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Las huellas del incendio todavía se dejan ver en la comarca del Arlanza. RRH
Un año después del incendio del Arlanza

El día en que la bestia del infierno acampó en el Arlanza

Los alcaldes de Silos, Quintanilla del Coco y Santibáñez del Val tienen un recuerdo imborrable en su mente... y en su alma. El fuego se llevó por delante 87 inmuebles en la última de las localidades. El infierno en vivo quebró la vida y el ánimo de todos. No hubo víctimas, pero las llamas sembraron con una capa de dolor la vida de los lugareños y visitantes

Sábado, 22 de julio 2023, 09:45

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La comarca del Arlanza y los parajes más bellos y limpios de Sabinares tienen una nueva vida. La naturaleza, sabia y detallista, ha regalado al lugar que fue devastado por un voraz fuego el 24 de julio del año pasado, una oportunidad más. Ni la mano del ser humano, ni la feroz acción de las llamas, han podido con la madre Tierra.

Aquel 24 de julio era un domingo más de un mes de julio caluroso y seco. La cosecha llamaba a su fin y muchas tierras eran ya eriales. Las milenarias sabinas albares y las carrascas oteaban desde mediana altura la canícula. La paz de una mañana de domingo era una calma chicha en Santibáñez, Quintanilla del Coco, Tejada y Santo Domingo de Silos.

La luz potente del sol a media altura del mediodía auguraba una jornada más de calor, pero no fue una tarde más. Las informaciones de la Junta de Castilla y León decían que el fuego se había iniciado en Tejada, al otro lado del monte. Al parecer una cosechadora había provocado la primera chispa que dio origen al fuego. El fuerte viento que soplaba en la zona hizo el resto.

Ana María García es la alcaldesa de Santibáñez del Val, el pueblo más afectado por las llamas aquel 24 de julio de 2022. Ese fin de semana ella estaba en Asturias. «Aquel día lo viví con mucha incertidumbre, porque no sabíamos qué pasaba. Y con frustración», explica. «Llamaba y la Guardia Civil no me atendía; todo fue muy raro», rememora.

«Llamaba y la Guardia Civil no me atendía; todo fue muy raro»

Ana María García

Alcaldesa de Santibáñez del Val

García apunta que cuando pasa una situación como esta «lo normal es el caos, porque nadie sabe lo que tiene que hacer ni cómo lo tiene que hacer ni adónde ir, porque es una una cosa muy inesperada y que sobrepasa a cualquiera». Sin embargo, la serenidad que mostró, sirvió para tranquilizar a los vecinos, incluso a los que tuvieron que huir, aunque fuera solamente «a través de los grupos de whatsapp».

Ella reivindica que quienes mejor conocen el monte y los pueblos «son las personas que viven aquí». Fue la gente del pueblo la que se encargó de realizar los cortafuegos y apunta que el fuego que entró «por la parte de arriba» lo hizo porque fue la zona «en la que no se hicieron los cortafuegos». Recalca que la gente del medio rural «sabe atajar las cosas, sabe encender un fuego y apagarlo también».

Emeterio Martín, alcalde de Santo Domingo de Silos, recuerda aquel día con una mezcla de esperanza y sufrimiento. El fuego «avanzaba muy deprisa, en cuatro horas recorrió diez kilómetros». El testimonio de Martín sobrecoge: «Pusimos en marcha un dispositivo que tenemos de los alguaciles, los concejales y los agricultores que tienen tractores; muchos ya estaban allí y llamamos a agricultores de otros pueblos haciendo surcos en las fincas para que el fuego no avanzara, pero la virulencia del viento era tan grande que las pavesas del fuego saltaban hasta 100 metros».

«El fuego avanzaba muy deprisa, en cuatro horas recorrió diez kilómetros»

Emeterio Martín

Alcalde de Santo Domingo de Silos

«Nadie entendía qué pasaba, porque era«un fuego muy raro, de repente, de donde no había fuego se prendía un árbol, el otro no se quemaba medio árbol», cosas curiosas. «Luego ya nos han ido contando que son fuegos de sexta generación que son muy traicioneros», indica. Este tipo de incendio va en corrientes de aire en espiral y alcanzan una altura de diez o veinte metros «con corrientes horizontales». Así, mientras una corriente «extrae la pavesa, otra corriente lo lanzan a bastantes metros».

Los sentimientos del regidor eran «de rabia, de impotencia, de apretar dientes y puños».«En un principio en Quintanilla vimos que lo dominábamos y conseguimos que el fuego no entrara al pueblo, salvo algún cobertizo». De allí fueron a Santibáñez. Martín recuerda que el incendio «subía hacia Barriosuso por el camino de la Vega». Y se tuvieron que detener: «Nos pidió la Guardia Civil que les ayudáramos a desalojar y empezamos de atrás hacia hacia la carretera por todas las casas, sacando a la gente que estaban empezando a comer».

En ese momento, recuerda Martín ya había dos frentes, el de la carretera y el de Mataviejas. «Por la carretera llegaba a Santibáñez y Silos y el otro frente hacia Covarrubias. El fuego giró por el monte dirigiéndose a Silos, y luego gira por el monte grande y parece que habían quedado los dos frentes de fuego para juntarse a las 18:00 horas de la tarde a la entrada al pueblo. Y ahí ya llega a los primeros edificios y hubo un momento que los dos campanarios dejaron de verse del humo que había en el pueblo», evoca Emeterio.

Las llamas corrían a gran velocidad. El fuego no entró en Quintanilla del Coco, pero el viento lo llevó hasta Santibáñez y Silos, y se cebó especialmente con el primero de ellos. El incendio estaba descontrolado definitivamente. Por mucho que los helicópteros se empeñaron en refrescar la zona y los bomberos tratar de combatirlo, «las llamas aparecía de repente, en remolino», confesaba el alcalde de Silos el fuego «se desplazaban sin control». Era el infierno.

Maribel Álamo es una vecina de Quintanilla del Coco y recuerda aquel día como si fuera hoy: «Estaba sentada a la sombra; el pueblo estaba rodeado de fuego por todos lados». Sin embargo esta recia mujer, profesora jubilada, mantuvo la serenidad y el aplomo. «No podíamos salir del pueblo porque estaba todo incendiado, cualquier salida de Quintanilla estaba bloqueada».

El alcalde de Quintanilla del Coco, Domingo Pozo, recuerda aquel día como si fuera hoy: «Fue muy rápido todo. El fuego llegaba con fuerza y había que actuar muy rápido». Pozo recuerda también que la acción rápida de los vecinos evitó una desgracia aún mayor.

«El fuego llegaba con fuerza y había que actuar muy rápido»

Domingo Pozo

Alcalde de Quintanilla del Coco

Una preocupación más alertó a Emeterio Martín. «A las 19,30 el fuego quemó los cables de comunicación». El medio para estar coordinados, el teléfono, dejó de funcionar. Y la red eléctrica no permitía bombear agua. «Fue una noche complicada».

Con el fuego castigando a Santibáñez, su alcaldesa no temió «por la vida de nadie en ningún momento», sabedora de que, pese al caos, estaba «informada de lo que estaban haciendo».

Por fortuna, a los dos días de comenzar el incendio, la actuación de los bomberos forestales, los de Burgos, los de los parques provinciales y la buena tarea de todos hizo posible controlar el incendio que no se dio por extinguido hasta dos semanas después de su inicio.

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