Marino, vendedor ambulante, atiende a sus clientes con cercanía en Las Quintanillas. AYTHAMI PÉREZ
Provincia de Burgos

La venta ambulante languidece pese a su importancia en la subsistencia del medio rural burgalés

Sin estos vendedores ambulantes muchos vecinos de la provincia de Burgos, sobre todo los más mayores, no tendrían acceso a diario a productos de primera necesidad | La despoblación afecta a estos trabajadores que acuden a algunos pueblos por cariño a sus clientes, no por rentabilidad

Lunes, 3 de mayo 2021, 08:09

Se habla mucho de despoblación, de repoblación, de la vuelta a los pueblos, de cómo atraer a generaciones jóvenes al medio rural burgalés pero se habla menos de los que siguen ahí, luchando por la subsistencia alimentaria de los vecinos del medio rural burgalés. Esa subsistencia alimentaria que facilita que algunas poblaciones rurales pueden seguir contando precisamente con eso, con población.

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Los vendedores ambulante de la provincia no son algo nuevo, desde los carros tirados por caballos hasta los camiones frigoríficos, estos trabajadores son un testigo vivo de cómo la despoblación afecta al medio rural burgalés. Por consiguiente, su volumen de negocio ha caído, han tenido que aumentar los pueblos de sus rutas para hacer crecer sus clientes y, aún así, no lo han logrado. Acuden a algunos pueblos de la provincia por cariño y compromiso con sus clientes, no por rentabilidad.

BURGOSconecta ha hablado con tres vendedores ambulantes de la provincia. Todos coinciden en la caída del negocio. Uno de ellos está a punto de jubilarse, en su caso hay relevo generacional, su hijo continuará con la carnicería pero solo en la tienda física, dejará el reparto. Lo mismo le pasa a otro vendedor, le quedan más de 15 años de trabajo y tiene asumido que no se jubilará con este negocio.

Aquí conocemos sus historias porque sus palabras son el verdadero reflejo de aquellos que trabajan por el medio rural burgalés desde los mismos pueblos. Sus palabras son la crónica de la provincia.

Pablo Arreba, panadero (Hortigüela)

«Hay pueblos a los que en invierno no sale rentable ir pero no les puedes dejar sin pan. Tantos años viendo a la gente se crea un vínculo especial»

Pablo heredó la panadería de sus padres y allí lleva toda su vida. Está a punto de jubilarse, algo que afronta sin ganas, y sigue trabajando con las ganas e ilusión de siempre. «Puedo decir que llevo aquí 65 años, nací entre panes», apunta. Su panadería, ubicada en Hortigüela, es un negocio familiar. «A veces contrato a alguien que nos ayude, sobre todo para hacer el pan pero el reparto lo hacemos en familia», explica.

Sale a repartir todos los días por unos 30 pueblos. Recorre la comarca de Lara, Covarrubias, Retuerta, Quintanilla del Agua, Puentedura, Barbadillo del Mercado o Contreras. Diariamente, los dos o tres repartidores en función de la época del año, de esta panadería recorren unos 200 kilómetros. Dependiendo de la época del año y de la población de los pueblos a algunos acude todos los días pero hay otros a los que no, a los que se va tres o cuatro días. Tantos años y kilómetros a sus espaldas le hacen conocer bien la provincia, por lo que se sabe organizar bien.

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Reconoce que hay muchos pueblos a los que se acude por la cercanía y cariño con los vecinos, «veo que la gente está contenta, eso me estimula a seguir. Me tienen cariño y yo a ellos también, por eso no tengo muchas ganas de jubilarme. Esto ha sido mi vida y es lo que me gusta, hacer pan y el reparto, el trato con la gente». Aunque hay pueblos que no revierten mucha rentabilidad, «pero se compensa con otros o con otras épocas del año», afirma.

«Se nota mucho del invierno al verano. Los inviernos son malos. Ahora no queda apenas gente en muchos pueblos. En cambio, los veranos son tremendos, sobre todo en agosto. En este mes hay pueblos que llegan a tener 40 o 50 personas cuando en invierno solo viven cuatro o seis», explica. Y reconoce la realidad, «hay pueblos a los que en invierno no sale rentable ir pero no les puedes dejar sin pan. Tantos años viendo a la gente se crea un vínculo especial. Nos precian y les apreciamos mucho».

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Salir todos los días a la carretera en una provincia en la que muchas vías son estrechas y con muchas curvas y cuestas no es fácil pero «los inviernos son menos duros que antes», explica. Tras su jubilación su mujer y su cuñada continuarán con el negocio y espera que su hijo también coja el relevo.

Estas dos ideas enlazan con el siguiente vendedor, Jesús Tello, carnicero de Huerta de Rey que en breves se jubilará tras 55 años dedicándose a esto y cuyo hijo seguirá con el negocio pero duda de que continúe con el reparto.

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Jesús Tello, carnicero (Huerta de Rey)

«Hay días en los que en algún pueblo no sale ningún vecino»

Jesús lleva más de 55 años en este oficio. Él es carnicero, tiene la tienda física en Huerta de Rey pero también reparte por muchos pueblos de la provincia burgalesa. Reconoce que el volumen de negocio ha caído mucho en los últimos años. La despoblación la ha sentido en primera persona, «es una ruina, yo estoy hecho a la carretera pero es muy duro. Ves que el volumen de negocio baja y sigues haciendo los mismos kilómetros, los mismos o incluso más gastos».

«Hay días en algún pueblo en el que no sale ningún vecino. Hay pueblos en los que con acudir un día a la semana es suficiente», evidencia. Pero él sigue acudiendo, por la cercanía con sus clientes de siempre. «Conocemos a los vecinos, se hacen mayores y, en algunos casos, vamos hasta la puerta misma de la casa de cada uno, si sabemos que están mal o que les cuesta moverse».

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«La despoblación nos ha afectado mucho. Mi hijo quiere seguir con la carnicería pero sin el reparto. Se pierde dinero y empleas mucho tiempo yendo a pueblos en los que no sale nadie. Es triste, da pena, pero es así», lamenta.

Marina Galerón, comerciante (Villandiego)

«En los 27 años que llevo trabajando en esto he aumentado un 300 por ciento los pueblos a los que reparto y vendo menos que cuando empecé»

Marino con su camión en Las Quintanillas. AYTHAMI PÉREZ

Marino Galerón, comerciante ambulante de Villandiego, no cuenta con tienda física, todo su negocio es de la venta ambulante. Carga en Burgos, en Pentasa 3 el pescado, en Villafría en el mercado de frutas y hortalizas, y se lanza a las carreteras burgalesas.

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Marino llega a los pueblos y llama a sus clientes por su nombre, conoce lo que quieren, bromea con ellos. Lleva desde el año 1994 dedicándose a esto y señala los cambios del negocio. La alegría con la que atiende a sus clientes se transforma en seriedad cuando afirma, «en los 27 años que llevo aquí he aumentado un 300 por ciento los pueblos a los que reparto y vendo menos que cuando empecé. He tenido que aumentar la ruta para poder aumentar el volumen de negocio».

Marino pone de relieve una realidad, «si los vendedores ambulantes dejamos este negocio, se pierden puestos de trabajo en el medio rural. El que se jubila tampoco puede traspasar el negocio. Tengo claro que no me podré jubilar con este trabajo, no podré aguantar los más de 15 años que me quedan de trabajo con este negocio», lamenta.

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Además de la despoblación, Marino señala otra realidad, «ahora la gente de los pueblos se mueve mucho más. Cuanto más cerca estás de Burgos capital es peor porque acuden más a comprar allí, van a trabajar y compran o acuden al ocio y aprovechan para comprar». «Todo eso de que la gente va a volver al pueblo es mentira y los jóvenes que llegan se mueven mucho», afirma.

Lamenta que la gente haga comparaciones con las grandes superficies, cuyo volumen de negocio les permite dejar los precios tan bajo que son imposibles para los pequeños vendedores. Pero, a cambio, Marino llega hasta la puerta de los vecinos, rezuma amabilidad, cercanía, aporta momentos sociales en lugares con pocos vecinos. El acto de comprar se convierte en una oportunidad de socializar. «La relación es muy cercana, nos sabemos su nombre. Hay pueblos que no son rentables y vas por no abandonarles», explica.

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Marino es rotundo, «no sale a cuenta la venta ambulante, ningún organismo nos ayuda y tenemos muchos gastos. El vehículo vale mucho dinero, conlleva mucho desgaste, carburante».

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