Lavadero del antiguo campo de concentración de Miranda. Celia Miguel

Se retoman las visitas al campo de concentración de Miranda, el último de la España franquista

Construido en julio de 1937, el campo de concentración de Miranda de Ebro retuvo a más de 60.000 presos de hasta 58 nacionalidades distintas

Celia Miguel

Burgos

Domingo, 23 de octubre 2022, 09:06

Apenas quedan vestigios, pero lo cierto es que el campo de concentración de Miranda de Ebro fue el más longevo de la España franquista. Inaugurado en 1937, a lo largo de sus diez años de vida apresó a miles de prisioneros que, en el mejor de los casos, subsistieron en nefastas condiciones.

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Sin embargo, muchas son las personas que ignoran la existencia de estos espacios de explotación y tortura construidos en suelo español. Por eso, el Ayuntamiento de Miranda de Ebro recuperó este sábado, 22 de octubre, sus visitas guiadas a los vestigios del campo «para que las generaciones presentes y futuras sepan lo que pasó y para que la historia no se repita», según argumentaba la concejala de Memoria Histórica, Begoña González.

El origen nazi

Situado en una finca de 42.000 metros cuadrados, el campo de concentración de Miranda de Ebro fue creado por el Bando Sublevado tras la ruptura del Cinturón de Hierro y la caída de Bilbao. Comenzó a construirse el 5 de julio de 1937 y, en apenas dos meses, ya funcionaba a pleno rendimiento.

A pesar de lo lamentable de las condiciones de la población reclusa, los militares empleados allí gozaron de la exclusividad de sus instalaciones, tal y como explica José González, uno de los investigadores del campo de concentración de Miranda. «Estaba formado por muchos barracones y otros edificios auxiliares para los oficiales, pero sobre todo destacaba una piscina destinada a dar confort a los nazis que eventualmente aparecían por el campo», subraya el investigador.

Imagen histórica del campo de concentración de Miranda.

Y es que diversas investigaciones atribuyen a Paul Wincer, miembro de la Gestapo y director temporal del campo de concentración mirandés, el diseño de una red de campos de trabajo creados en España al modelo alemán. Lo que quizá no imaginó Wincer es que, años después, serían los propios nazis quienes ingresarían en el campo, tras la caída del Tercer Reich, aunque no sin disfrutar de las prerrogativas derivadas de las simpatías ideológicas.

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La muerte entre las alambradas

El campo de concentración de Miranda se erigió en uno de los enclaves más relevantes del Bando Sublevado. Con una población media de unos tres mil setecientos reclusos, por allí pasaron más de sesenta mil presos de cincuenta y ocho nacionalidades distintas, aunque los más perjudicados, sin duda, fueron los propios españoles detenidos entre 1937 y 1940.

El desbordamiento de las cárceles franquistas propició la instauración de campos de concentración como el de Miranda donde los reclusos fueron utilizados como mano de obra esclava. Si bien no fue concebido como un campo de exterminio, existen pruebas irrefutables de que allí murieron centenares de presos, bien a causa del insalubre modo de vida o bien ejecutados de forma arbitraria.

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Recreación de uno de los barracones del campo de concentración de Miranda.

Hay constancia documental de la muerte de ciento cuarenta y tres prisioneros españoles y catorce internacionales, aunque las cifras reales se estiman muy superiores. Entre las víctimas mortales se encuentra Lorenzo Arnaiz Arteche, el abuelo de la zaragozana Liria Gracia Arnaiz. Natural de Llodio y militante de la UGT de Vizcaya, fue detenido tras la caída de Bilbao y recluido en el campo de concentración de Miranda, aunque no por mucho tiempo. El 22 de marzo de 1940 falleció a los treinta y tres años, en dudosas circunstancias.

A pesar de que en el parte oficial de defunción se diagnosticó una pulmonía mortal, Liria duda de la veracidad de esta información. «No está nada claro porque en su momento mi abuela fue a visitarle y le dijeron que se había escapado del campo; con lo cual, ¿que murió de pulmonía? Pues vete a saber de qué», lamenta la zaragozana.

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La Memoria Histórica como antídoto

El campo de concentración de Miranda de Ebro se cerró en enero de 1947, siendo el último de la España franquista en clausurarse. Tras la construcción de un complejo fabril en 1953, prácticamente desaparecieron las instalaciones del campo, pero un depósito de agua, un lavadero, la base de una torre de vigilancia y una caseta de guardias acreditan lo evidente. En efecto, en España también existieron los campos de concentración.

A pesar de que poco a poco han ido muriendo quienes sobrevivieron al internamiento, su historia persiste en la memoria de sus descendientes que reivindican la Memoria Histórica. Este es el caso de Liria Gracia Arnáiz, que defiende que «el reconocimiento de la realidad de la historia es una forma de curarnos» y además critica que «se sigue reclamando España como si solo fuera de una parte».

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El Ayuntamiento de Miranda de Ebro, por su parte, ha organizado una serie de visitas guiadas al campo que incluyen una visita al centro de interpretación permanente habilitado en el Centro Cívico Raimundo Porres. Allí se exponen documentos, fotografías, maquetas y reproducciones del Campo de Concentración de Miranda de Ebro: el último campo de concentración de la España franquista.

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