Gregorio Mayoral Sendino, el último verdugo de Burgos

Ideó su propio garrote, capaz matar de la manera más suave y rápida, al que denominaba “la guitarra’

Era un hombre metódico, muy preocupado por evitar sufrimientos innecesarios a los ajusticiados

El 24 de diciembre se cumplió el 154 aniversario de su nacimiento en Cavia

Gregorio Mayoral Sendino, el último verdugo de Burgos El tráfico está deteriorando el Arco de San Martín. PCR

“Con la música a otra parte”. Era la expresión con la que Gregorio Mayoral Sendino terminaba sus ejecuciones. Colocaba con mimo su instrumento en un maletín negro y volvía a su lugar de residencia en Burgos. Guardaba en una libreta, también negra, los acontecimientos que rodeaban cada una de las ejecuciones. Cómo era el reo y la reacción tras aplicarle el garrote. Una desgarradora crónica de cada una de las muertes, de las que era protagonista, en cierto modo, Mayoral Sendino, el último verdugo de Burgos.

‘No Matarás: Célebres Verdugos Españoles’ es el título del libro que rescató del olvido esta vieja profesión, la de verdugo. Y con ello, la figura de Gregorio Mayoral Sendino. El ensayo, de Salvador García Jiménez, se publicó en 2010 y sirvió para recordar que en España hubo un tiempo en el que existían funcionarios encargados de ajusticiar, de dar muerte por garrote vil a sentenciados. La pena capital estuvo vigente en nuestro país hasta 1975, siendo los últimos ejecutados dos militantes de ETA y tres del FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota), aunque no fue abolida hasta la Ley Orgánica de 1995.

Garrote Vil, el instrumento que utilizaba Mayoral Sendino. BC

Garrote Vil, el instrumento que utilizaba Mayoral Sendino. BC

Sin embargo, no sólo García Jiménez se ha hecho eco de la vida y avatares de Mayoral Sendino. Rodrigo Pérez Barredo, en Diario de Burgos, y la académica y letrada, María Jesús Jabato, también han indagado en los entresijos del burgalés. Ésta última ha publicado un interesante ensayo en el Boletín de la Institución Fernán González (nº 250), editado por la Diputación de Burgos. Si el lector quiere conocer a fondo la vida del último verdugo de Burgos, esta cita con el texto de la Institución es inevitable.

Aunque para comprender la figura del verdugo quizá la referencia audiovisual más interesante sea la película de Luis García Berlanga, rodada en 1963. La cinta cuenta la historia de José Luis, un empleado de una funeraria que proyecta emigrar a Alemania para convertirse en un buen mecánico. Su novia es hija de Amadeo, un verdugo profesional. Cuando éste los sorprende en la intimidad, los obliga a casarse. Ante la acuciante falta de medios económicos de los recién casados, Amadeo, que está a punto de jubilarse, trata de persuadir a José Luis para que solicite la plaza que él va a dejar vacante, lo que le daría derecho a una vivienda. José Luis acaba aceptando la propuesta de su suegro con el convencimiento de que jamás se presentará la ocasión de ejercer tan ignominioso oficio. Pero se equivoca. El resto de la historia narra la angustia de un hombre incapaz de matar una mosca.

Manos de artista

Pero, ¿Quién era Gregorio Mayoral Sendino? ¿Por qué ha pasado a la historia de la provincia de Burgos? Este burgalés, nacido en Cavia en el año 1861 (un 24 de diciembre), fue nombrado ejecutor de la justicia en 1890, y desempeñó este cargo durante 38 años, hasta su muerte en 1928.  Si por algo destacaba Mayoral Sendino era por su precisión y su firmeza en el patíbulo, sus “manos de artista” y su dedicación al perfeccionamiento del instrumental de las ejecuciones para evitar innecesarios sufrimientos a los ajusticiados.

Entre ejecución y ejecución, el burgalés mejoraba el garrote vil, o como Mayoral Sendino lo denominaba,”la guitarra”. Introdujo modificaciones hasta convertirlo en un instrumento óptimo, llegando incluso a considerarlo con categoría de invento y posibilidades de patente.  Era un aparato casi instantáneo: “Tres cuartos de vuelta y en un segundo, muerte”. Y es que Mayoral Sendino era un tipo meticuloso, que no quería infligir un tormento adicional al condenado por un mal estado del garrote, a diferencia de lo que hacían algunos de sus compañeros.

Y tanto fue su celo y la escrupulosidad de su experiencia que él mismo se llegó a probar el corbatín de hierro, tal y como relata María Jesús Jabato en esa publicación de la Institución Fernán González. Sentado en la silla macabra comprobó la altura del corbatín y sin inmutarse lo probó metiéndolo en su cuello. Es una referencia que toma la académica de la crónica de la ejecución de los reos Jesús Pascual Aguirre y Jesús Saleta.

El verdugo de Burgos vivía en el nº 7 de la calle Hospital de los Ciegos. PCR

El verdugo de Burgos vivía en el nº 7 de la calle Hospital de los Ciegos. PCR

El profesor José María Deira cuenta que Mayoral se dio cuenta desde su primera ejecución de que el “Garrote” tenía fallos que era necesario corregir, pues la muerte de aquella primera víctima fue costosísima y con enormes sufrimientos. Su lema se convirtió en “precisión y rapidez”, evitando errores e innecesarias pérdidas de tiempo, con el consiguiente alargamiento de la agonía del reo. Para eso fue reparando su herramienta hasta conseguir que funcionara con fluidez y, según sus palabras, se sentía orgulloso de haber conseguido “humanizar” el “garrote”.

Rechazo social

De todos modos, de nada le sirvió a Mayoral Sandino esos cuidados para que los ciudadanos dejasen de mirarle con malos ojos. Para el pueblo, la figura del verdugo representaba la peor y más cruel de las profesiones de la España de comienzos de siglo XX. Tal era el desprecio hacia la figura del verdugo y a su familia que, en alguna ocasión, el burgalés fue abucheado y apedreado por el vecindario tras dar garrote a algún ajusticiado. Jabato cuenta que su mala fama era tal que sus relaciones sociales se limitaban al trato con algunos jugadores y con los parroquianos del Ventorro de Benito, que estaba en el camino de Villatoro.

Jabato también recoge una entrevista que le realizaban a Mayoral en la prensa de la época y en la que se hablaba de sueldos y, curiosamente de dietas. Ante la pregunta por su sueldo, Mayoral respondía que cobraba 1.825 pesetas al año, pero que otros verdugos cobraban bastante más. Por ejemplo, el de Barcelona que llegaba a las 2.190 pesetas Aseguraba que también recibía dietas para gastos de viaje y respondía que en lo “Civil justificamos hasta el último céntimo inmediatamente cumplido el servicio”. Otros verdugos coetáneos de Mayoral vivían también pobremente y aislados de los vecinos. Era el caso de Casimiro Municio, el verdugo de Madrid, que residía a cien pasos del cementerio de la Almudena, en una casa pequeña y pobre.

El más famoso de España

Se hizo especialmente famoso al ajusticiar al anarquista italiano Michele Angiolillo, que asesinó a Cánovas del Castillo

Sin embargo, Mayoral Sendino fue también uno de los verdugos más famosos de toda España. El 20 de agosto de 1897 fue la fecha en la que el verdugo de Burgos alcanzó mayor notoriedad, al ejecutar con la técnica del garrote vil al anarquista italiano Michele Angiolillo, que asesinó al presidente del Gobierno, Antonio Cánovas del Castillo. Su asesinato tuvo lugar el 8 agosto de 1897 en el balneario de Santa Águeda, cerca de San Sebastián, donde el presidente tomaba las aguas.

Gregorio Mayoral, que fue pastor, zapatero, albañil y militar antes de dedicarse a la justicia de muerte, asumió siempre su oficio con naturalidad. Su primera ejecución fue en Miranda de Ebro en 1892 al reo Domingo de Bezares y acabó con la vida de 60 condenados. ‘El abuelo’, que así le llamaban sus colegas coetáneos, cerró su nómina de muertes con la de Guillermo Roldán, en marzo de 1928 en León. En la ciudad de Burgos, ejecutó a dos reos, Demetrio Fernández y Daniel Ayala, en 1904 y 1920.