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Dice el refranero popular que nunca llueve a gusto de todos. Y de eso saben mucho en el campo burgalés. Las lluvias pueden ser, al mismo tiempo, oro líquido y el peor de los alimentos, dependiendo del cultivo. Eso sí, a estas alturas del año, el agua casi siempre se recibe con alegría, sobre todo después de intensas sequías que han puesto en jaque a la producción agrícola de la provincia.
Salvo en lugares muy concretos, las lluvias de las últimas jornadas han sido moderadas. Intensas pero sin trombas y, además, el campo estaba tan reseco que la tierra ha absorbido incluso lo que se podría considerar exceso de agua. Así que, en principio, y mientras no se produzcan otro tipo de fenómenos, en el campo burgalés han recibido bien el agua, pues servirá para comenzar a preparar la sementera.
«Los agricultores comenzará a mover la tierra», ha explicado Susana Pardo, presidenta de UCCL Burgos, y a preparar el terreno para los nuevos cultivos, comenzando por la colza, que es el primero en sembrarse, apunta. «La lluvia es buena para el mover el terreno, y si se hace con cultivadora, mejor, pues así se podrá luchar contra el topillo», insiste Pardo, pues la plaga está siendo una lacra para el campo.
Los topillos, junto con el conejo, han marcado la cosecha de 2019, ha sido «muy irregular. Quedan por recoger cultivos como el girasol (que a causa de la lluvia se ha retrasado), el maiz, la patata o la remolacha, pero el secano ya está completo (y la paja recogida prácticamente en toda la provincia). Gabriel Delgado, de UPA, reconoce que el año ha sido «normal, tirando a malo».
En zonas como La Demanda, Ribera o Páramos la producción ha sido muy débil, comenta, mientras que la cosecha «se ha salvado» en Las Merindades, La Bureba o la comarca del Arlanza y el Arlanzón. «Ha habido zonas con producción presentable y otras muy dificientes», mientras que Susana Pardo matiza que, por ejemplo, la cosecha de cebada ha sido «decente», el trigo «un poco flojo y para los productores de veza »ha sido el peor año de su historia«.
Ahora toca remontar, aunque los precios están siendo muy bajos pues no hay demanda y sí mucha oferta, se lamenta Delgado. Y esperar que no vengan tormentas que puedan dañar a la vid, por ejemplo, que está a punto de recolección, o a los procesos de patata, remolacha, maíz y girasol. «El agua siempre es buena», reconoce Delgado, salvo que vengan trombas, granizos o riadas. Ahora «ha llovido pero sin hacer daño».
Mientras, el agricultor está pendiente de la evolución de las plagas de topillo y conejo, pues no se acaban de poner en marcha medidas eficientes para erradicarlas, asegura Susuana Pardo. Mientras tengan alimentación, ambas especies seguirán reproduciéndose y de poco valdarán medidas como la caza excepcional durante la Media Veda, que se ha implantado para el conejo.
A juicio de Pardo hay que saber actuar con previsión y tomar medidas de control de la población para evitar llegar a un plaga, pues la situación aquí ya es incontrolable. Ahora solo queda esperar a que los hielos y las lluvias hagan mella en los topillos, que empezaron viéndose en la zona del Pisuerga pero ahora cogen cada vez más terreno de la provincia, amenazando futuras campañas.
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