Los hosteleros cierran la feria de tapas con un balance positivo a pesar de la incertidumbre inicial

La Feria de Tapas de la Fiestas de San Pedro y San Pablo 2022 llegaron a Burgos con incertidumbre. Apenas diez días antes del comienzo de las fiestas las casetas no tenían ubicación confirmada tras el cambio que se realizó por parte del área de Festejos del Ayuntamiento de Burgos.

Sin embargo, finalmente pudo recolocarse las casetas en el Paseo Sierra de Atapuerca y los burgaleses han podido disfrutar de las 15 casetas que han conformado la feria que comenzó el jueves 23 de junio. En esta ocasión, ocho de estas casetas han estado ubicadas en el Paseo Sierra de Atapuerca y siete en el Paseo del Espolón.

Ahora, el último día de esta feria, los hosteleros comienzan a hacer balance de los primeros Sampedros después del parón por la covid-19. Unas fiestas que han tenido días de mucho calor y otros de frío más propio del invierno. Aunque en general, y si en algo coincide la mayoría, es en que los burgaleses tenían muchas ganas de volver a salir a las calles y celebrar.

«Hemos tenido mucho trabajo, ha habido menos casetas que otros años y la gente se ha amontonado más», explicaba Adrián, de Las Espuelas del Cid. «El primer día, sobre todo, se ha notado que había ganas de fiesta, ha salido mucha más gente, los últimos días se ha tranquilizado un poco», continuaba. Además, el tiempo ha jugado un papel importante, porque junto a los días de calor asfixiante donde apetecía consumir, también se han alternado días de mucho frío en los que era más complicado estar en la calle, especialmente con los niños más pequeños. «Por la noche corría mucho el aire y la gente se iba antes a casa», lamentaba Adrián.

Pablo, de El Callejón, no compartía la opinión de Adrián en cuanto a haber tenido más trabajo, en su caso, aseguraba, la carga de faena había sido «la normal». «Al final, quitando Sampedros, el Parral y cuatro días más somos de darlo todo en un día», confesaba. Sin embargo, reconocía que están «contentos». «Se han igualado o superado las expectativas que teníamos», aseguraba, y explicaba que al haber deslocalizado los puntos neurálgicos de las fiestas (las barracas, los fuegos artificiales, los conciertos y la feria de tapas) la gente se ha tenido que distribuir por la ciudad. «Esto es tipo pasillo, están menos concentrados, pero el Espolón es más bonito y si hace sol tenemos sombra», finalizaba.

También en el Paseo del Espolón estaba localizada la caseta de La Penúltima. En ella, como en el resto de las que conformaban la feria en esta localización, se afanaban en preparar consumiciones para los burgaleses que comenzaban a llegar tras ver a los Gigantillos danzar en la Plaza Mayor. En balance, por parte de José Antonio, es más pormenorizado: «El primer viernes y el sábado, cuando se abre la feria, la gente tiene ganas de salir, hay dinerito y sí que salen. Se trabajó bien. El domingo también. Pero en cuanto se acaban los fuegos y el aire frío hace acto de presencia la gente se marcha a casa», explicaba.

Después del primer fin de semana de fiestas llegó un lunes flojo «porque se trabaja y porque tampoco hay dinero para todos los días» y el martes, víspera de Sampedro, aunque esperaban «más» lo catalogan como un buen día. «El vermú estuvo flojo, pero la noche no estuvo mal, se trabajó bien, pero en cuanto se terminaron los fuegos volvió a quedarse todo vacío», recordaba. El jueves el frío fue su principal enemigo y la jornada fue «muy floja». El viernes llegó el cambio de mes, «hay gente que se fue ya de vacaciones y otros se han ido a los pueblos a comer a casa de los abuelos».

A pesar de ello, el balance general lo tiene claro: «Estamos contentos». «Llevábamos dos años sin montar, la gente ha respondido. Lo que ha sido nefasto ha sido la gestión del Ayuntamiento. El viernes abríamos a las 20:00 horas y había casetas en el Paseo de Atapuerca que no tenían luz a las 11 de la mañana. Tampoco tenemos baños a los que poder ir los trabajadores», denunciaba.

En el Paseo de la Sierra de Atapuerca también apuraban la última jornada de tapas entre música y mucho calor. Al frente de la caseta de El Columpio estaba Andrea que reconocía que la feria había estado «muy bien». «La gente ha salido con muchas ganas, ha venido mucha gente, hemos tenido mucho frío, mucho calor, mucho de todo», enumeraba.

Como pasaba con los hosteleros del Paseo del Espolón, también reclamaban la ausencia de «baños para los trabajadores». «Hemos ido a los bares de al lado, pero siempre eso aumenta las colas», afirmaba. Sin embargo, y a pesar de ello, lo tiene claro: «El balance ha sido muy bueno».

También satisfecho estaba Víctor Izquierdo, el coordinador de las casetas. «La feria ha ido muy bien», manifestaba. «Sí que es cierto que al haber diversificado la actividades por toda la ciudad se ve menos fuerte, pero nosotros con las casetas hemos tenido problemas burocráticos y de tiempo porque se ha decidido muy tarde, pero ha salido hacia adelante», reconocía.

El cambio de esta feria ha hecho que los hosteleros hayan ganado en «calidad de gente». «Tenemos un media de edad mayor y creo que ha estado muy bien. No hemos tenido ni un solo incidente, nos ha gustado mucho el Espolón porque tiene su microclima independiente, nos ha gustado mucho esta zona aunque no tenemos todos los medios a nuestro alcance de desagües y luz. En la otra zona las inclemencias del tiempo se nota mucho más», analizaba.

La peor parte de este balance se la lleva la tardanza con la que se organizó la propia feria y las trabas con las que se encontró a la hora de entregar la documentación de los hosteleros. «Creemos que el Ayuntamiento, este o el que esté, tiene que llegar a una cuenta con nosotros para sacarlo adelante, una subvención con antelación, apenas nos dan nada, económicamente cero, y damos un buen toque a las fiestas de Burgos», aseguraba.

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