Rubén Sáenz, el profesor burgalés nominado a los premios al mejor docente. Cristina Vetia

El profesor de Burgos que aspira a ser el mejor docente de España

«Tenemos que atrevernos a soñar en grande», asegura el burgalés Rubén Sáenz, actualmente profesor en psicología en el IES Sierra de Ayllón y nominado a los premios nacionales al mejor docente

Raquel Romero

Burgos

Domingo, 17 de noviembre 2024, 09:31

Burgalés de nacimiento, Rubén Sáenz es uno de los seleccionados en los premios VIII Educa Abanca 'Mejor docente de España 2024'. El joven, actualmente profesor de psicología en el IES Sierra de Ayllón, trabajó como orientador educativo el pasado curso académico en el IES Cardenal Sandoval y Rojas de Aranda de Duero y fueron sus alumnos arandinos quienes le presentaron a este concurso.

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Con una breve trayectoria recorrida en el mundo educacional, Sáenz, a sus 27 años de edad, es uno de los 23 profesores que optan a ser el mejor docente del país de este 2024, todos ellos seleccionados de entre más de 2.000 nominaciones a nivel nacional. Contando con él, son sólo dos los profesores de Castilla y León que han sido designados para dichos premios.

«Cuando tú pones pasión y compromiso, ese paso que parece pequeño en realidad es muy grande, porque está moviendo resortes que aún no vemos», asegura el joven, sumamente agradecido a sus «chicos y chicas del Sandoval» por haber propuesto su participación para estos galardones.

Rubén como profesor del IES Sierra de Ayllón. Cristina Vetia

Dicho reconocimiento sería para el burgalés uno más en su lista de méritos. A su corta edad, ha logrado un premio extraordinario en la carrera de pedagogía y otro en el máster de profesorado de orientación educativa, además de un tercer puesto en el ranking nacional de graduados en dicha disciplina en 2021.

No obstante, no sabrá si es uno de los 10 nominados para la fase final del Mejor Docente 2024 hasta el día 15 de diciembre. La entrega de premios será el 15 de marzo de 2025 en A Coruña.

Una vocación tardía tras un sueño pendiente

Con un futuro incierto lleno de incógnitas sin respuesta, Rubén finalizó la educación secundaria obligatoria y se decantó por el bachillerato de ciencias, lo que le llevó posteriormente a comenzar el grado en químicas en la Universidad de Burgos. A su vez, recibía clases de piano en el conservatorio de la capital.

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«Y aquí empezaron las dudas, o hacía las artes o hacía las ciencias», narra el burgalés. Sin embargo, pronto se despejaron esos interrogantes y encontró su verdadera vocación en la misma universidad: la pedagogía, una profesión que le llegó a Rubén tras un propósito y varias vivencias personales. De este modo, el joven dejó a medias el grado en químicas y se lanzó a estudiar la carrera de su otra inclinación profesional. Opositó por primera vez en 2023 y en 2024 ya estaba trabajando como docente.

Rubén Sáenz como orientador educativo en el IES Sandoval y Rojas, Aranda de Duero. Cristina Vetia

«El mayor riesgo no es que apuntemos muy alto y fracasemos sino todo lo contrario, que apuntemos muy bajo y triunfemos», asegura Rubén Su objetivo es trabajar el sentido del error en las vidas y aplicarlo en su clases.

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«Tenemos una manía muy dañina de ayudarnos a nosotros mismos y si a un niño que está aprendiendo a andar solo le llamamos la atención en 24 horas por todas las veces que se cae o por las pocas veces que se ha levantado, una cosa está clara y es que hoy en día nadie andaría», sostiene el de Burgos.

Más salud mental en las aulas: «somos piezas clave en su desarrollo»

La salud mental y el bienestar emocional son dos aspectos a menudo «devaluados» en el sistema educacional, sobre todo en zonas rurales de Castilla y León, así lo cree Sáenz.

Desde su posición como docente, el joven lucha por implantar medidas de mejora en este ámbito, además de incidir en la prevención del suicidio y de la conducta autolesiva en jóvenes y adolescentes y también en la promoción de causas sociales, como el movimiento LGTBI.

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«Somos profesores, agentes socializadores de primer orden, somos escultores de su mentalidad, de su sistema de valores. Influimos en su identidad social, personal y cultural. Somos piezas clave en su desarrollo», asegura el burgalés.

Él busca ser el máximo apoyo para sus alumnos, un pilar, un sostén. Por ello, aparte de dar clases participativas para que todos puedan tener su lugar, lleva sus lecciones más allá, «pasa las barreras del instituto» y traslada sus enseñanzas «a la calle, a la sociedad» y busca que cada uno de los estudiantes puedan dejar su huella en «el municipio donde se encuentra el centro educativo».

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