De izquierda a derecha en la foto: Virginia Rivas, Javier Del Campo, Alain Urrutia y Cristóbal Hara. Fundación Caja de Burgos

'Instalaciones' de Cristóbal Hara, Virginia Rivas y Alain Urrutia protagonizan el nuevo ciclo expositivo del CAB

Las exposiciones estarán abiertas hasta el próximo 18 de enero en el centro de arte contemporáneo de la Fundación Caja de Burgos

BURGOSconecta

Burgos

Viernes, 3 de octubre 2025, 17:10

El Centro de Arte Caja de Burgos CAB inaugura este viernes, 3 de octubre, sus tres nuevas propuestas artísticas, con las instalaciones de Cristóbal Hara, Virginia Rivas y Alain Urrutia. Las exposiciones permanecerán abiertas hasta el próximo 18 de enero.

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Los monumentales dípticos de Alain Urrrutia, las texturas sonoras y pictóricas de Virginia Rivas y la vuelta a sus inicios del fotógrafo Cristóbal Hara conforman el ciclo de regreso en el CAB tras el verano. El juicio a la procedencia y la veracidad de lo representado; la amalgama de arte, ciencia y terapia, y la atemporalidad y contemporaneidad permanente del documento marcan el camino de este reencuentro.

Cristóbal Hara: 'Principiante'

Contar con Cristóbal Hara (Madrid, 1946) para la presentación de un nuevo proyecto en un centro de arte contemporáneo es, sin duda, un acontecimiento en sí mismo. El Premio Nacional de Fotografía de 2022, uno de los autores más reconocidos en activo en nuestro país y, también, uno de los más radicales y esquivos a la hora de ser encuadrado en cualquiera de los grupos y movimientos que han conformado la historia de la especialidad, comparece en el CAB con una obra que es tanto inédita y actual como germinal y preparatoria en su trayectoria.

Las fotografías que conforman Principiante, capturadas a finales de los años sesenta y hasta comienzos de los ochenta, no habían sido presentadas en su totalidad hasta ahora. Cristóbal Hara ha revisitado para este trabajo negativos y primeras copias, ha positivado y editado nuevas impresiones y las ha preparado igualmente para darlas a conocer en una publicación de difusión internacional editada con el cuidado y el celo que el propio fotógrafo exige siempre para sus trabajos.

Repartidas en diferentes series (Soldado en España; Niños de Cuenca y Fotografías Españolas), el conjunto se compone de más de sesenta imágenes que recogen diferentes invariables de nuestro país. La toma, el acontecimiento recogido en ellas, con ser relevante, se resuelve por el autor con una originalidad por completo contemporánea.

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Los famosos encuadres de Hara que han caracterizado su fotografía en color, en los que muchas veces desliza hacia los extremos lo que pareciera sustentar el relato de la fotografía y que han determinado una iconografía propia, se preludian en la realidad especular captada en las atrevidas perspectivas y enfoques en blanco y negro. Podría decirse que el contexto histórico y documental en su trabajo no caduca, no declina al convertir lo eventual y episódico en un invariable persistente.

Se ha dicho de Hara que fotografía lo extraordinario de lo ordinario, lo atípico en lo típico, la extrañeza en la alegría, la soledad en la compañía. Cuando localiza un tema siente que incluso puede olvidarse de él, que los aspectos formales se apoderan de la imagen. Como reza la frase de Ortega y Gasset que Hara gusta citar, 'solo lo fantástico puede ser exacto'.

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Virginia Rivas: El color del ruido

La propuesta de Virginia Rivas (Madrid, 1981) para el CAB parte de la clasificación de ruidos en el espectro sonoro y su identificación cromática, con arreglo a lo que se ha llamado la densidad de su potencia desde la que se establece una analogía entre la onda visible y la audible. Según la clasificación comúnmente aceptada, cuando la densidad espectral de potencia de un ruido es uniforme, se identifica con el blanco, mientras que el color se define en función de los usos de tonos graves y frecuencias bajas. Blanco, rosa, gris, verde y marrón son los ruidos y los colores que determinarán cinco instalaciones complementarias y a la par independientes. Unas columnas traslúcidas convocan al espectador a sumergirse en la textura sonora elegida por la autora. La visión desde el interior transforma el espacio y altera la coloración del resto de instalaciones, mientras reafirma la coincidente en espectro y tonalidad.

No es casual que tanto para el ruido, el sonido, la música y la pintura se utilicen términos análogos: coloración, tonalidad, espectro… En la investigación de Virginia Rivas, las espectrografías de los ruidos (olas de mar para el rosa; lluvia para el verde, interferencia electrónica para el gris; señal estática para el blanco y crispación de agentes naturales para el marrón -en realidad rojo-) han generado colores específicos, creados por la autora para este proyecto persiguiendo la misma dispersión cromática provocada por las estridencias sonoras. Para la selección de las cinco instalaciones en función de estos determinados colores se ha atendido al uso de los ruidos en terapias de sonido aplicadas a problemas de sueño, concentración, ansiedad y tinnitus (escucha de ruidos internos en los oídos). «En cambio, los ruidos azules y violetas al ser muy agudos, son más desagradables y no tiene estos usos», indica Virginia Rivas.

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La investigación teórica, notas, apuntes, diapositivas, configuraciones electrónicas, pruebas y paletas de color, las mezclas de pintura creadas para cada ruido comparecen también en la exposición en una sala de procesos que explica el complejo desarrollo de la propuesta de Rivas.

Alain Urrutia: Regard sur le regard.

El proyecto que aborda Alain Urrutia (Bilbao, 1981) para el CAB profundiza en una de las cuestiones centrales para el arte contemporáneo: ¿existe el arte sin espectador?, ¿cabe calificarlo como tal si ni siquiera cabe la posibilidad de su contemplación? Urrutia parte para su trabajo de una aseveración. Es la fotografía la que convierte en realidad una imagen; la pintura transforma la imagen (la representación, por tanto) en otra realidad en la que está presente el propio acto de pintar, su hacer, su fábrica, pero también su propia sintaxis. De este modo no cabe más que una contemplación distante y valorativa en la que el espectador somete a juicio interpretativo las imágenes que presencia, y cuya procedencia asume conocer a la par que se cuestiona su misma certeza.

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La primacía que otorga Alain Urrutia a la responsabilidad del espectador y a su mirada se ha sustentado, en las exposiciones precedentes, sobre una formalización muy concreta: el uso del fragmento, extractado y acotado en ocasiones a unos tamaños y unos límites de apariencia portátil. La exposición que Urrutia presenta en el CAB supone un completo cambio de paradigma. No se trata en exclusiva de su comparecencia con unos tamaños desmesurados (solo vistos hasta ahora durante unos pocos días en una nave industrial en Berlín, por lo que en rigor son inéditos), sino porque su escala conlleva también una nueva inversión en el papel del espectador y su mirada.

Los seis dípticos que articulan Regard sur le regard contienen rostros observantes ante los que no cabe más que el sometimiento. Subordinado quien los contemple por la altanera fijeza de las representaciones extraídas de iconos arqueológicos, escultóricos y pictóricos, el espectador pasa a ser también parte de la obra al confrontar su mirada dinámica con la de la imagen inerte. Todavía más, ambos, espectador y representación, pasan a ser un nuevo todo a ojos de un tercer testigo.

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