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La plantilla del Barça celebra la consecución del título.

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La plantilla del Barça celebra la consecución del título. Efe
Final

Iniesta se autohomenajea con otra Copa

El genio de Fuentealbilla ilumina a un Barça excelso que pasó como una apisonadora por encima de un Sevilla famélico

Óscar Bellot

Madrid

Sábado, 21 de abril 2018

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Marcada por el crispado ambiente derivado de la situación política en Cataluña, la primera final del Wanda Metropolitano medirá al Sevilla, en busca de su sexto título copero, con el indiscutido rey del torneo, un Barcelona que aspira a levantarlo por trigésima vez, ampliando así la brecha con el Athletic en una competición en la que afronta por quinta ocasión consecutiva el pulso definitivo y octava en las diez últimas ediciones. Contrapondrán los azulgrana su tremenda experiencia a la pujanza e ilusión blanquirroja para añadir un nuevo episodio a una rivalidad que se ha convertido en todo un clásico del siglo XXI, tras dirimirse entre ambos contendientes dos Supercopas de Europa y otras tantas de España además de la Copa del Rey de 2016 que cayó del lado culé con tantos de Jordi Alba y Neymar en la prórroga de que fue testigo el vetusto Vicente Calderón.

Precedentes deportivos de un choque cuyo foco de atención estará puesto, hasta que el árbitro Gil Manzano decrete el inicio, en la vertiente política, con la más que cantada pitada al himno nacional dirigiendo todas las miradas hacia un palco que presidirá el rey Felipe VI y al que asistirán varios ministros y dirigentes territoriales pero que también contará con notables ausencias como la de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, que sí acudió tanto a la cita de 2015 (en el Camp Nou) como a la del pasado año en el Calderón.

La afrenta a los símbolos nacionales forma parte de las acciones orquestadas por el separatismo para expresar su malestar por el encarcelamiento de los dirigentes independentistas y el mantenimiento del artículo 155 que llevaron a una antigua directiva de la junta de Joan Laporta a reclamar incluso que el Barça no disputase la final de la «Copa del Borbón». Presiones que ha intentado capear un club obligado a navegar entre dos aguas para mantener aislados a los futbolistas del ruido extradeportivo sin enemistarse con un sector de su afición que desembarcará en el coliseo rojiblanco con más afán reivindicativo que ambición por defender el trono copero.

La última final de Iniesta

La debacle continental ha tornado la euforia de quienes vislumbraban ya el triplete en desencanto, lo que explica en parte los problemas que tuvo la entidad para vender las 23.850 entradas que la Federación puso a disposición del club. Y ello pese a que el Barça está a sólo dos partidos de sellar el doblete Liga-Copa.

Combatir el contagio de ese sentimiento a sus pupilos ha sido uno de los caballos de batalla de Ernesto Valverde desde la hecatombe en el Olímpico de Roma, a la par que lidiaba con el cansancio de sus futbolistas, clave en el descenso de las prestaciones de la escuadra culé que se ha dejado sentir especialmente en el apartado defensivo. Diez goles ha encajado el Barça en los seis últimos partidos, preocupante secuencia para un equipo que había hecho de la solidez uno de sus bastiones y que se inició precisamente en la visita que rindió al Ramón Sánchez Pizjuán en la trigésima jornada de Liga, cuando el Sevilla le tuvo contras las cuerdas hasta que la irrupción de Messi alteró de modo súbito el choque.

Para paliar el desgaste, concedió Valverde ante el Celta descanso a la práctica totalidad de los futbolistas que saltarán de inicio este sábado al césped. Recupera el técnico a dos piezas clave como Busquets, cuyos problemas físicos han lastrado al equipo en las últimas citas, y Rakitic, restablecido de la fractura en el dedo índice de la mano izquierda que se produjo ante la Roma. Ambos conformarán el eje de un centro del campo en el que también estará Iniesta, que aspira a sumar su sexta Copa del Rey antes de anunciar su marcha al fútbol chino, en concreto al Chongqing Dangdai Lifan, conjunto propiedad de Jiang Lizhang, dueño también del Granada. Coutinho y Dembélé se disputan la única plaza en duda dentro de un once en el que Cillessen custodiará la meta en el torneo que le permite escapar de la alargada sombra de Ter Stegen y en el que Luis Suárez y Leo Messi aportarán la pólvora, especialmente el rosarino, todo un seguro de vida en estos envites, con 27 goles en las 26 finales que ha disputado, de las que ha ganado 20.

Pasarela a Europa

Si para el Barça alzar la Copa es poco menos que una obligación tras el fiasco de la Champions, el Sevilla se juega la viabilidad del proyecto deportivo encabezado por Óscar Arias en los despachos y tutelado por Vincenzo Montella desde el banquillo. Su irregular marcha liguera ha comprometido seriamente la presencia en Europa de un conjunto que vive una época dorada desde que en 2006 levantase la Copa de la UEFA en Eindhoven, primero de los nueve títulos que adornan su palmarés en el presente siglo. Vencer al Barça es la vía más directa de acceso a la Europa League para una escuadra que camina séptima en Liga y que encadena siete encuentros sin conocer la victoria desde que asaltase Old Trafford en octavos de la Champions.

La mayúscula importancia del duelo contra el Barça motivó que Montella concentrase a su equipo en Marbella tras visitar Riazor el martes, rehuyendo el júbilo de la Feria de Abril. Como Valverde, el italiano recuperará a sus pretorianos para un once que el sevillismo se sabe de carrerilla desde la llegada del ex del Milan. David Soria, que desplazó a Sergio Rico tras el empate liguero contra el Barça, volverá a estar bajo palos, siendo la única duda el alistamiento del colombiano Muriel o el francés Ben Yedder en la delantera.

Llevado en volandas por un majestuoso Iniesta en su penúltimo servicio a una escuadra a cuya grandeza ha contribuido como pocos, el Barcelona conquistó su trigésima Copa del Rey en la primera final del Wanda Metropolitano y la cuarta consecutiva, igualando así la gesta que sólo dos equipos habían completado antes: el Real Madrid de comienzos del siglo XX y el Athletic de los años treinta de la pasada centuria. Dos tantos de Luis Suárez y otro de Messi -a los que luego se añadiría otro del virtuoso futbolista de Fuentealbilla y uno más de Coutinho de penalti ya en el segundo tiempo- sirvieron para que el cuadro azulgrana certificase el primer título de la era Valverde en una primera parte primorosa en la que los culés exhibieron un fútbol colosal con el que arrollaron a un Sevilla desconocido que tendrá que arrimar el hombro en la Liga para sacar el pasaporte para la Europa League de la próxima campaña tras perder el vuelo directo por la vía de la Copa.

Justo premio con el que el Barça aliviará sus penas por la debacle continental en un partido que, ya sentenciado, se convirtió en un merecidísimo homenaje a Andrés Iniesta, uno de los mayores talentos de la historia del fútbol español que se despidió por la puerta grande en su última final, rubricando con un soberbio gol en el que dejó sentado a David Soria el que fue, sin duda, su partido. Y eso, en tiempos de Messi, son palabras mayores.

Sevilla

David Soria, Navas, Mercado, Lenglet, Escudero, Banega, N'Zonzi, Sarabia (Layún, min, 81), Franco Vázquez (Nolito, min 85), Correa (Sandro, min. 46) y Muriel.

0

-

5

Barcelona

Cillessen, Sergi Roberto, Piqué, Umtiti, Jordi Alba, Busquets (Paulinho, min. 75), Rakitic, Iniesta (Denis Suárez, min. 87), Coutinho (Dembélé, min. 81), Messi y Luis Suárez.

  • Goles: 0-1: min. 13, Luis Suárez. 0-2: min. 30, Messi. 0-3: min. 39, Luis Suárez. 0-4: min. 51, Iniesta. 0-5: min. 68, Coutinho, de penalti.

  • Árbitro: Jesús Gil Manzano (Comité Extremeño). Mostró amarilla a Mercado, Escudero, Franco Vázquez, Busquets e Iniesta.

  • Incidencias: Final de la Copa del Rey disputada en el Wanda Metropolitano ante 67.700 espectadores.

Se marchará a China Iniesta, que lleva ya 31 títulos con el Barça, también con otra Liga que se da ya por descontada y que culminará una carrera sólo a la altura de los más grandes. Lo hará además con otro tanto para la hemeroteca que sumar a aquel que hizo en Stamford Bridge para meter al Barça en la final que significaría su tercera Copa de Europa y ese otro en Sudáfrica que provocó el delirio de todo un país hermanado por el fútbol. Apenas la guinda de un encuentro, otro más, formidable gracias a sus dotes de prestidigitador.

Subido a lomos de su gigantesco centrocampista, avasalló el Barça de principio a fin al Sevilla, que tuvo que esperar 22 minutos para completar una jugada digna de tal nombre. Para entonces, ya perdía por 0-1 y no había encajado otro tanto porque David Soria había respondido con una parada de póster a una falta botada por Messi.

No salía de la cueva el cuadro nervionense y, en la primera ocasión que lo hizo, recibió un duro mazazo. Sacó en largo Cillessen, que pilló con el paso cambiado al conjunto andaluz. Una genialidad del cancerbero tulipán, que puso la bola en la bota de Coutinho con un servicio digno del mejor quarterback de la NFL para que el ex del Liverpool, tras ganarle la espalda a la descolocada zaga sevillista, diese el pase de la muerte a Luis Suárez, que sólo tuvo que empujarla a la red.

Desaparecido Banega, el Barça se dedicaba a hacer rondos, con Jordi Alba percutiendo por el carril izquierdo, donde sus asociaciones con Iniesta asfixiaban a Navas.

No había un sólo futbolista del Sevilla entonado, todo lo contrario de lo que sucedía en el Barça, donde Coutinho se divertía tanto como Messi e Iniesta disfrutaba como un chaval. Aparecía el manchego por todos lados, en una exhuberante exhibición de lozanía impropia de un veterano como él. Pero la calidad no entiende de edades y los grandes futbolistas, como los buenos vinos añejos, deleitan el paladar tanto a pequeños como a grandes sorbos.

De ambas cosas entiende como nadie Iniesta, que adornó una primera media hora primorosa orquestando una fabulosa triangulación con Jordi Alba para que el lateral sirviese de espuela a Messi que, ante las fauces de David Soria, no perdonó. Selló el segundo tanto el rosarino para elevar a 31 su cuenta en 34 partidos ante el Sevilla, su víctima predilecta, e igualar al mismísimo Telmo Zarra al anotar en cinco finales de Copa. Un registro establecido hace 68 años por el mítico delantero del Athletic que también hizo suyo el voraz argentino. Contabiliza ya 48 dianas en Copa, muy lejos de las 81 que rubricó el vizcaíno, aunque a tiro de piedra ya de las 49 de Kubala y Puskas. Tremendo.

El Barça ponía tierra de por medio ante un Sevilla famélico. No era sólo la distancia, ya de por sí grande, sino las sensaciones. Los azulgrana destilaban finura, entonando una melodía perfecta bajo la genial batuta de Iniesta. Demasiado morlaco para tan timorato torero, que recibió la cornada mortal en otra contra de manual en la que Messi dejó solo a Luis Suárez para que el uruguayo se convirtiese en el décimo futbolista capaz de certificar un doblete en la primera parte de una final del torneo del KO.

Severo pero merecido correctivo a un Sevilla fantasmal. Ni sombra del vigoroso conjunto que estuvo a un tris de cortar la imbatibilidad del Barça hace unas semanas en el Ramón Sánchez Pizjuán. Entonces fue Messi quien apagó su ardor con su providencial irrupción en el terreno de juego. En el Metropolitano fue un mago llamado Iniesta quien sacó el conejo de la chistera por última vez para conquistar su trigésimo primer título como azulgrana y, con casi total seguridad, el penúltimo antes de poner rumbo a China. Ya pueden frotarse las manos en el gigante asiático. No han visto futbolista tan excelso por la SuperLiga ni caballero tan intachable como el humilde genio de Fuentealbilla. Se marchó ovacionado en un estadio rendido a su genialidad.

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