La unión y el trabajo vecinal que salvaron la iglesia de Congosto se convierten en libro
Un pueblo de cuatro vecinos restauró gracias a la implicación vecinal la iglesia del pueblo, el único edificio simbólico que quedaba en pie. Ahora han elaborado una memoria gráfica para que no se olvide cómo se unieron por un bien común, su patrimonio
Congosto es un pequeño pueblo burgalés que pertenece al municipio de Humada. Su historia puede ser similar a la de otros pequeños pueblos de la España vaciada. Se produce el éxodo rural, cada vez hay menos relevo generacional y los mayores van muriendo. Así los edificios también desaparecen. Parecía que la iglesia de Congosto estaba condenada a la ruina, pero un grupo de voluntarios del pueblo la salvó.
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Ahora han elaborado un libro que José María Ruiz, uno de estos voluntarios que salvó la iglesia, considera más «una memoria». Ruiz comenzó a trabajar en esta memoria en 2016, no quería que los cinco primeros años de trabajo de rehabilitación de la iglesia se perdieran. Y ahora este libro ya está a la venta, es casi una memoria gráfica de cómo un grupo de voluntarios consiguió salvar de la ruina la iglesia de un pueblo de cuatro habitantes que hacía décadas que no se abría para el culto.
El libro ya está a la venta en algunas librerías como Librería del Espolón. La historia se remonta, como recuerda Ruiz, al 2011 cuando se cayó el tejado del campanario y la torre estaba prácticamente derruida. «Era lo único que quedaba de Congosto», recuerda con pena Ruiz. Otros edificios significativos como la escuela, la fragua o las casas de los pastores ya se habían venido abajo. «Por eso nos esforzamos más en no dejar desaparecer el templo, porque si desaparecía con ella desaparecía prácticamente el pueblo», asegura Ruiz. Por ello, la restauración cobra importancia, porque era un símbolo de lo que podía ser el futuro.
Algo hay que hacer
«En 2011 cayó el tejado del campanario y dijimos que a algo había que hacer», recuerda José María. Rememora también con cariño como esta restauración ha sido «el motor para unir al pueblo. Yo me marché de Congosto con 10 años, tenía 60 cuando esto ocurrió y me volqué con ello. Nos empezamos a unir y cada vez éramos más gente del pueblo. Así empezamos a movernos y organizarnos para recuperar la iglesia», explica Ruiz.
Los vecinos empezaron a hacer lo que podían. Lo primero fue retirar los escombros del coro. En verano cayó el tejado y el 12 de octubre ya empezaron a retirar escombros. Y en una de estas jornadas de trabajo apareció un personaje digno de un libro 'el extraño', se trata de Alfredo Izquierdo. Ruiz explica que es un hombre de San Sebastián que les orientó en lo que podían hacer sin financiación, «utilizó internet para dar a conocer nuestro trabajo, cada vez acudía más gente. Retiramos los escombros, pusimos unas chapas de hierro encima de las paredes que quedaban para que la nieve y el agua no empapase las piedras. Y así aguantó el invierno. En primavera de 2012 ya conformamos la Asociación Voluntarios por Congosto», explica Ruiz.
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En 2014 ya habían conseguido recuperar el tejado de la iglesia, entero, también el campanario con sus paredes, su tejado y las bóvedas del coro. Fue un día de 2014 cuando el sacerdote, en un sermón impartido en la iglesia, calificó los hechos como «milagro». Para Ruiz se trata más del «milagro del trabajo y la unión de los vecinos».
Y es más, Ruiz achaca parte de este milagro al «extraño de San Sebastián y a la asociación. Esta iniciaba las acciones y tomaba la iniciativa. Así se recuperó la fiesta de Congosto que hacía unos 50 años que no se celebraba porque no había gente», explica.
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Y llegó el coro
Durante este proceso se contactó con un coro de Lasarte-Oria. «Nos dijeron que sí hacíamos una fiesta, cantaban. Y así durante seis años han acudido a cantar al pueblo de forma gratuita, es más, pagando su traslado ellos, su tiempo. En 2012 nos juntamos más de 100 personas, cuando habíamos previsto ser unas 40. Y esta fiesta se aprovechaba para recaudar dinero para la restauración», recuerda Ruiz.
Y así siguieron, haciendo ruido y, finalmente, la Diputación de Burgos les hizo caso y en la línea de subvención conocida como 'Convenio de las goteras' se adjudicaron 18.000 euros para esta obra. «Este es el único dinero extra que nos han dado y no llega para mucho, si mandamos hacer todo y no hacemos nada nosotros, no llega la cantidad», señala.
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Trabajo voluntario
Así que mucho del trabajo fue obra de los voluntarios, vecinos del pueblo, oriundos de Congosto y amigos. La Junta Vecinal también aportó una cantidad de dinero, no era mucho porque solo cuenta con cuatro vecinos empadronados. Los 18.000 se emplearon para abordar los trabajos más técnicos, aquellos que precisaban un proyecto y unas condiciones de seguridad.
Han sido diez años de trabajar y disfrutar trabajando y disfrutar de la unión. «El párroco se preguntaba para qué se iba a arreglar una iglesia de un pueblo con cuatro vecinos donde hacía años que no se decía una misa, pero es que es la nuestra, nuestro cariño, nuestros recuerdos, y aunque parezca que no vale nada, para nosotros sí. Así que el Arzobispado nos dejó hacer, que ya es mucho. Así que aquí se ha vivido un milagro, pero como un hecho de que algo que se consideraba imposible se ha convertido en realidad», asegura Ruiz.
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Lo que le da tranquilidad a José María es que «la iglesia no se va a caer, al menos no lo hará antes de que nos caigamos nosotros, todos los que hemos trabajado en ella».
Un libro que es recuerdo
José María comenzó con este libro en 2016 con la intención de que no se olvidara lo que habían conseguido en este pueblo burgalés. Pero su mujer, que era quien corregía, falleció. «Ahí se me quitó la ilusión y ahora una persona me ha vuelto a animar y he recuperado la ilusión», reconoce.
Porque este libro también es para los que han participado, «para que los que lo hemos vivido sigamos disfrutando de ello. El libro ha sido un proceso costoso, pero he vuelto a disfrutar con el proceso», asegura.
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No buscan beneficios con él, solo costear la impresión. También buscan que su pueblo no desaparezca antes que ellos. «En 2011 estaba prácticamente muerto, eran ruinas, hemos recuperado no solo la fiesta, también la ruta de los Piscárdanos», explica. Y es que mientras no había trabajo que poder realizar en la iglesia se encargaron de limpiar estos senderos del desfiladero. Y ahora, por ahí, es por donde realizan la Marcha de la
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