Un año de pesadilla covid en Italia

Para encontrar una noticia en Italia sobre el coronavirus el 20 de febrero del año pasado había que esperar hasta la página 15 del 'Corriere della Sera', en la que se informaba de un crucero bloqueado en Japón por varios casos de contagio, o a la 16 de 'La Repubblica', donde incluso se especulaba con un final cercano para la epidemia detectada en la ciudad china de Wuhan. El Covid-19 se veía entonces como algo muy lejano, una amenaza remota que preocupaba sólo a quienes viajaban al gigante asiático con asiduidad. La realidad, en cambio, era bien distinta: ya circulaba libremente por el Viejo Continente el patógeno responsable de que en el último año haya muerto cerca de medio millón de personas en el Espacio Económico Europeo (UE más Noruega, Islandia y Liechtenstein), una cifra similar a los habitantes de la ciudad de Murcia.

A media mañana de aquel 20 de febrero ingresaba en el hospital de Codogno, una localidad de Lombardía (norte de Italia), Mattia Maestri. Trabajador de 37 años de edad en una multinacional, Maestri es un tipo sano y fuerte que practica deporte habitualmente, pero sufre una pulmonía gravísima. «Se nos moría», recuerda la doctora Annalisa Malara, la médica que decidió hospitalizarle en la UCI y hacerle la prueba del coronavirus, algo que en aquel momento no contemplaban los protocolos. «Viéndolo hoy parece increíble y absurdo, pero tampoco los sanitarios teníamos entonces que protegernos con mascarillas», cuenta Malara.

«Sólo se realizaba la PCR a quienes venían de las zonas con contagios de China o habían estado en contacto con personas afectadas. Pero cuando confirmamos que Mattia estaba infectado supimos que el virus circulaba ya por Italia, por lo que lanzamos la alarma a toda Europa. Aquello permitió que se empezaran a tomar medidas para proteger a la población», afirma la médica, que junto a otra colega del hospital de Codogno fue premiada por el jefe del Estado, Sergio Mattarella, con la condecoración de Caballera de la República italiana como reconocimiento a su dedicación y trabajo.

El descubrimiento del llamado 'paciente 1' en Italia marcó el inicio de la pesadilla que comenzó a vivir el Viejo Continente y de la que todavía no ha logrado despertar del todo, a pesar de que hace ya un mes y medio desde que comenzó la campaña de vacunación en los países de la Unión Europea. A Maestri, que logró superar la enfermedad tras pasarse tres semanas entubado en la UCI, todo lo vivido durante este último año no le ha quitado el optimismo. «Estoy convencido de que pronto volveremos a la normalidad», cuenta en una entrevista con la Rai. «Físicamente estoy muy bien. Soy uno de los afortunados que no tiene particulares consecuencias. He vuelto a hacer las cosas que hacía antes», explica. Su mejor recuerdo de 2020 es el nacimiento de Giulia, su primera hija, que vino al mundo poco después de que él saliera del hospital.

También le ha cambiado la vida este último año a Stefano Fusco, cuyo abuelo murió el pasado marzo a los 85 años en la provincia de Bérgamo, una de las zonas de Italia y Europa más golpeadas por la pandemia durante la primera ola. El dolor por el fallecimiento y la duda de si podría haberse evitado éste y tantos otros decesos le llevó a crear una página en las redes sociales. De ella nació la asociación 'Nosotros denunciaremos-Verdad y justicia para las víctimas del Covid-19', que representa a más de 1.000 familias y ha impulsado la apertura de una investigación en los tribunales de Bérgamo. La Justicia indaga para aclarar si se activó el plano pandémico nacional a partir del 5 de enero de 2020, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) lanzó la alarma por la aparición de una grave pulmonía de origen desconocido. También está en el punto de mira la tardanza a la hora de poner en cuarentena los municipios bergamascos de Nembro y Alzano Lombardo, una zona de alta actividad económica, pese a que se había detectado en ellos un foco de coronavirus.

«Ha sido un año muy difícil, lleno de momentos de estrés, de llantos y también de discusiones. Lo más extraño es que se me ha alterado completamente la sensación normal del paso del tiempo. Hay momentos en los que pienso que hubieran pasado veinte años desde que comenzó la pandemia y otros que me parece que sólo hubieran transcurrido dos semanas», dice Fusco, que le echa la culpa de los errores cometidos durante la gestión de la pandemia al «bajísimo nivel de la clase política que tenemos en Italia».

Para Malara, que no cree que en su país la crisis sanitaria se haya gestionado peor que en otras naciones europeas, este último año también resultará difícil de olvidar. «Profesionalmente mi vida ha cambiado radicalmente. Hemos ido cada día al hospital con el miedo de contagiarnos o de infectar a nuestros seres queridos. Las condiciones de trabajo, que ya eran difíciles, se han vuelto aún más duras con los dispositivos de protección. Y en mi vida personal me faltan las mismas cosas que a los demás. Espero que pronto podamos volver a abrazarnos y darnos besos, a organizar una cena con amigos o a programar unas vacaciones», dice la médica esperanzada, aunque sin atreverse a imaginar un final de la pandemia dentro de pocos meses debido a las mutaciones del patógeno.