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Teresa conduce a su rebaño. Silvia García Rojo
Una de cada cinco mujeres reside en pueblos de menos de 1.000 habitantes

Una de cada cinco mujeres reside en pueblos de menos de 1.000 habitantes

El cuidado de ancianos se ha convertido en la salida laboral para muchas de ellas en el medio rural

Silvia G. Rojo

Salamanca

Martes, 15 de octubre 2019, 07:17

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Despoblados y masculinizados. Esas son dos de las características que presentan los pueblos de Castilla y León. De los 2.248 municipios que se contabilizan, 2.006 tienen menos de 1.000 habitantes según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) y en ellos tan solo viven una de cada cinco mujeres censadas en la región, 1.222.801 en todo el conjunto de la comunidad. Salamanca, con 36.950 mujeres, representa el 24% del total de esa población femenina que se asienta en los núcleos inferiores al millar de vecinos.

Teresa y su rebaño. S. G.

«De pequeña me daba vergüenza que me vieran con las ovejas»

Ordeñar, atender el ganado, hacer queso, organizar pedidos, acudir a ferias o pastorear son las muchas tareas que debe conjugar Teresa Risueño, ganadera de ovino y quesera asentada en la pedanía de Sanjuanejo. «Tenía claro que quería dedicarme a esto, llevo 19 años, y en esto voy a continuar a no ser que las administraciones no nos dejen», ironiza, pues tal y como se escucha en más ocasiones de las deseadas, «perdemos más tiempo en hacer papeles que en atender al ganado».

El negocio de Teresa venía de sus padres, «esto supone una inversión muy grande, muy difícil de afrontar si no es así». Asume que cerrar el ciclo de producción y transformación con el Queso Artesanal Miróbriga es lo que salva sus meses pues «al precio que está la leche o es por el queso o habría cerrado».

Vivir en un núcleo que no supera los 50 vecinos no representa ningún problema para Teresa, «estoy al lado de Ciudad Rodrigo donde tengo de todo, tardo cinco minutos en ir al supermercado o a comprarme unos pantalones». También es en esta localidad o en Salamanca capital donde debe acudir a efectuar todo tipo de gestiones.

Su visión, o al menos su experiencia, la lleva a afirmar que «una mujer se puede ganar la vida en un pueblo como un hombre», al tiempo que reconoce que cuando era una niña «me daba vergüenza que me vieran con las ovejas, ahora es motivo de orgullo para mí y la gente no se extraña, está acostumbrada a verme con ellas». El futuro que le ve al campo es poco alentador, «el que sigue en esto tiene más cosas».

El momento es apropiado para poner sobre la mesa los datos, teniendo en cuenta que el 15 de octubre se celebra el Día de la Mujer Rural, marcado en rojo desde el año 2007 por Naciones Unidas con el objetivo de reconocer el papel decisivo de las mujeres en el desarrollo, la seguridad alimentaria y la erradicación de la pobreza.

Tradicionalmente, el papel de la mujer ha sido invisible en esos núcleos rurales. Se ocupaban a partes iguales de las tareas domésticas y de las actividades agrarias, pero sin estar reconocidas, al menos de manera oficial, esas labores.

Raquel muestra uno de los vestidos cosidos por ella misma. S. G.

«Aquí las únicas opciones son la residencia o coger un rebaño»

Hace 14 años que Raquel y su marido decidieron cortar con su vida en Irún y regresar al pueblo de sus orígenes, Casillas de Flores, un lugar que comenzó a sonar en toda España a través de las apariciones televisivas del ganadero José Pinto. «Queríamos un cambio de vida, tener más hijos y que no me los cuidara mi madre», justifica.

Tras unos años trabajando en el cuidado de ancianos, «primero a una señora con la cadera rota, luego en la residencia de la localidad y eso que nunca había trabajado con gente mayor», esta mujer ha decidido que quiere convertir su afición a la costura en un proyecto empresarial y en eso anda, preparando material para dar el salto, seguramente, este invierno.

Se queja de que «todo son trabas cuando quieres emprender algo nuevo» y sueña con la posibilidad de tener un pabellón de costura en el que pudieran trabajar varias mujeres en un pueblo en el que no viven más de 120 personas. «Aquí las únicas opciones son la residencia o coger un rebaño» por lo que insiste en reclamar «facilidades» y aclara: «Esto no quiere decir que tengamos que estar libres de impuestos, pero sí que nos faciliten las cosas, los pasos a dar y el jaleo burocrático».

En su pueblo hay una tienda en la que la venta de carne es por encargo, «lo entiendo»; un bar y sobre todo, mucha tranquilidad. «Me niego a salir, estoy feliz con la calidad de vida que no tenía antes y tengo muchas aficiones».

El pueblo también ha atraído a una estudiante de Viena que pasará todo el curso con esta familia desplazándose a diario a Ciudad Rodrigo.

La denominada titularidad compartida de las explotaciones agrarias se planteó en 2011 como un avance para que la mujer entrara de hecho y de derecho en ese mundo laboral, pero a pesar de ser Castilla y León la comunidad que cuenta con un mayor número de explotaciones en este régimen, el proceso es lento y el salto más significativo se ha experimentado entre los años 2017 y 2019, pasando de 99 a 229 en agosto de este mismo año. El objetivo de la consejería de Agricultura y Ganadería es llegar a las 300 titularidades compartidas y brindar asesoramiento a un mínimo de 1.000 mujeres al año en materia agraria, agroalimentaria y desarrollo rural

Otro dato significativo dentro del capítulo agrario se aprecia en el número de perceptores de las ayudas de la Política Agrícola Común (PAC), unos 80.000 en la región, de los que el 28% (18.750) son mujeres, si bien es cierto que el 43% de ellas tienen más de 65 años.

Raquel y Hortensia hablan con Teresa Valentín, de 101 años, la residente de mayor edad del centro que gestionan. S. G.

«Desplazas a tus hijos para estudiar, pero no para otras actividades»

Las tres gestoras de la residencia de ancianos de Ituero de Azaba HRI: Hortensia Díaz, Raquel Sánchez e Isabel González tenían trabajo cuando decidieron dar el paso y ponerse al frente de este negocio. Es más, Hortensia y Raquel continúan viajando a diario a Ciudad Rodrigo porque siguen manteniendo sus puestos. «Nos lo tomamos más como un reto que como otra cosa, no es que necesitáramos el trabajo porque ya teníamos uno», comentan.

Se muestran orgullosas de lo aprendido durante estos más de cinco años, «nos ha enriquecido mucho», al tiempo que destacan la contribución que hacen al pueblo en el que residen.

«Algo se ha notado en el pueblo porque hay trabajadoras que se han censado, todo lo que se puede se compra aquí y la mujer del pueblo que ha tenido titulación y ha querido, ha entrado a trabajar». En total, 14 mujeres y 22 residentes dan forma a este centro de propiedad municipal.

«Quitando las caravanas tengo el mismo día a día que uno que trabaja en Madrid», comenta Raquel que llegó a Ituero hace 20 años.

Reivindican la felicidad de vivir en el pueblo, «esto es otra calidad», añade Hortensia, quien destaca que en el caso de la educación de los hijos «no lo tenemos tan fácil, hace años que no hay escuela y para estudiar los desplazas, pero no les llevas a otras actividades como el fútbol porque no van a estar todo el día en el coche».

Lamentan el envejecimiento del pueblo, «detrás de nosotras no hay nadie, hay ya gente de 70 años» y concluyen que «las medidas contra a despoblación tendrían que haber empezado hace 25 años, ahora la gente se ha ido fuera».

Si se palpa la realidad actual de los pueblos parece que el campo, en toda su extensión, ha quedado en un segundo plano para las mujeres y el cuidado de ancianos, bien sea a través de lo que se denomina ayuda a domicilio o en residencias, se ha convertido en el primer nicho de trabajo de las que viven en todos esos pueblos.

Hablar en términos estadísticos resulta más complicado, el último informe de la Junta sobre La Mujer en el Medio Rural se realizó en 2007, «esta estadística ha dejado de realizarse, al no estar incluida en el vigente Plan Estadístico».

El Día de la Mujer Rural coincide con la Fiesta de Santa Teresa de Jesús, primera doctora de la Iglesia, quien dijo algo que quizá podría invitar a reflexionar en el momento actual: «No podemos hacer grandes cosas, pero sí cosas pequeñas con un gran amor».

En este artículo se recogen esas cosas que se podrían entender como pequeñas, pero a las que todas las protagonistas, residentes en pueblos de menos de 1.000 habitantes, le ponen un gran amor. Todas las historias se sitúan en la comarca de Ciudad Rodrigo, pero las dificultades a las que deben enfrentarse en su día a día son las mismas que las de cualquier otra ciudadana del medio rural.

Lourdes, en el despacho de la Alcaldía de Fuenteguinaldo. S. G.

«La ciudad está de moda y la gente no quiere vivir en los pueblos»

Lourdes Palos está al frente de uno de los pueblos que, tradicionalmente, ha sido referencia en la comarca de Ciudad Rodrigo, sobre todo, por la fama de sus jinetes.

Muy lejos quedan los 1.000 o incluso, los 2.000 vecinos que llegó a sumar 'guinaldo', 630 en la actualidad, y como asume la edil, «esto cada vez está más envejecido y la juventud no tiene opciones porque no hay negocios que puedan servir como aliciente».

«Las mujeres trabajan en la residencia, en ayuda a domicilio y varias se han animado con la ganadería», pero como en tantas ocasiones, el negocio venía de familia.

La misma Lourdes, que no cuenta con dedicación municipal, trabaja en la residencia del pueblo, «voy todo el día a la carrera, combinando los turnos, el ayuntamiento y mi casa, pero aunque ahora estoy más pillada, me organizo».

Su objetivo es «hacer la vida más agradable a todo el mundo» y no deja de soñar con la fórmula que permitiera que los jóvenes se quedaran en el pueblo, «habrá que barajar posibilidades», aunque es igualmente consciente de que hay gente que aun con opciones para desarrollar su vida, prefiere las urbes. «La ciudad está de moda y la gente no quiere vivir en los pueblos».

En su caso, no hay medias tintas: «Quitando un año en Madrid, siempre he vivido aquí y no lo cambio por nada. Mi marido tampoco».

Eso sí, reclama «que se mire más por el medio rural porque si esto sigue así va a ser la España vaciada pero de verdad».

Algunas de estas mujeres viven en pueblos en los que el médico pasa consulta tres veces a la semana. «Ya sabes que el resto de días si necesitas algo tienes que ir al pueblo de al lado», comenta Hortensia Díaz, gestora de una residencia en Ituero de Azaba (223 habitantes). A la lista de carencias, en este caso, comunes a hombres y mujeres, añade Díaz la de poder disponer de Internet. «Dicen que la vida es más barata en los pueblos, pero en este tipo de servicios pagamos más. Lo que tenemos es poco bueno y caro y por menos megas que en la ciudad, ellos pagan 40 euros y a nosotros no nos baja de 85 euros».

Estar en posesión del carné de conducir se ha convertido en estos pueblos en prioridad. «Siempre agradezco que mi padre me obligara a sacarme el carné con 18 años, algo que también he hecho con mi hijo», manifiesta Raquel Rodríguez, vecina de Casillas de Flores (191 habitantes), pues los denominados autobuses de línea han ido desapareciendo y la opción que queda es la del autobús del transporte escolar.

Tanto Hortensia, como sus socias Raquel Sánchez e Isabel González, coinciden en que las salidas laborales de las mujeres en los pueblos son «la residencia de la tercera edad, ayuda a domicilio, restauración o un comercio, pero claro, fíjate la gente que vive en estos pueblos para levantar estos negocios».

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