La trágica historia del cornezuelo y su vinculación con Burgos

Este pueblo se ubica en el Valle de Manzanedo y recibe el apellido de un hongo del centeno que provocó millones de muertes a lo largo de los siglos

La enfermedad que provoca el cornezuelo se conocía como ‘Fuego de San Antonio o del Infierno’ y destrozaba los miembros del enfermo hasta la muerte más cruel

La trágica historia del cornezuelo y su vinculación con Burgos Iglesia de San Miguel de Cornezuelo. BC

Pocos pueblos de la provincia de Burgos tienen una etimología tan extraña como San Miguel de Cornezuelo. Su nombre, apenas estudiado, proviene del patrón que da nombre a su iglesia, el arcángel San Miguel. Pero lo más curioso es su apellido, Cornezuelo. Aún nadie ha sabido explicar por qué se le denomina así; y ni siquiera libros como el Becerro de las Behetrías o los censos realizados en el siglo XIX por Pascual Madoz, en los que se documenta todo el caserío de la zona, dan una explicación a ese nombre.

Cornezuelo, el apellido, podría llegarle a San Miguel como consecuencia de la pronunciación y degeneración de ‘Cornejo’ que es el nombre del castro que se ubica entre Cidad de Ebro y San Miguel, en el Valle de Manzanedo. Esa degeneración del nombre, Cornejo, hacia ‘cornejuelo’ y cornezuelo puede ser una explicación, pero no la única ni la verdadera.

El caserío de San Miguel conserva edificios señoriales. BC

El caserío de San Miguel conserva edificios señoriales. BC

El cornezuelo es un hongo que nace en la espiga del centeno y que encierra una historia misteriosa y alucinante, en el sentido estricto de las dos palabras. Durante siglos, los campesinos evitaban que un espigón negruzco fuese junto al grano cuando se cosechaba el centeno. Pero claro, no siempre lo conseguían y el hongo acababa mezclado con la harina, se incorporaba al pan, entraba en el cuerpo y provocaba una enfermedad, el ergotismo, que es una intoxicación causada por el ‘ergot’, que producía alucinaciones, delirios y episodios psicóticos, convulsiones muy fuertes, gangrena y la muerte.

Embrujo y licantropía

A quienes caían envenenados por el cornezuelo de centeno se les decía que estaban embrujados, y muchas leyendas centroeuropeas atribuyen a este hongo la transformación del ser humano en hombre lobo.

Para remediar la enfermedad, en plena Edad Media, los monjes de San Antonio hacían de liberadores del mal y eran conocidos por el tratamiento de esta condición, por lo que la enfermedad llegó a ser conocida como el ‘Fuego de San Antonio o del Infierno’. Están documentados casos extremos en Francia donde pueblos enteros sufrían de inexplicables alucinaciones, convulsiones, gangrenas en los miembros, e inclusive la muerte. La última muy reciente, en 1951 en el pueblo de Pont Saint-Esprit.

El diablo estaba instalado en ellos, el maligno los consumía, decían, y eran devorados en vida por el ‘fuego sagrado’ y ennegrecían como el carbón, con intensos dolores. El único tratamiento consistía en la peregrinación a Compostela. Y aquí llega la segunda parte de la historia en su vinculación con la provincia de Burgos: El convento de San Antón, al lado de Castrojeriz, donde se instaló la primera casa, en el año 1214, para tratar a estos enfermos. La ‘tau’ y la magia que la rodea era su talismán para curar. Nunca vacilaron ante la enfermedad y amputaban piernas y brazos que colgaban en la puerta del hospital para recordar que aquel lugar era sagrado y maldito al mismo tiempo. San Antón tendrá otro capítulo en esta colección.

De la misma iglesia brota este manantial de agua. BC

De la misma iglesia brota este manantial de agua. BC

Hoy es diferente la historia del cornezuelo. Las investigaciones médicas han determinado que la toxina de este hongo fue usada para provocar abortos y ahora se aplica para fabricar medicamentos contra las migrañas.

El pueblo

Volviendo a San Miguel, el pueblo guarda con celo varios tesoros. Quizá el más espectacular sea su iglesia, es posible que la mejor de todo el románico noroeste de la provincia de Burgos. Pero todo el conjunto urbano es digno de ser visitado. Su caserío guarda el sabor añejo de esa Castilla del siglo XVIII, una tierra a la que vuelven los indianos y establecen casas solariegas de gran valor arquitectónico.

Y como avanzábamos, su iglesia. El tímpano del templo muestra una tosca imagen de San Miguel que batalla contra un monstruo, una representación del diablo –quien sabe si el mal del cornezuelo representado en ese engendro—, sobre el árbol de Jesé conocido como el del bien y del mal.

Su cuidado ábside con canecillo y ventanas por la que se cuela en su interior una escasa luz; su fuente, que brota desde los mismos pies de la iglesia; y las estelas funerarias que hay en su exterior, convierten a la de San Miguel en una de las más bellas del entorno. Y una figura extraña que después se extendió a otros templos, la sirena de dos colas.