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Rafael Reig presenta una de sus obras. Iñaki García
Rafael Reig: «Si te van a dar el Cervantes, es que lo has hecho mal»

Rafael Reig: «Si te van a dar el Cervantes, es que lo has hecho mal»

«Vivimos en la dictadura del consenso» dice el escritor, que avanza en sus «episodios transicionales» con su novela 'Para morir iguales'

Domingo, 22 de abril 2018, 23:34

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Si su admirado Benito Pérez Galdós escribió los 'Episodios nacionales', Rafael Reig (Cangas de Onís, 1963) va camino de escribir unos críticos 'Episodios transicionales' al situar otra vez su lupa de fabulador sobre unos años muy concretos. Como hizo en 'Un árbol caído' y 'Todo está perdonado', en su nueva novela, 'Para morir iguales' (Tusquets), regresa Reig al período de la Transición, cuando se instauró «una dictadura del consenso» que «hoy se ha hecho más severa». El escritor es para Reig «un tocapelotas» con «la obligación de incomodar». Y él trata de jugar con dignidad y mucho humor ese papel con cada aventura narrativa.

«Si no es así eres un mentecato. No se escribe para complacer. El escritor es una suerte de Pepito Grillo; un poquito cascarrabias y agorero. Para complacer a la gente y decirle lo guapos que son ya están las compañías de móviles que te dicen 'se libre', 'se independiente'. Si te van a dar el Cervantes, es que lo has hecho mal», asegura Reig en vísperas de que Sergio Ramírez recoja de manos del Rey el premio mayor de las letras hispanas en Alcalá de Henares.

La hoy denostada Transición «tuvo muchas cosas buenas», reconoce Reig. Pero sitúa en los años posteriores a la muerte de Franco «el inicio de la dictadura del consenso y del sentido común que anestesió el pensamiento y obligó, por ejemplo, a una mayoría de españoles a votar sí a la OTAN». «Acabó con la capacidad de disenso e implantó el pensamiento único y la idolatría de ese totalitario sentido común que es hoy el enemigo. También el grado cero de la moral, que es el egoísmo», plantea Reig.

«Ese nítido predominio del sentido común es el fin del pensamiento», diagnostica el escritor, que reivindica el derecho al error y la discrepancia. «Nadie tiene derecho abrir la boca para decir algo con lo que no se pueda estar en desacuerdo», dice. «Para pensar hay que correr el riesgo de no tener razón y equivocarse. Hemos aceptado el consenso y es, insisto, el fin del pensamiento. Supone volver a las cavernas», aventura.

Cree Reig que sufrimos «un claro retroceso en la libertad de pensamiento». Que hoy «todos estamos obligados a estar de acuerdo», y sentimos «el frío y el temor a ser señalado si sacas los pies del tiesto». A su juicio había más libertad de expresión en la Transición que ahora. «Nadie se cuestiona hoy la monarquía ni se plantea que el problema catalán se arreglaría con una república federal laica. Antes se podía discutir eso y ahora no. Hasta la izquierda mira para otro lado y silba. Estamos muy mal. Nos han reducido las cabezas, como hacían los jíbaros», ironiza.

Decisiones morales

La novela cuenta la transformación de Pedrito Ochoa en el respetable don Pedro. La conversión de un huérfano criado con implacables y retrógradas monjas en un hospicio ajeno a la gran mutación que vive el país, en un adinerado abogado con suerte y acceso al poder y al dinero. Una transformación en la que no todo queda en manos del azar y que comienza cuando accede al Atrium, la escuela de las familias ilustres del franquismo. «Elegimos nuestro papel pero tomamos decisiones morales», apunta Reig. «¿La decisión de matar en las cámara de gas se toma cuando se abre la llave de paso del gas zyklon en Auschwitz, o muchos años antes, cuando el oficial nazi era el matón del patio de la escuela?», se pregunta.

Tan abominable como el sentido común y el consenso es para Reig la autoficción hoy tan en boga. «Estoy harto de la literatura del yo. Es reaccionaria. Un ejercicio de ombliguismo, puro onanismo, porque el yo no existe. Nos construye la relación con los demás, que es lo que nos otorga conciencia de nosotros mismos», asegura. «'El Lazarillo de Tormes', en el que nada es verdad, es literatura del yo», asegura Reig, para quien «la verdad añade muy poco a la literatura». Cree, como Machado que «se miente más de la cuenta por falta de fantasía y también la verdad se inventa. La literatura es una verdad inventada y mucho más auténtica que la verdad fáctica, que siempre se hace desde algún sitio y para algo. La literatura es una invención pura que quiere contar una verdad real», resume.

'Antiteo'

Autor del celebrado 'Manual de literatura para caníbales', Reig no encaja en los criterios de la corrección política. Anti es un prefijo muy de su gusto y que él antepone a muchas cosas. Tanto, que se define como «'antiteo' antes que ateo». «Si Dios existiera yo estaría en contra», dice acompañando su categórica afirmación de una sonora carcajada.

Convencido de la capacidad disolvente del humor que destila casi todo lo que escribe, admite el autor de 'Señales de humo' o 'La cadena trófica' que esta novela le ha salido «más tragicómica que cómica». Aconseja a los políticos y a los líderes religiosos, incluido el Papa, «que se rodeen de bufones que les hagan chistes en Twitter y chascarrillos blasfemos». «La contienda constante que es el humor nos hace replantearnos todo y quita hierro a las cosas», asegura.

Reig estudió Filosofía y Letras en la Autónoma de Madrid y dio clases de literatura en universidades norteamericanas y en la escuela de escritura Hotel Kafka. Autor de novelas como 'Autobiografía de Marilyn Monroe' o 'Lo que no está escrito', sabe hoy que escribe «para satisfacer la vanidad y dotarme de mi identidad de escritor». Para el lector «la literatura es el libro de claves del mundo, lo que le permite descifrarse a sí mismo y a los demás».

Ni la posteridad ni la muerte le quitan el sueño. «Cuando ella esté yo ya no estaré», dice recurriendo a los clásicos. «Es el único horizonte de certeza, pero me preocupan más el sufrimiento y el dolor». «Quiero morir en casa con una sobredosis anestésica, escuchando rancheras con una botella de whisky y un cartón de tabaco. Una muerte humana, vamos», dice este escritor caníbal y afectuoso librero al frente de Fuenfría «la» librería del Cercedilla, el pueblo serrano en el que lleva ya casi ocho años, lejos del bullicio de las grandes urbes.

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