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Preocupante situación demográfica en España

Preocupante situación demográfica en España

Las realidades demográficas no son reflejo de una situación coyuntural, sino estructural, que se va a prolongar en el futuro, a no ser que se produzcan cambios significativos que por el momento no se vislumbran

alban d'entremont

Sábado, 27 de abril 2019, 01:10

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La situación demográfica española está alcanzando un punto crítico en el momento actual. La natalidad (8 nacimientos por mil habitantes) es sumamente baja, mientras que la mortalidad (9 fallecimientos por mil habitantes) es relativamente alta, por lo que España se halla actualmente en una situación de decrecimiento demográfico (índice de crecimiento natural de -0,1%) y de pérdida neta de población. Las mujeres españolas han pasado de tener 3 hijos hace 40 años, a tener sólo 1,3 hijos en la actualidad, muy por debajo del nivel de reemplazo generacional (2,1 hijos) -uno de los niveles más bajos del mundo-. En este proceso han operado factores al margen de la estricta voluntad, por ejemplo los nuevos estilos de vida al margen del hogar, los años de estudios universitarios que hacen retrasar la formación de familias, la incorporación de la mujer a la vida laboral, y las dificultades de la crisis económica de los últimos años.

Por su parte, la nupcialidad está en niveles históricos mínimos y sigue a la baja; el índice de dependencia económica (ratio entre pasivos y activos) está aumentando; y hay alrededor de un 20% de mayores de 65 años, y sólo un 15% de menores de 15 años, debido al envejecimiento de las estructuras demográficas.

Más que cualquier otro factor explicativo de esta situación crítica y muy alarmante, hay que subrayar el enorme cambio de mentalidad de los españoles respecto de la natalidad, el matrimonio y la familia. Esto refleja una marcada inversión de valores, que ahora priman otros aspectos del individuo y de la sociedad, la generalización de nuevas formas de vida y otros fenómenos asociados con este cambio de mentalidad. Las realidades demográficas no son reflejo de una situación coyuntural, sino estructural, que se va a prolongar en el futuro, a no ser que se produzcan cambios significativos que por el momento no se vislumbran: la situación sólo podrá agravarse a largo plazo, en ausencia de remedios contundentes a corto plazo.

Debido a que estas deficiencias demográficas están enquistadas en las estructuras poblacionales, España seguirá arrastrando desequilibrios y disfunciones durante dos o tres generaciones, y la situación podría hacerse irreversible, incluso con remedios drásticos; no se prevé que se renovarán las generaciones ni se detendrá el envejecimiento y la despoblación en un plazo corto de años.

En cuanto a los posibles remedios a esta situación crítica, cabría aumentar la productividad laboral para disminuir la dependencia económica y aliviar las presiones sobre la Seguridad Social. Pero ello es poco factible, y de hecho no ha funcionado en otros países europeos que lo han intentado.

Otra posible solución sería fomentar la inmigración, ya que conduce al aumento de la natalidad y al rejuvenecimiento de las estructuras demográficas. Pero la inmigración que se está dando en Europa pone en evidencia el conflicto de culturas y de civilizaciones que exacerba el racismo y la xenofobia por parte de un segmento de la población autóctona, y los problemas asociados con la falta de acomodo armonioso de los inmigrantes.

Dado que el principal responsable de la situación actual es la desnatalidad, el remedio más eficaz es aumentar los índices de fecundidad. Esto implica la libre voluntad de los ciudadanos, pero también es necesaria una acción comprometida por parte del estamento político: más y mejores ayudas oficiales -coherentes, comprensivas y generosas-, en los ámbitos de la sanidad, la vivienda, la educación, el empleo y la fiscalidad, por ejemplo. Es de justicia: son las familias las que sostienen al Estado, y no al revés.

Las cifras y los hechos no mienten: las tendencias demográficas de hoy serán, necesariamente, las realidades demográficas de mañana. Pero esas tendencias y realidades pueden cambiar; dependerá del comportamiento y de la voluntad de las personas, obrando en libertad y usando la razón. Por eso, a fin de cuentas, los ciudadanos tienen la última palabra, y no las autoridades políticas ni las tendencias demográficas.

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