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«Mi padre se merecía una condena; pero no de ETA, sino de la Justicia»

«Mi padre se merecía una condena; pero no de ETA, sino de la Justicia»

Remedios García Grande, hija de Pedro, el quinqui asesinado en Bermeo ·

El DNI decía que se llamaba Miguel, pero en realidad, la víctima era Pedro, un delincuente común que se escondía de la Policía

Víctor Vela

Valladolid

Miércoles, 23 de mayo 2018

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Remedios García Grande tenía 22 años, un padre quinqui al que llamaban 'El peleas', ganas de volar en libertad –lejos de su casa, cerca de sus sueños– y en el regazo un niño de cinco años. Todo esto tenía Remedios aquel 26 de diciembre de 1984 en el que, sobre las 19:30 horas, dos hombres entraron en el Gurea Da, el bar que un tipo al que conocían como Miguel Castellanos, pero que en realidad se llamaba Pedro Pardo, regentaba en la calle Intxausti de Bermeo.

–¿Qué desean tomar?–, preguntó Miguel, desde detrás de la barra, con su mujer en la cocina, con su hija Remedios en una de las mesas, con su nieto en el regazo de la hija, con su yerno allí sentado. Tampoco había mucha más gente en el bar. La resaca de la Navidad había dejado el local medio vacío.

¿Qué desean tomar?

Sin mediar palabra, uno de los dos clientes (en torno a los 30 años, con barba, pelo rubio rizado) disparó dos veces a Miguel. Luego salieron corriendo. Las balas entraron por el maxilar inferior y un pómulo derecho. 'El peleas' falleció camino del ambulatorio.

«Me quedé sentada sin reaccionar», recuerda Remedios, casi 34 años después, desde una nueva vida. «Mi marido intentó coger una escopeta de mi padre, que era cazador. Ahora pienso que menos mal que no lo hizo». Cuenta Remedios que ETA ya había avisado a su padre. Dos meses antes mandó una carta. «Mi madre no sabía leer, así que me la dio a mi para que le dijera lo que ponía».

–¿Y qué ponía?

–'Miguel [ese era su último nombre, tuvo otras identidades entre medias, de ahí los distintos apellidos con su hija] si no te vas, iremos a por ti o a por tus hijos'. Mi padre no lo tuvo en cuenta. No se achantaba, era muy echado para adelante. Se pensaba que podía hacer frente a todo. Nunca pensó que lo asesinarían a sangre fría.

Remedios sabe que en el largo historial de ETA, el asesinato de su padre es singular. «Era un traficante de droga. Los años 80, la heroína. ETA justificó su muerte porque decían que así se limpiaba de droga el País Vasco. Esa era la excusa, porque en realidad los terroristas no necesitaban justificaciones para matar. Lo mismo le daban guardias civiles que políticos o gente como mi padre». Un quinqui –emparentado con 'El Lute'– que traficaba y andaba metido en mil trapicheos.

El DNI decía que se llamaba Miguel Castellanos, natural de Santa Coloma de Gramanet. Así lo contó la prensa. Así lo consignó la Guardia Civil. Así se incluyó en la investigación de su muerte (al menos hasta un año después). Y así se lo enterró en el cementerio de Derio. Pero Miguel, en realidad, se llamaba Pedro Pardo Romero, un merchero salmantino que se recorrió Castilla, y luego España, de punta a punta «como temporero, arreglando cacharros, con trabajos artesanales». A finales de los años 60, se marchó con la familia a vivir a Cataluña. Allí le mandaron a prisión, después de cometer varios atracos. «Durante el tiempo que mi padre estuvo en la cárcel de Barcelona, con mi madre al cargo parecía que la situación mejoraba. Pero cuando salió, volvió el descontrol total». La delincuencia, el robo de bancos, de joyas, la droga, el tabaco de contrabando, la agilidad con la navaja. En 1975, Pedro robó en la calle el DNI a un tal Miguel Castellanos, comerciante, pegó una foto suya en el carné y durante nueve años vivió con esa identidad. Hasta que ETA lo mató en Bermeo, donde huyó con su familia, acorralado por la Policía.

«Cuando asesinaron a mi padre, mi vida dio un giro de 180 grados. Es contradictorio, pero yo me liberé», cuenta Remedios. «Esa era su forma de vida. Y yo no la aceptada. Mis tres hermanos estaban enganchados por culpa de mi padre;si él no hubiera puesto la droga en sus manos, hoy en día puede que estuvieran vivos. Es algo que nunca perdonaré. Desde muy pequeña, ya supe que aquello no era normal. Pero para castigar a mi padre tenía que estar la Justicia: merecía la cárcel, dos años o toda la vida, lo que el tribunal dijera. Pero ni ETA ni nadie tenía derecho a tomarse la justicia por su cuenta», recuerda.

«Es duro decirlo, una contradicción, pero cuando asesinaron a mi padre, yo me liberé»

Después del asesinato de su padre, la familia se mudó a Bilbao. Los hermanos de Remedios naufragaron en la droga (morirían los tres). «Yo no tiré por ese camino. Eché para adelante a trancas y barrancas. No caí en la droga, nunca me he drogado, pero me hundí en la depresión. A la muerte de mi padre se sumó todo lo que yo arrastraba: siempre fui la oveja negra de mi familia. He evolucionado de forma distinta a los códigos. Siempre me he rebelado. Eso no era una vida normal. Me sentía como ahogada. La muerte de mi padre me hizo ver que quería ser libre, para vivir como quiero y para decir bien alto lo que pienso». Pero la fuerte presencia de Pedro se lo impedía. «Él tenía pensado comprar una parcela en Salamanca y marcharse allí. Pero ETA lo mató».

Con los años –después de vivir en Bilbao, Suiza, ahora Mallorca–, Remedios ha aprendido que la mejor forma de domesticar los recuerdos es escribir. «Fui al psicólogo, al psiquiatra... pero la escritura ha sido mi mejor ayuda». Ha publicado un libro, 'Ni una palabra más', en el que cuenta su vida, y ha abierto un blog y un grupo de facebook para «aplacar la mala imagen de una etnia, tradicionalmente vinculada con la delincuencia y la marginalidad». «Ser merchera es un orgullo, no una vergüenza. No todos los mercheros somos iguales. Estamos cansados de que nos metan a todos en el mismo saco. Basta ya de historias negras y falsedades», escribe en su blog (mariamercherawordpress.com).

Pedro Pardo Romero: un delincuente asesinado en su bar. Nacido en Cristóbal de la Sierra (Salamanca)y criado en Ciudad Rodrigo. Hostelero dedicado al trapicheo.

26 de diciembre de 1984

Todos los registros de víctimas de ETA lo identificaban como Miguel Castellanos Escamilla, asesinado el 26 de diciembre de 1984. Pero, en realidad, Miguel se llamaba Pedro Pardo Romero. ETAlo disparó cuando estaba detrás de la barra del bar que regentaba en Bermeo. Era hostelero, aunque tenía tras de sí un amplio historial delictivo de robos, atracos y tráfico de drogas. La Audiencia Nacional condenó a Fernando Uriarte a 17 años, 4 meses y 1 día por su implicación en el asesinato.

Todas las víctimas mortales de ETA de Castilla y León entre los años 1983 y julio de 1986

Benicio Alonso Gómez: maletín bomba en el Banco de Vizcaya. Empleado del Banco de Vizcaya. Había nacido en Barca (Soria). Asesinado en el ataque con bomba en Bilbao.

5 de febrero de 1983

Dos terroristas entraron el 5 de febrero de 1983 en la sede del Banco de Vizcaya en Bilbao (en la plaza de España) y dejaron un maletín junto al departamento de Moneda Extranjera. Dentro había una bomba. Ninguno de los trabajadores se percató hasta tiempo después de que alguien lo olvidara allí, pero sí que se sorprendieron de que hubiera una cartera abandonada. La cogieron. Incluso, cuentan las crónica de la época, bromearon con la posibilidad de que se tratara de una bomba. Ya en la calle, un tercer terrorista (que esperaba a sus compañeros en el exterior) llamó a la centralita del banco. Habló en nombre de ETA militar. Dijo que tenían diez minutos para desalojar el banco. Les animaba a no tocar ningún objeto sospechoso. Tres minutos después de la llamada, sin tiempo apenas para el desalojo, explotó la maleta bomba. Murieron tres empleados: Ramón Iturriendo, Aníbal Alfonso Izquierdo y el soriano Benicio Alonso Gómez.

Benicio trabajaba en el Banco de Vizcaya, pero no en esas oficinas centrales, a las que había acudido de forma temporal. Llegó con vida al hospital. Le amputaron los dos brazos. Falleció dos días después.

El País informó el 8 de febrero de que esta acción terrorista provocó la primera manifestación masiva contra ETA en el País Vasco, con más de 40.000 personas en la calle.

La Audiencia Nacional condenó a Juan Carlos Echeandia como autor de la llamada a 52 años de prisión. Josu Amantes fue condenado a 61 años de cárcel como autor material de la colocación del maletín.

Aniano Sutil Pelayo: muerto al intentar desactivar un explosivo. Cabo de la Policía nacional nacido en La Hiniesta (Zamora)y destinado en San Sebastián.

27 de marzo de 1983

No era la primera vez que ETA ponía una bomba en Portobello, una tienda que vendía tejidos en el barrio de Gros, en San Sebastián. Lo intentó el 17 de enero. Lo volvió a hacer el 27 de marzo. Los terroristas llamaron de madrugada a la Policía Municipal para advertir de la colocación de un explosivo. Los agentes se desplazaron al lugar, comprobaron que había una bomba y llamaron a los expertos en desactivación.

El problema es que el artefacto estaba colocado en una calle muy estrecha, por lo que si se explotaba de forma controlada a distancia, tal vez la explosión provocara daños en las viviendas cercanas. Por eso, se optó por neutralizar el artefacto, con kilo y medio de explosivo. Lo intentaron los cabos Aniano Sutil (de Zamora) y Juan Manuel Martínez Aguiriano. Tal vez había un mecanismo trampa. La bomba explotó. Aniano Sutil falleció en el acto. Su compañero sufrió heridas graves.

Eduardo Vadillo Vadillo: ETA se equivocó de coche y lo mató. Comerciante burgalés, de Villalba de Losa. Tenía 59 años. Era encargado de ventas de Land Rover. Ese día volvía de Bilbao.

14 de junio de 1983

La bomba no era para él. Pero tenía un coche con una capota negra, muy parecido al que utilizaba a menudo el jefe de la Comandancia de Vizcaya, el teniente coronel José Llull Catalá. ETA lo tenía en el punto de mira. Vigilaba sus movimientos. Sabía que el máximo responsable de la Guardia Civil en Vizcaya solía acompañar a las patrullas de sus subordinados como muestra de apoyo a su labor, como ejemplo para inyectar valor en unos tiempos difíciles.

Los terroristas habían colocado una bomba en la carretera de Durango, cerca del cuartel de la Guardia Civil, y estaban listos para accionarla al paso del coche oficial del jefe de la Guardia Civil. Era un vehículo con capota negra. Por eso, cuando los terroristas vieron uno igual, activaron el explosivo. Pero no era el coche del teniente coronel, al que acababa de adelantar, sino el de Eduardo Vadillo, un comerciante de 59 años, con raíces burgalesas, que volvía de Bilbao de cumplir con unas gestiones de trabajo: era encargado de ventas de Land Rover.

La onda expansiva de la bomba (cuatro kilos de explosivo y diez de metralla) desplazó el coche 23 metros. El teniente coronel Llull Catalá, que vio el atentado que iba cotnra él, dio aviso con su radioteléfono.

La Audiencia Nacional condenó a José Ramón Larrinaga y a María del Carmen Guisasola como autores materiales.

Arturo Quintanilla Salas: acribillado a tiros al lado de su familia. Hostelero de Burgos asesinado en Hernani, donde vivía desde que tenía doce años. Casado y con tres hijos.

6 de septiembre de 1983

Había nacido en Burgos, pero su familia se mudó a Hernani cuando Arturo tenía solo doce años. Allí hizo vida. Se casó, tuvo tres hijos, abrió un restaurante y un bar. El bar de llamaba José Mari. Fue donde ETA lo mató.

Era el 6 de septiembre de 1983. Casi medianoche. Arturo acababa de cerrar el bar. Salía con su mujer y su hija de quince años, se habían montado en el coche, estaba a punto a arrancar cuando un coche se situó a su altura y empezó a disparar. Dos balas alcanzaron a Arturo.

La víctima ya había recibido amenazas de ETA (así como falsos avisos sobre la colocación de bombas en su bar). También le habían reclamado dinero, diez millones de pesetas como impuesto revolucionario. Arturo incluso había viajado a Francia para contactar con ETA, sin éxito, y tratar sobre la entrega del dinero.

La Audiencia Nacional condenó a José Antonio Pagola a 6 años y 1 día por pertenencia a banda armada y 17 años, 4 meses y un día por asesinato con premeditación.

Manuel Benito José: asesinado en un bar a medianoche. Policía nacional nacido en Salamanca y asesinado en Portugalete. Tenía mujer, Lourdes, y dos hijos, Javier (3)y Manuel (9).

3 de octubre de 1983

El salmantino Manuel Benito, de 36 años, era agente de la Policía Nacional destinado en Portugalete, en el barrio de Cabieces. ETA lo mató el 3 de octubre, cerca de la medianoche, mientras compartía bebida y conversación en el bar Lugo, en la calle San Nicolás. Con él estaba el propietario del local y dos personas más. Dos hombres (con cazadora roja y negra) entraron en el local y, sin media palabra, se acercaron al agente y le dispararon tres veces en la cabeza y el estómago. Una patrulla de la Policía Local que estaba por la zona trasladó de urgencia a Manuel Benito al hospital de Cruces, pero ingresó ya sin vida.

Manuel estaba acasado con Lourdes y tenía dos hijos , avier (3 años) y Manuel (9).

Ángel Flores Jiménez: a quemarropa cuando volvía a comer a casa. Guardia Civil de San Martín del Pimpollar (Ávila). Casado y con cinco hijos. Asesinado en Rentería.

13 de octubre de 1983

Ángel volvía a casa para comer. Llevaba tan solo medio año en Irún, donde había sido destinado, procedente de Pasajes. Ahora trabajaba en la intervención fiscal de la Estación del Norte. Tenía 44 años y cinco hijos (con edades entre los 10 y los 22). Ese día, volvía a casa para comer.

Eran las 14:30 horas. Aparcó su coche, un Simca 1.200 de color marrón, en la calle Norberto Almandoz y cuando iba a bajarse del vehículo, dos terroristas (a cara descubierta) le dispararon a quemarropa. Le alcanzaron tres balas. La peor de todas, en el pecho. Después, los asesinos huyeron en un coche robado una hora antes.

La Audiencia Nacional condenó a Jesús María Zabarte a 32 años de prisión.

Antonio Velasco Benito: disparos desde un coche a gran velocidad. Guardia civil nacido en Pedrosillo el Ralo (Salamanca). 40 años. Casado y con un hijo de seis.Asesinado en Bilbao.

21 de abril de 1984

Hubo un vehículo extraño, un Renault 14 de color blaco y matrícula de Navarra, que le llamó la atención. Y no le quitó ojo. Antonio Velasco, cuarenta años, salmantino, casado y con un hijo de seis años, trabajaba ese día en la Audiencia Territorial de Bilbao con otros tres compañeros. Tareas de vigilancia. Los otros guardias civiles estaban en el interior del edificio. Él era el único apostado en la puerta cuando, a las 17:35 horas, se fijó en un coche ocupado por tres personas que circulaba a muy poca velocidad.

Cuando se quiso dar cuenta, los ocupantes del vehículo dispararon hasta en seis ocasiones contra Antonio. Dos balas le alcanzaron en la cabeza. Una, en una pierna. Los terroristas aceleraron y huyeron del lugar. Antonio fue trasladado al hospital de Basurto, donde falleció una hora después.

Ángel Zapatero Antolín: ETA le colocó una bomba en el vehículo. Guardia civil natural de La Mudarra (Valladolid). Casado. Dos hijas de siete y diez años. Asesinado en San Sebastián.

14 de junio de 1984

Llevaba más de diez años destinado como miembro del Servicio Fiscal en el cuartel de Intxaurrondo. Ángel, casado, dos hijas de siete y diez años, vivía en la calle Bertsolari Txirrita, muy cerca de su lugar de trabajo. Allí, en su domicilio, lo esperaban sus asesinos.

Era el 14 de junio de 1984. A las 19:20 horas. Ángel salió de casa para coger su coche, un Citroën GS con matrícula de Bilbao. Se subió al vehículo, metió la llave, arrancó y el vehículo explotó. La onda expansiva desplazó el coche ocho metros y lo volcó. Sufrió heridas un niño portugués de catorce años que pasaba por la zona.

La Audiencia Nacional condenó a Antonio Troitiño y su hermano Domingo a 29 años de reclusión mayor. También fue condenado Ángel Zabeleta.

Manuel Vicente González: después de visitar las obras de un frontón. Secretario del Ayuntamiento de Ispáster. Leonés. Fue asesinado en la localidad en la que trabajaba.

18 de junio de 1984

Ya había recibido amenazas de ETA. Incluso hubo una época en la que llevó protección policial. Pero Manuel Vicente González se negó a abandonar el País Vasco, donde trabajaba, como secretario del Ayuntamiento de Ispáster. El día en que ETA lo mató, venía de inspeccionar las obras del frontón municipal. Iba con el alcalde, José María Juaristi, y con el teniente de alcalde. Ya eran las 22:00 horas, la comitiva se encontraba cerca del bar de la plaza, cuando dos pistoleros de ETA se acercaron a ellos por la espalda y dispararon contra Manuel. Una de las balas hirió de rebote al alcalde en la mano derecha. Los terroristas llevaban más de una hora dando vueltas por el pueblo en un coche robado para localizar a su víctima.

Antonio Torrón Santamaría: al lado de niños que jugaban con canicas. Guardia civil de Burgos. 55 años, 30 de ellos destinado en Vizcaya, los últimos 15 en Portugalete. Casado. Hijos de 29 y 22 años.

19 de julio de 1984

Antonio contaba ya el tiempo que le quedaba para la jubilación. Solo nueve meses. Nueve, como le recordaba a su mujer, Pilar, y a sus hijos, de 29 y 22 años. En marzo de 1985 diría adiós al uniforme de la Guardia Civil. Tenía 55 años, llevaba treinta en Vizcaya; de ellos, quince en Portugalete.

Vivía en el número 4 de la calle Maestro Zubeldia, en Portugalete, muy cerca del puerto, donde trabajaba en el Servicio Fiscal. ETA lo mató el 19 de julio de 1984 cuando volvía a casa para comer. De paisano. Llevaba una bolsa de plástico con botellas de vino vacías y una pistola, el arma reglamentaria de la Guardia Civil. Dos terroristas se acercaron por la espalda y le dieron un solo tiro en la nuca cuando ya estaba en el portal de su vivienda.

Vecinas de la calle corrieron para auxiliarle e intentaron taponarle la herida con una toalla para evitar la pérdida de sangre. Fue en vano. Las crónicas periodísticas subrayan que cinco chavales, de entre 10 y 14 años, presenciaron el asesinato, pues se encontraban en la zona jugando a las canicas. Antonio cayó muerto a solo tres metros de ellos.

José María Martínez Martínez-Cubero: abandonado con un tiro en la nuca. Comerciante de León. Asesinado en Valle de Trápaga, en Vizcaya.

21 de septiembre de 1984

El vecino de un caserío en San Salvador del Valle, un ganadero, halló el cuerpo sin vida de José María Martínez Martínez-Cubero, un comerciante que se dedicaba a la compra y venta de oro y de aparatos electrónicos en Portugalete. El cadáver estaba atado de pies y manos con cinta aislante. Tenía un tiro en la nuca. ETA lo había secuestrado y llevado en su coche hasta el entorno de una mina abandonada. Allí, en el camino que llevaba a la explotación, lo mataron.

Vicente Gajate Martín: un compañero policía, cómplice de su muerte. Policía municipal nacido en Salamanca. Afiliado a PSOEy UGT, durante siete años fue concejal socialista en Rentería.

17 de octubre de 1984

Los terroristas esperaban a Vicente en la puerta de su casa. Lo hacían en un coche robado y el dueño de ese vehículo estaba encerrado en el maletero, por lo que escuchó los disparos que acabaron con la vida del polícia municipal de Rentería. Eran las 21:55 horas. Vicente había terminado su turno. Aparcó su coche en la calle San Marcos y se dirigía a casa cuando los dos etarras lo vieron y disparon contra él. Murió en el acto con balazos en la cabeza y la garganta.

Vicente estaba afiliado al PSOE y a UGT. Durante siete años fue concejal socialista en la gestora que se hizo cargo del Consistorio de Rentería antes de las primeras elecciones democráticas. ETA había emprendido la campaña 'PSOE igual a GAL'.

La Audiencia Nacional condenó a José Ramón Zabaleta, Francisco Javier Garmendia y Andrés Michelena a 29 años de reclusión mayor para cada uno de ellos. Pedro María Cuesta fue condenado a 18 años como cómplice, era policía municipal y compañero de la víctima.

Juan Sánchez Sierro: abandonado junto a una bomba trampa. Electricista nacido en Guadramiro (Salamanca). 39 años. Casado. Tres hijos.Trabajaba en Cestona (Guipúzcoa).

8 de noviembre de 1984

Siete años antes, el padre de Juan Sánchez tuvo que abandonar el País Vasco después de sufrir un atentado terrorista. Era maestro y secretario el juzgado. ETA intentó matarlo a tiros a las puertas del Ayuntamiento. Después de aquello, se marchó de Cestona. Pero Juan, 39 años, casado y con tres hijas, se quedó en la localidad, donde trabajaba como electricista.

El 8 de noviembre, a primera hora de la mañana, Juan había bajado a la calle a pasear a su perro cuando los terroristas lo abordaron y le obligaron a subirse con la mascota a un Renault 5 color butano que había sido robado con anterioridad. Dentro estaba también el propietario del coche, robado a las 7:30 horas en el barrio de Aizarna. Los etarras eran miembros del comando Goierri.

Mientras conducían, los terroristas dijeron a los dos rehenes (a Juan y al propietario del vehículo) que eran de ETA, pero que su idea era cometer un atraco en Zumaya y que no tenían intención de hacerles daño. Condujeron hasta una cantera, en el barrio de Aizarna, ya muy cerca de Zarautz, y allí obligaron al propietario del coche a bajarse. Le dijeron que se alejase. Después, sacaron a Juan del coche y le dispararon tres veces. Al lado de su cadáver colocaron además una bomba trampa con la idea de que explotara cuando la Guardia Civil se acercara a retirar el cadáver. Los agentes, sin embargo, se percataron de la presencia del explosivo y pudieron desactivarlo.

La Audiencia Nacional condenó a José Antonio López a 30 años y a José Miguel Latasa, como cómplice, a 20. También fueron condenados a 30 años Ignacio Bilbao y Miguel Ángel Gil.

Manuel Asensio Pereda: falleció en el ataque a un convoy policial. Cocinero, nacido en Ahedo de Linares (Burgos). Trabajaba en el cuartel de Munguía. Asesinado con un coche bomba.

7 de diciembre de 1984

La bomba tenía entre 20 y 25 kilos de explosivos, además de multitud de tuercas y tornillos a modo de metralla. Estaba metida dentro de un Seat 1500, matrícula de Bilbao, que los terroristas aparcaron en el arcén de la Nacional 634, en un cruce conocido como El Gallo, en Galdácano. Muy cerquita, a unos metros, estaban escondidos los terroristas, con un mando a distancia en la mano y a la espera de que pasara el minibús en el que viajaban sus víctimas.

Era los mandos del regimiento número 45 de Garellano, que volvían a Bilbao desde el cuartel de Soietxes. El microbús iba escoltado por dos jeeps de la Policía Militar. Cuando la comitiva pasó por el lugar en el que estaba situado el artefacto, los terroristas activaron la bomba.

Murieron tres personas, entre ellos, el cocinero civil Manuel Asensio Pereda, natural de Ahedo de Linares, un pueblecito de Burgos, y trabajador enel cuartel de Munguía. Otras once resultaron heridas. Después de la explosión, los soldados de la Policía Militar abriero fuego para evitar que los terroristas les respondieran con ráfagas de metralletas que incrementaran el número de víctimas.

La Audiencia Nacinal condenó a Juan Manuel Gaztelumendi y Joaquín Urain, del comando Vizcaya, a tres penas de 29 años de prisión y once penasd e 20 años por cada uno de los asesinatos frustrados.

En las crónicas periódísticas y los archivos oficiales aparece como Manuel. En los registros de las asociaciones de víctimas, como Luis Alberto.

Jesús Ildefonso García Vadillo: confundido con un policía de Basauri. Analista químico. De Alcazarén (Valladolid). 32 años. Lo asesinaron en Galdácano con cuatro disparos.

29 de abril de 1985

Jesús Ildefonso, 32 años, había ido aquella tarde a recoger a su hija Idoia del colegio Vizcaya, en Galdácano. Eran las 18:00 horas. Cogió a la pequeña Idoia (cinco años) de la mano y los dos emprendieron el camino a casa, en la calle de Bizkai. En el camino, un hombre se acercó con una pistola y le apuntó a la cabeza. Jesús se intentó defender, la emprendió a patadas con el terrorista e impidió que efectuara un disparo. Pero otra etarra, al ver la escena, se acercó y pegó dos tiros a Jesús. Los testigos cuentan que Jesús Ildefonso consiguió recorrer unos metros mientras gritaba: «No soy yo, no soy yo». Los dos terroristas siguieron disparando hasta que lo mataron y después salieron huyendo. El cadáver presentaba cuatro balazos: dos en la cabeza, uno en el omóplato y uno más en el cuello.

Las investigaciones apuntaron la posibilidad de que los terroristas se equivocaran de diana. Tal vez confundieron a Jesús Ildefonso con un policía del cuartel de Basauri, con el que compartía un gran parecido físico. Era natural de Alcazarén (Valladolid). Analista químico, trabajaba en el departamento de control de calidad de la empresa Aceros Echevarría, con sede en Basauri. Llevaba cinco años en el País Vasco.

Luis Lorenzo Navarro Izquierdo: coche bomba junto a una gasolinera. Policía nacional. De Ampudia (Palencia). 26 años. Su esposa, María Luisa, estaba embarazada de un mes.

16 de mayo de 1985

A Luis Lorenzo Navarro le gustaba el atletismo. Fue incluso subcampeón de España en los 400 metros lisos. Estudio Magisterio. Después, ingresó en la Policía Nacional. ETA lo mató en una emboscada el 16 de mayo de 1985. Tenía 26 años y acababa de recibir la noticia de que iba a ser padre. Su esposa, María Luisa, estaba embarazada de un mes.

Aquel día, dos furgonetas de la Compañía de Reserva de Valladolid, en la que estaba integrado Luis Lorenzo, se dirigía al cuartel de Basauri para completar el relevo. En su camino, se paró en el semáforo de la calle Urbi, justo al lado de una gasolinera. Allí ETA había dejado un coche robado (un Renault 11 gris metalizado) en cuyo interior había ocultado una bomba con veinte kilos de goma 2 y otros diez kilos de metralla. La bomba explotó y alcanzó a la dos furgonetas. El cabo palentino fue el que sufrió heridas más graves. Le trasladaron al hospital de Basurto y allí ingresó en coma. Falleció pocas horas después. Otras trece personas (diez agentes y tres civiles) resultaron heridas.

La Audiencia Nacional condenó a José Félix Zabarte a 298 años de prisión. También participó en el atentado Carmen Guisasola, condenada por su pertenencia a ETA.

Máximo Díaz Bardera: lo mataron cuando hacía senderismo. Policía nacional. Trabajaba en la centralita del Gobierno Civil de San Sebastián. Natural de Pedro Bernardo (Ávila).

21 de mayo de 1985

El perro de Francisco Rivas, su compañero policía, dio la voz de alarma cuando regresó, solo, de noche, al hogar de sus dueños. Y aquella fue la señal de que algo iba mal. De que alguna desgracia había pasado, aunque la familia ya lo sospechaba y había presentado una denuncia por desaparición.

Aquella tarde del 21 de mayo de 1985, Francisco Rivas y Máximo Díaz, ambos con sus perros, habían salido a dar una vuelta por el monte Ulía, entre San Sebastián y Pasajes. Una tarde de senderismo y tranquilidad para la que iban bien preparados: pantalón cómodo, camisas de cuadros con las mangas recogidas, botas de travesía y unos palos rectos (una rama de árbol) que utilizaban para facilitar la caminata. A las nueve de la noche, las familias se empezaron a preocupar porque no regresaban a casa. Poco después, el perro de Francisco se presentaba en el hogar.

El despliegue policial tardó doce horas en hallar los cadáveres. Una llamada de ETA al diario 'Egin' les reveló el lugar exacto, en la ladera norte del monte Uría. Los gemidos de la perra de Máximo orientó a los agentes, que a las 9:30 horas del 22 de mayo encontraron los cuerpos sin vida de Francisco y Máximo. Estaban separados por apenas veinte centímetros. La perra de Máximo estaba al lado de su dueño. Según dijo la Policía, una de las víctimas había recogido margaritas, tal vez para regalárselas a su mujer. Los dos cadáveres tenían un disparo en la sien. El crimen no se ha resuelto.

Máximo Díaz era una aficionado del senderismo y casi todos los días que tenía libres salía a dar un paseo por el monte. Tenía 35 años. Estaba casado con Matilde y tenía tres hijos (ocho, seis y tres años). Ingresó en la Policía en 1973. Llevaba once años en San Sebastián. Trabajaba como encargado de la centralita de teléfonos del Gobierno Civil.

Moisés Cosme Herrero: mientras paseaba con su hijo de tres años. Inspector del Cuerpo Superior de Policía. De Martín Miguel (Segovia), pero vivió muchos años en Juarros de Riomoros.

26 de mayo de 1985

Mayo había comenzado con buenas noticias para Mosiés Cosme Herrero. La Audiencia Territorial de Vizcaya le había felicitado por su «brillante trabajo de información y posterior captura» de un grupo de narcotraficantes. Sus compañeros destacaron el futuro prometedor de Moisés Cosme, 30 años, casado y con dos hijos. Llevaba tres años y medio destinado en el País Vasco. Mayo había comenzado bien con aquella felicitación del día 2. El 26 de ese mismo mes, ETA lo asesinó.

Era un domingo soleado en Getxo. Había además actividad en la calle, porque desde allí tendría lugar la salida del campeonato de Euskadi de ciclistas aficionados. Moisés Cosme daba un paseo con su hijo de tres años. Eran las 12:30 horas. Había salido a comprar al periódico y se acercó hasta la plaza del pueblo. Dos terroristas de ETA, con gafas de sol y pantalones vaqueros se le acercaron por la espalda. Sacaron una pistola (oculta entre periódicos doblados) y dispararon en la nuca sin que Moisés pudiera reaccionar.

El niño salió corriendo, asustado, después de que mataran a su padre y fue hallado una hora después por agentes de la Policía Local.

Moisés había nacido en Martín Miguel (Segovia), pero durante muchos años vivió también en Juarros de Riomoros, donde recibió sepultura.

El etarra Félix Ignacio Esparza fue condenado por el atentado.

Esteban del Amo García: por una bomba dejada en El Corte Inglés. Policía Nacional. De Segovia. La Audiencia Nacional condenó a 187 años a Belén González, coautora junto a De Juana Chaos.

12 de junio de 1985

El 12 de junio de 1985, ETA mató en Madrid al coronel Vicente Romero y a su chófer, Juan García. Huyeron del lugar del atentado en un coche que metieron en el aparcamiento de El Corte Inglés de Goya. Lo dejaron con las puertas abiertas y una bomba trampa con 24 kilos de Goma2 en su interior. Después, avisaron de la colocación del explosivo. Se procedió a desalojar el centro comercial (había ocho mil personas dentro) y dos agentes especializados en desactivación de explosivos se desplazaron hasta allí. Eran Gerardo Puente y el segoviano Esteban del Amo. Esteban falleció cuando intentaba neutralizar la bomba.

El relato de Gerardo permitió reconstruir lo que ocurrió en aquellos minutos. «Mi compañero fue por una puerta, yo me fui por otra para poder tirar de los asientos traseros y ver algo; nos fuimos cada uno por un lado para que el movimiento fuera lo más mínimo». Enfocaron con la linterna y vieron «cuatro o cinco chorizos de goma 2». «No había sitio para poder trabajar ni para intentar meter un robot». Casi todo el explosivo estaba en la parte izquierda del vehículo. «Me dijo: 'Gerardo, quítate un momento que he visto algo'. No sé lo que vio». La bomba explotó. Esteban murió en el acto. Gerardo sufrió heridas graves. Tardó 693 días en recuperarse, según recogió la sentencia.

La Audiencia Nacional condenó a 187 años y ocho meses de prisión a Belén González a 187 años y ocho meses de prisión como coatura de los tres asesinatos cometidos ese día, junto con De Juana Chaos.

Eugenio Recio García: camino de la estación para ir a trabajar. Cabo de la Guardia Civil. De Piriegua (Salamanca). Tenía 51 años y seis hijos, entre los 9 y los 19 años.

18 de junio de 1985

Eugenio siempre tuvo ganas de volver a su pueblo. Llevaba ya 26 años en la Guardia Civil. Veinte de ellos en el País Vasco. Y ya estaba un poco cansado de estar tan lejos de casa. Por eso, había pedido cambio de destino. Quería decirle adiós a Vizcaya, a ese cuartel de la Guardia Civil de La Salve (Bilbao) en el que etrabaja y al que se dirigía cuando ETA lo mató.

Fue el 18 de junio de 1985. Eugenio salió de su casa en Santurce y se dirigió hasta la estación para coger el tren que le llevaría hasta su destino. Eran las 7:45 horas y caminaba por la calle Las Viñas cuando el terrorista que lo esperaba lo vio. Estaba dentro de un coche robado, aparcado en esa calle. El asesino disimulaba. Hacía como que leía una revista cuando se fijó en Eugenio. Entonces, se bajó del coche, se acercó a su víctima por la espalda , avisó a un hombre y a una joven que por allí pasaban para que se retiraran, que se alejaran, y después, le pegó un tiro en la nuca, a la altura del número 12 de la calle. Después, el terrorista volvió al coche (donde le esperaban otros dos etarras) y huyó. Los testigos dijeron que era un joven de unos 22 años, con el pelo castaño claro, pantalón vaquero, camisa clara, jersey rojo El vehículo fue hallado esa misma tarde en Sestao, al lado del polideportivo Los Llanos.

Eugenio tenía 51 años y seis hijos, con edades entre los 9 y los 19 años.

Isidoro Díez Ratón: acribillado a tiros a la salida de un bar. Guardia Civil. De Zamora. 39 años.Casado.Cuatro hijos.Desde hacía nueve años trabajaba en Guipúzcoa.

25 de noviembre de 1985

Era noche de guardia en el muelle de Pasajes, en la zona de pescaderías. Juan Corrales y el zamorano Isidoro Díez Ratón tenían encomendada la vigilancia del muelle, donde llegaron sobre las 23:00 horas. Entraron en un bar del puerto y, a la salida, fueron sorprendidos por una ráfaga de metralletas. Juan, que iba unos pasos por detrás, consiguió dar la vuelta, esquivar los disparos y esconderse de nuevo en el bar. Isidoro no tuvo esa suerte. Fue alcanzado por los disparos y, aunque llegó con vida al hospital Nuestra Señora de Aránzazu, en San Sebastián, falleció media hora después de su ingreso. Isidoro tenía 39 años, estaba casado, tenía cuatro hijos y desde hace nueve años trabajaba en Guipúzcoa.

La Audiencia Nacional condenó a Pedro María Fernández a una pena de 29 años por el asesinato de Isidoro y a otros 19 por intento de asesinato. Los otros tres terroristas del comando fallecieron el 15 de enero de 1986 en un cruce de disparos con la Guardia Civil.

Rafael Melchor García: ráfagas de metralleta contra un microbús. Cabo primero radiotelegrafista de la Armada. Nació en Castrillo del Val (Burgos), pero la familia se trasladó a Córdoba. Él tenía 6 años.

25 de noviembre de 1985

Rafael Melchor García viajaba junto a varios compañeros militares en un microbús oficial que circulaba por el barrio donostiarra de la Paz camino de la Comandancia de Marina de Pasajes. Varios miembros del grupo terrorista ETA ametrallaron el vehículo.

Estaba casado y tenía dos hijos. Tenía 26 años. Había nacido en Castrillo del Val (Burgos), aunque la familia se mudó luego a Córdoba.

José Antonio Álvarez Díez: asesinado al pedir la documentación. Policía Nacional. De Tremor de Arriba (León). Casado con Gabriela y un hijo de tres años. 22 años. Lllevaba cinco en Guipúzcoa.

14 de marzo de 1986

Pillaron a los terroristas 'in fraganti', justo en el momento en el que intentaban conectar los detonadores con los explosivos que habían colocado en dos ollas a presión. Contenían doce kilos de Goma 2. Había además viente kilos de tornillos. Los tres terroristas (dentro de un Citroën Visa) querían tener la bomba lista para hacerla estallar justo en el momento en el que pasara por la zona una patrulla policial. Eran las 23:00 horas. En el paseo de Miraconcha. Y una patrulla de incógnito de la Policía Nacional pudo ver cómo los tres terroristas preparaban los explosivos.

Los dos policías del coche camuflado se acercaron a los sospechosos para pedirles la documentación. Los terroristas respondieron con disparos. El etarra Ángel María Galarraga alcanzó a José Antonio Álvarez (22 años, leonés) en el corazón. Su compañero respondió al ataque y Galarraga cayó muerto, pero los otros terroristas huyeron a pie hacia la playa de la Concha.

José Antonio estaba casado con Gabriela y tenían un hijo de tres años. Toda su historia laboral en la Policía Nacional se había desarrollado en Guipúzcoa, donde llevaba cinco años.

La Audiencia Nacional condenó a Ignacio Erro y Estanislao Echaburu a 44 años y ocho meses.

Juan José Catón Vázquez: ataque con cinco guardias civiles muertos. Guardia civil. De Palencia. Tenía 30 años y estaba soltero. Falleció en el acto, por un coche bomba en Madrid.

25 de abril de 1986

El coche bomba tenía doce kilos de Goma 2, doce más de amonal y 48 kilos de metralla (casi todos ellos tornillos) en tres ollas a presión. Su explosión provocó una masacre y mató a cinco guardias civiles. Entre ellos, dos con raíces castellano y leonesas: el palentino Juan José Catón y el salmantino Carlos González Rentero. Los terroristas hicieron explotar la bomba sobre las 7:30 horas, cuando por la calle Juan Bravo pasaba un Land Rover en el que viajaban nueve guardias civiles, camino del cambio de turno en la vigilancia de embajadas.

Estado en el que quedó el vehículo.
Estado en el que quedó el vehículo. El Norte

Juan Carlos González Rentero: de ruta hacia las embajadas en Madrid. Guardia civil. De Béjar (Salamanca). Tenía 21 años. Estaba soltero. Llevaba tan solo nueve meses en el cuerpo.

25 de abril de 1986

Falleció en el ataque a la comitiva de guardias civiles que se encargaban de la vigilancia de las embajadas de Estados Unidos, de Italia o de la Unión Soviética (hacia la que se dirigían). La explosión provocó daños en varios edificios de la calle Juan Bravo. Los paritorios de una clínica cercana quedaron arrasados. La Audiencia condenó a De Juana Chaos, Antonio Troitiño (quien accionó el detonador), Esteban Nieto e Inés del Río a 378 años de prisión, y a M. Inmaculada Noble como cómplice. Sentencias posteriores, a Soares Gamboa e Idoia López.

Juan Ignacio Calvo Guerrero: camino de unas prácticas de moto. Guardia civil de Pola de Gordón (León). 25 años. Casado, un hijo. Acababa de estrenar destino en Madrid, tras pasar por Mieres.

14 de julio de 1986

Falleció víctima del atentado con furgoneta bomba perpetrado por ETA en Madrid. Era una jornada de prácticas para los agentes de la Guardia Civil, que se dirigían hasta la Venta de la Rubia, una finca donde iban a recibir clases para manejar las motos. La comitiva salió a las 7:45 de la Escuela de Tráfico que la Guardia Civil tenía en la calle Príncipe de Vergara. Eran un autobús, un minibús y detrás, un todoterreno. Los terroristas tenían previsto atacar al convoy en la plaza de República Dominicana.

José Joaquín García Ruiz: doce agentes muertos en el ataque al convoy. Guardia civil de Merindad de Valdivielso (Burgos). Soltero. 21 años. Destinado en el destacamento de tráfico de Briviesca.

14 de julio de 1986

La furgoneta que ETA aparcó en la plaza de la República Dominicana tenía cinco ollas a presión con 35 kilos de Goma 2 y metralla en forma de tuercas, tornillos y eslabones de cadenas de acero. Los artefactos estallaron al paso de la comitiva y afectó sobre todo al minibús. Fallecieron doce agentes, entre ellos José Joaquín y resultaron heridas setenta personas. La Audiencia Nacional condenó a Idoia López Riaño, Juan Manuel Soares Gamboa, Antonio Troitiño y De Juana Chaos.

Mañana, biografías de todas las víctimas de Castilla y León asesinadas por ETA entre julio de 1986 y 1990, con testimonios de sus familiares.

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