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La cantante Nina Simone, en una imagen de 1993. AP
El hechizo de Nina Simone

El hechizo de Nina Simone

Llegan a España las memorias de la legendaria cantante, símbolo de la lucha por los derechos de los negros

Álvaro Soto

Madrid

Domingo, 25 de noviembre 2018, 02:27

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Niña prodigio de la música en un pequeño pueblo de Carolina del Norte, Eunice K. Waymon soñaba con una gran compositora e intérprete de piano, pero el destino, siempre azaroso, la convirtió en Nina Simone e hizo de ella una de las artistas más importantes del siglo XX y un símbolo de la lucha por la igualdad entre blancos y negros. La autobiografía de la artista norteamericana (Tryon, Estados Unidos, 1933-Carry-le-Rouet, Francia, 2003), 'Víctima de mi hechizo', aparece por primera vez en España de la mano de la editorial Libros del Kultrum.

Estudiante brillante y talentosa, Waymon decide probar fortuna, con 17 años, en Nueva York y Filadelfia. Pero pronto descubre que las mejores escuelas de música están prácticamente vetadas para las artistas negras. Ahí comienzan su toma de conciencia política y, también, un periplo que le lleva por locales de segunda en Atlantic City, donde se rebautiza como Nina Simone (el nombre, por un novio hispano que la llamaba 'niña' y el apellido, por la actriz francesa Simone Signoret) y en el que deja de limitarse a tocar el piano para hacer sus pinitos como cantante.

Sobreponiéndose a la adversidad, se convierte en una figura artística en la segunda gran ciudad de casinos en Estados Unidos, firma su primer éxito, una versión de 'I love you, Porgy', y le llega su gran oportunidad: tocar en el Town Hall de Nueva York. Por supuesto, la aprovecha con una actuación apoteósica. A partir de ahí, le llueven los contratos, la admiración del público y una fama que no siempre pudo controlar.

Dice Simone en sus memorias que los críticos la catalogaban como intérprete de jazz «sólo por ser negra», pero ella se consideraba, sobre todo, una cantante de folk. En los años 60 actúa en los mejores clubes de Estados Unidos y se codea con Bob Dylan, Joan Baez y los humoristas Bill Cosby, Woody Allen o Richard Pryor.

Cuando su carrera se dispara, la cantante vive unos años de felicidad con su segundo marido, Andrew Stroud, un policía convertido también en su mánager. De aquella época data una gira por Europa que la lleva a España. En Barcelona asiste a una corrida de toros y allí siente algo «muy profundo». «Me di cuenta de que los españoles no eran muy diferentes de los negros de Estados Unidos (...) y de que las canciones que interpretaban los músicos de flamenco eran similares a las que tocaba mi gente en las iglesias del Sur negro, puro ritmo y emoción (...) Como ocurría con los toreros, la gente venía a verme porque sabían que yo tocaba al borde del abismo y que algún día podría caer».

Por entonces, su matrimonio comienza a naufagar y Simone aumenta su compromiso con la causa negra: graba 'Mississippi Goddam', participa en la Marcha de Selma (1965) y se acerca a los grupos negros más violentos, como los Black Panthers. En el libro, la cantante recuerda cómo, tras los disturbios de Birmingham, que habían comenzado con el asesinato de cuatro niños negros, decidió construirse una pistola «para matar a alguien». Su marido le hizo desistir de esa idea, pero Simone tomó dos decisiones: dejar de pagar sus impuestos en Estados Unidos y marcharse del país.

Su exilio la lleva a Barbados, donde primero se hace amante de un mozo de su hotel y después, del primer ministro, Earl Barrow. En 1974 viaja a Liberia, buscando las raíces de la negritud, y allí vive locamente, baila desnuda en los bares y disfruta de la libertad sexual que tanto anhelaba en su reprimida infancia sureña. Las vicisitudes políticas y la necesidad de un entorno más tranquilo para su hija Lisa la llevan a Suiza y después a París. Y ahí acaba la autobiografía, que se publicó en Estados Unidos en 1992. Aun así, se sabe que los últimos años de Simone fueron difíciles: se le diagnosticó trastorno bipolar, disparó a dos jóvenes que la molestaban mientras estaba en el jardín de su casa y se quedó en Francia, donde murió en 2003.

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