Microclima y patrimonio

Los cambios de temperatura en el interior de los templos dificulta su conservación

Manuel J. Tello

Domingo, 25 de octubre 2020

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Todos hemos visto con tristeza el deterioro de alguna parte de nuestro patrimonio artístico-cultural, pero fijémonos en el que está asociado a las variaciones del microclima del lugar en el que se localiza el bien patrimonial, en particular, en entornos cerrados como las iglesias y catedrales. En ellas, los cristianos y visitantes han sufrido durante siglos, sobre todo en las zonas frías, condiciones de humedad y temperatura adversas. Aunque también se disfruta de su temperatura moderada cuando en el exterior el calor es agobiante. Para hacer los templos más confortables, en muchos de ellos se instalaron sistemas de calefacción. Instalación que provoca problemas en artesonados, frescos, pinturas, esculturas, etc.

Durante siglos, el patrimonio de los templos se fue adaptando a su microclima interior, cuyas fluctuaciones naturales eran pequeñas y lentas, incluso para climas severos. Estas condiciones fueron alteradas drásticamente cuando se decidió proporcionar confort térmico. Esta alteración generó problemas al patrimonio cultural del interior de los templos, relacionados con la humedad.

En estos edificios, los muros y el subsuelo, y algunas veces los tejados por falta de mantenimiento, estaban escasamente saneados. Por ello era usual que su interior registrase un alto índice de humedad. Con la calefacción, en una o dos horas, este se baja notablemente. Este cambio brusco del microclima en tan poco tiempo ha sido una importante fuente de deterioro.

Para evitarlo, después de algún tiempo, se eliminaron las fuentes de humedad. La más importante era la del subsuelo, pues había catedrales por debajo de las cuales circulaba agua. El otro problema importante estuvo relacionado con los cambios bruscos de temperatura y los gradientes térmicos causados por las alturas y los pésimos diseños de las calefacciones. Sobre todo las de aire.

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Estas dos circunstancias adversas pueden provocar tensiones internas y superficiales de los materiales, tanto en los de construcción como en los de soporte de obras de arte. Estas generan la aparición de despegues, fisuras, cambios de color, etc. Las fluctuaciones térmicas, junto con la humedad, también afectan a los ciclos de disolución, cristalización y rehidratación de sales. Algo muy dañino para la propia obra de arte o para los materiales estructurales de la misma.

El deterioro también depende del tiempo que dura la perturbación. No es el mismo en un templo que se calienta una hora, un par de días a la semana, que otro que se caldee tres horas diarias. Desde hace unos 20 años se están mejorando, apoyados en la Ciencia, todos los sistemas de calefacción de los templos en España con el objetivo de evitar que los citados cambios del microclima acaben por dañar el patrimonio. Una especialidad que, además, genera muchos puestos de trabajo para conservadores e investigadores.

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