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Pedro Sánchez. AFP
El Gobierno se erige en contrapeso de Trump en la búsqueda de una salida a la crisis venezolana

El Gobierno se erige en contrapeso de Trump en la búsqueda de una salida a la crisis venezolana

El entorno del presidente asegura que Sánchez es consciente de este asunto es clave para determinar la posición de España en el tablero internacional

Paula De las Heras

Ciudad de México

Miércoles, 30 de enero 2019, 18:40

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«Nuestro objetivo no es echar a Maduro, o no específicamente, nuestro objetivo es que en Venezuela haya elecciones», advierten tajantes en el Gobierno. La frase, pronunciada por uno de los más estrechos colaboradores del jefe el Ejecutivo, Pedro Sánchez, resume el difícil equilibrio en el que se ha movido la diplomacia española en la crisis venezolana. Un equilibrio que le ha valido los reproches de la oposición.

Sánchez es consciente, según los suyos, de que en este asunto España se juega, de alguna manera, «su posición en el mundo». Ayer, desde la Internacional Socialista en República Dominicana y antes de partir hacia México, donde aterrizó hoy, volvió a dejar claro que está decidido a reconocer a Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela si antes del domingo Nicolás Maduro, al que no dudó en tildar de «tirano», no convoca unas presidenciales. Pero en Moncloa se esfuerzan en subrayar que su posición ni es ni será la de Estados Unidos.

El matiz es para el Gobierno socialista importante. «A algunos les da igual como acabe esto con tal de que Maduro se vaya; a nosotros no», remarcan. «Queremos que se acabe lo antes posible, pero sin derramamiento de sangre, que la crisis humanitaria que afecta ahora a tres millones de persona no afecte a dieciocho y que no se extienda a otro países», dicen.

Esa postura es la que, según sostienen fuentes del Ejecutivo, permite a España encontrar puntos de encuentro tanto entre los países del grupo de Lima (Canadá, Perú, Chile, Argentina, Colombia, o Costa Rica) que reconocieron desde el primer día a Guaidó y los que, como Bolivia, Uruguay o México, con Andrés Manuel López Obrador al frente, no lo han hecho y siguen defendiendo la legitimidad de Maduro para seguir en el cargo (cosa que no hacen ni España ni el conjunto de la UE).

Pese a los reproches de PP, Ciudadanos y los expresidentes José María Aznar y Felipe González, el Gobierno asegura que España sí está liderando la posición europea sobre Venezuela y que está en posición de hacerlo también en la comunidad iberoamericana (el Grupo de Lima le ha invitado a participar en su próximo encuentro). El plan pasa por que sea el grupo de contacto que ya está formando la UE, pero que se pretende abrir a otros países, el que ejerza como «facilitador», dicen, de una transición en el país caribeño.

En el encuentro que mantendrá Sánchez en las próximas horas con López Obrador está previsto, de hecho, que se aborde esta cuestión, aunque fuentes del Ejecutivo remarcan que la relación de España con México trasciende «de lejos» la coyuntura venezolana. «No se trata de convencer a nadie de nada porque cada país es autónomo para diseñar su política exterior, se trata de ver qué podemos hacer juntos para alcanzar el objetivo común de unas elecciones», insisten.

Nadie se atreve a vaticinar cuál será el resultado de este empeño, pero en el Gobierno existe la percepción de que la presión internacional ya está haciendo algo de mella en Maduro. Ahora, a su juicio, se trata de evitar que una posición muy dura (como la estadounidense) conduzca a un enroque. Por eso creen importante ofrecer al régimen chavista una salida, como la amnistía puesta encima de la mesa por Guaidó, y por eso se ratifican en que la denuncia por crímenes de lesa humanidad interpuesta en La Haya por el Club de Lima, y que España nunca quiso suscribir, puede acabar resultando problemática.

En las últimas semanas, el Ejecutivo ya ha tenido que frenar esa línea dura, que según apuntan encarnaban países como el Reino Unido pero también Francia o Alemania y los países del Este, en el seno de la UE. Al tiempo, ha trabajado por vencer las resistencias de Italia, Grecia o Austria a un reconocimiento a Guaidó. «Está claro que lo que pretendemos nosotros es algo mucho más complejo: coordinar un grupo por algo constructivo y no un objetivo simplista a favor o en contra de tal o cual persona», argumentan.

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