una decisión terrible», contextualiza el experto. Sólo se atrevieron en una ocasión a acceder a un enclave rival. Después de ver morir a una veintena de hombres en una travesía en que las ratas de las bodegas se convirtieron en un manjar muy valorado, Elcano ordenó a un pequeño grupo de hombres que desembarcaran en Cabo Verde. Se hicieron pasar por la tripulación de un barco que regresaba de América y lograron volver con arroz suficiente para terminar la circunnavegación.

Difícil de repetir

El historiador Agustín Rodríguez, que quiso ser marinero, termina sus aportaciones después la conversación en la biblioteca del Museo Naval de Madrid con un análisis para valorar adecuadamente la proeza de aquel inesperado viaje: «La vuelta al mundo sin escalas era teóricamente posible pero es era una locura. No existían ni las conservas ni los refrigeradores, no sabían dónde podrían abastecerse con agua y os instrumentos náuticos eran primitivos. Cuando el viento era contrario tenían que ir haciendo eses y una travesía de unos días se convertía en meses», ilustra.

Si alguien tratara de recrear en el año 2019 aquel viaje del que se cumple el quinto centenario tendría una gran ventaja: sería planificado. Pero ni por esas sería sencillo encontrar reclutas. «La hazaña de la vuelta al mundo tal y como se dio, más que pericia es sobre todo de la voluntad. Incluso hoy, sólo el viaje de vuelta de Elcano desde Australia a España sin escalas no sé cuantos navegantes estarían dispuestos a hacerlo», completa el autor de 'La primera vuelta al mundo (1519-1522)'.

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