Jorge Contreras, el fotógrafo de Burgos que quiere dignificar la vida de los pastores

Talento, humildad y trabajo son tres pilares de la vida de un burgalés de 26 años, Jorge Contreras Soto, comprometido en dar visibilidad a cosas invisibles a través de la fotografía y el video. En 2022 se lanzó a retratar la vida sencilla de los caminos desaparecidos de la trashumancia, de la rutina de los pastores de Cáceres que suben a las montañas de León a mantener con vida a sus ovejas y a experimentar otra manera de ser y estar en el mundo.

Todo ello lo ha plasmado en el libro de fotografías 'Los guardianes del Puerto de Pandetrave'. Cuando pase el tiempo, haya desaparecido el oficio y se lamente su pérdida, este libro será una joya y una herramienta del 'ministerio del tiempo' para revivir qué fue de aquellos pastores trashumantes.

El objetivo al final de este libro «no es tanto mostrar la trashumancia sino darle valor a lo que hace esta gente y dignificar lo que hacen», asegura Jorge Contreras. Apunta el autor que «más allá de la anécdota que puede suponer subir y bajar ganado a un puerto, que lo hacen dos veces al año», lo esencial «es el trabajo de esta gente, es el día a día, los detalles, las pequeñas cosas».

Lo que Jorge Contreras hace es vocacional. Esa llamada le llega desde la raíz más honda de su familia. La cámara de fotos es la herramienta que usa, pero lo que va por dentro se podrá hacer con esa cámara, con otra o con cualquier otro instrumento con el que se pueda contar la belleza. En el Renacimiento, Jorge habría retratado su entorno con un pincel y un lienzo o un cincel y una piedra.

Jorge busca retratar lo sencillo, contar la vida desde lo cotidiano. Ha mamado desde la vivencia familiar la riqueza de la tierra, del medio rural, de la naturaleza en su expresión más profunda; y fruto de ello es el primer trabajo profesional impreso con la fotografía como canal de información.

Confiesa que empezó a vivir la fotografía de una forma más profunda cuando empezó a fotografiar a su abuela, aunque las manifestaciones de Gamonal de 2014 fueron la espita abierta que le lanzó a ser notario de la realidad vista desde el pentaprisma de su cámara. Y su tío José, quien le metió el gusanillo de la foto. Cuando estudia Realización, Jorge empieza con el proyecto de 'Arrugas cotidianas' porque es entonces cuando le llega la inspiración de hacia a dónde debe ir su vocación.

Cambió el concepto romántico del chaleco de prensa y el enviado especial de guerra por lo cotidiano, mucho más prosaico, pero más pegado a la realidad: «Vi que esto no era color de rosas, que eso era algo complicado y que quizás no era para mí. Entonces, descubrí que lo cotidiano es importante y que muchas veces no nos damos cuenta de ese poder de la cotidianidad».

Jorge empezó a fotografiar a su abuela en su día a día. Se da cuenta del sentido que tiene compartir vida con una persona; «sobre todo con mi abuela y el hecho de poder estar fotografiando sus intimidades, sus reflexiones, sus momentos personales, sus momentos de silencio». Y a raíz de eso empieza a involucrarse, a mostrar un poco más «las cosas desde dentro».

La pandemia es un punto de inflexión. «Se ha detenido el mundo, las manifestaciones se han parado y yo tengo que tirar por otra vía porque hacer fotos a mi abuela está bien, pero hay muchas más cosas», se sincera.

Y se pregunta «¿qué realidad hay en el mundo rural que los medios no son capaces de contar? ¿Qué es lo que ocurre en la quesería de Leticia y Rebeca, que eran mis dos vecinas del pueblo? ¿O qué le ocurre a Diego con el rebaño que tiene en Santa Cruz de Juarros»?

Cuando acaba Iluminación y tiene que entregar un proyecto se plantea hacerlo sobre el mundo rural. Descubre que en su entorno hay mucha gente implicada en cosas interesantes «y yo creo que además son útiles para la sociedad». Y saca el primer número de Enraíza, una publicación diferente.

Pasado un tiempo, se fija en la trashumancia en la provincia de Burgos; se da cuenta de que ya no existe. Investiga y se encuentra con una experiencia de la Fundación Monte Mediterráneo. Van hacer una trasterminancia desde Prioro a Pandetrave. La trasterminancia es un recorrido de menos de 100 kilómetros entre dos términos. Y se anima a hacerlo.

Se implica en un proceso en el que el apoyo de sus padres y su tío Miguel es fundamental en su acompañamiento. La familia es para Jorge un pilar fundamental. Si sus padres le dan la vida, los valores, la educación y el sustento en su infancia, Miguel es un referente silencioso en el arraigo a la madre naturaleza, a la defensa de los valores más puros de la persona desde la militancia ecológica. En ese proceso también están los amigos. Jorge Contreras no se olvida del fotoperiodista Tomás Alonso, que más allá del cariño de amigo, «me ha aconsejado en cada paso que he dado», confiesa.

Convivió con los pastores 20 días. «Estuve tres, cuatro noches con ellos en una zona en la que no había ni agua ni luz, ni nada, estábamos allí en mitad de un pico». Allí estaban las ovejas, en el pastor eléctrico, su tienda de campaña y un manantial. Con uno de los pastores «dormían sus perros que no paran en toda la noche de moverse y ladrar y a lo mejor dormías 3ó 4 horas seguidas, de suerte y milagro».

Jorge reflexiona que «al final, la fotografía es sentimiento también. Y una de las maneras de captar ese sentimiento es la convivencia y el objetivo de buscar un poco más allá de simplemente sacar una foto». El recuerdo de José Rodríguez y José Morgado, los pastores, no lo va a olvidar Jorge en su vida y si el recuerdo quedara opacado por algún acontecimiento, el libro será el guardián de aquellos días de 2022 en los que un joven burgalés estuvo haciendo la trashumancia con los pastores de Cáceres en la provincia de León.

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