El ensayista norteamericano Ken Wilber escribió hace cuatro años un análisis sobre la victoria de Trump en el que llegaba a una conclusión interesante. El actual presidente norteamericano no habría conseguido esos resultados si no viviésemos en una cultura centrada en el nihilismo y el narcisismo. Nihilismo porque ya no existe un patrón de verdad ni un ranking moral. Y narcisismo porque solo importa la cultura del yo. Las redes sociales son el paradigma de esta diagnóstico: en ese canal no hay verdad que valga y solo importa el ego.
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El 'selfie' manda y puede que sea algo a lo que estamos condenados biológicamente. La investigadora de la Universidad Autónoma de Madrid Elisabet Alzueta ha publicado un artículo en el que relaciona nuestra obsesión por contemplar nuestro rostro con un mecanismo evolutivo; nos obsesiona lo que nos atañe de forma directa –nuestra vida, nuestra biografía– frente a otros contenidos secundarios. Por ello, la evolución a partir de los narcisos digitales no parece halagüeña.
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