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Karl Ove Knausgard. EFE
Karl Ove Knausgard termina su lucha

Karl Ove Knausgard termina su lucha

El escritor noruego publica en España 'Fin', el sexto volumen de sus memorias

Álvaro Soto

Madrid

Domingo, 9 de junio 2019, 19:31

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Para unos, es el escritor más talentoso del siglo XXI y un claro candidato al Nobel. Para otros, un farsante y un ególatra que, incapaz de crear nada original, sólo sabe mirarse al ombligo para intentar alcanzar el parnaso. De lo que no cabe duda es de que Karl Ove Knausgard (Oslo, 1968) ha sacudido el mundo de la literatura desde que en 2009 comenzó a publicar sus memorias, 'Mi lucha', un ambicioso proyecto literario compuesto por seis novelas y más de 3.500 páginas en el que se ha dedicado a contar su vida, desde los tres años, con todo lujo de detalles. Controvertido desde el título, por su evocación a Hitler, 'Mi lucha' se cierra en España con la publicación, el 12 de junio, del último volumen, 'Fin' (Anagrama), que en realidad, en el mundo anglosajón salió hace casi una década, en 2011.

'Fin', la más voluminosa de todas las novelas (1.024 páginas), responde a una de las preguntas que los lectores de Knausgard se hacen desde que se engancharon al primer libro: ¿Qué pensarán sus familiares y sus amigos más cercanos de que el escritor desvele sin pudor secretos y miserias de quienes pululan alrededor de él? Pues bien, Knausgard cuenta que, mientras promocionaba 'La muerte del padre', la primera novela de la saga, recibió un correo electrónico encabezado por las palabras: 'Violación verbal'. Se lo enviaba su tío Gunnar y lo acusaba de escribir «un libro lleno de mentiras bajo el influjo adoctrinador de su madre». Gunnar anunciaba medidas legales si era publicado.

Obviamente, 'La muerte del padre', igual que los cinco libros siguientes, vio la luz, pero el email de su tío, como todo lo que le ocurría a Knausgard, se convirtió en material literario. Con su estilo hiperrealista, el escritor noruego reflexiona sobre la familia y la construcción de la identidad, en realidad, el asunto central de una obra que está llena de derivadas.

Porque por la pluma de Karl Ove Knausgard pasa todo lo humano: la infancia, como marcador principal del conjunto de la vida; el amor, motor a veces gripado de la existencia; la paternidad, y la duda sobre si uno es buen padre; la amistad, siempre difícil con un tipo tan intenso como Knausgard; el alcohol, acompañante continuo en los años de juventud del autor; la música, el fútbol, el sexo... Para Knausgard, cualquier cosa es susceptible de transformarse en palabras. La capacidad del escritor noruego para la descripción hiperrealista es legendaria, motivo de burla para sus detractores y un imán para sus seguidores: páginas seguidas dedicadas a cómo fregar los platos, párrafos llenos de marcas de comida, bebida o coches, líneas y líneas para describir paisajes de la niñez o para recordar conversaciones que, por supuesto, no sucedieron así (¿quién recuerda con exactitud qué dijo a sus amigos cuando tenía cinco años?), pero que Knausgard convierte por arte de magia en reales.

Si se mira con lupa, la vida de Knausgard no parece especialmente literaria: en ella no hay nada de especial. Hijo de una familia noruega de clase media marcada por la personalidad de un padre alcohólico, el escritor creció sin dificultades económicas en una sociedad opulenta como la noruega, con la que, sin embargo, se muestra crítico: ridiculiza la excesiva tontería de un país al que tanta prosperidad ha vuelto un poco loco. Descacharrantes son las páginas en las que Knausgard y su esposa piensan en cómo decirle, sin que se sienta herida, a una vecina rusa y borracha que baje la música a las cinco de la mañana. Por eso, en algún momento, Knausgard habla con deleite de España: le parece que España un país libre en el que todo está permitido.

Pese a sus defectos, no pocos ni pequeños, el lector acaba cogiendo cariño a Knausgard y piensa si la monumental 'Mi lucha' no es más que la manera que el escritor ha elegido para justificarse ante el mundo y proclamar que, pese a todo, él es un hombre bueno.

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