La música que guarda la tierra
El burgalés Diego Galaz atesora una colección de más de un centenar de instrumentos insólitos que convierten cada actuación en un homenaje a las tradiciones populares
En otra época, la música no requería de grandes escenarios, bastaba con unas cucharas o una sartén para arrancar el ritmo e improvisar una melodía. La gente hacía música con lo que tenía a mano, y un utensilio de cocina podía amenizar cualquier reunión con amigos. El músico burgalés Diego Galaz lleva años reivindicando esta tradición popular, y en su haber conserva más de un centenar de instrumentos insólitos, que recuerdan cómo éramos capaces de expresarnos con muy poco.
Publicidad
«Una vez que uno se dedica a la música, intenta buscar artilugios que le permitan expresase», explica el músico. Comenzó su formación de la mano de un gran compañero: el violín, sin embargo, con el tiempo descubrió los placeres de la música popular, y con ella todo un abanico de instrumentos diferentes. El violín trompeta fue clave para él, porque le permitió acercarse más a ese sonido de principios del siglo XX con el que se siente más identificado, aunque reconoce que el serrucho le «voló la cabeza».
«Era un instrumento que no solo me daba un sonido muy diferente y bonito, sino que además me daba una puerta muy grande a sorprender a la gente en estas épocas de tecnología obscena, para poder demostrar que no necesitamos tanto», añade el compositor.
Cuando toca este instrumento sorprende mucho al público, e incluso se emociona. «Esto me da mucha esperanza como ser humano, de que todavía lo auténtico puede prevalecer sobre lo demás», añade. En este punto, recuerda lo importante que es conocer nuestras propias tradiciones, y cómo utensilios tan básicos como las cucharas, la sartén o incluso una lata de pimentón, se utilizaron como instrumentos en nuestro país.
Sin embargo, estos no son los únicos instrumentos que componen su repertorio. Los violines tienen un hueco especial en esta gran muestra, así como otros artilugios que ha ido encontrando en sus viajes por el mundo.
Publicidad
Aunque hoy es posible que guarde unos 130 instrumentos, Diego Galaz reconoce que «van y vienen», porque si no los usa, intenta darles una segunda vida. «Ahora mismo tendré unos cien instrumentos tocables», explica. Hay que recordar que el integrante de Fetén Fetén es autodidacta, y exceptuando el violín que aprendió a tocarlo en su momento.
«El resto de instrumentos he sido autodidacta, y ahora con todas las opciones que hay de Internet, uno puede buscar libros y aprender», explica el burgalés, que siempre que obtiene un nuevo instrumento, trata de aprender a tocarlo y usarlos todos. «No tengo una obsesión por coleccionar, porque me gusta usar los que tengo. Los timbres de los instrumentos me abren muchas puertas e intento incorporarlos para poder utilizarlos», añade.
Publicidad
«Deberíamos aprender que, hasta que uno se muere, no deja de aprender cosas, y eso es muy bonito», indica Diego Galaz, que reconoce que su carrera como músico se fundamenta precisamente en poder tocar de todo un poco, y por tanto está muy comprometido con ese aprendizaje constante.
Haciendo gala de su humildad, Galaz reconoce que su carrera musical se fundamenta en el violín y «un poco» la guitarra. El resto de instrumentos los toca desde una «perspectiva amateur», y todavía está aprendiendo de todos ellos. «Cuando pongo un instrumento en el escenario es porque siento que puedo transmitir una cierta calidad», apostilla.
Publicidad
La tradición también es patrimonio
Diego Galaz afirma que aunque, pueda parecer que hay un renovado interés por la música folklórica, todavía desconocemos mucho de nuestra propia tradición. Los más pequeños saben asociar la gaita a Galicia, pero desconocen el importante papel que ha tenido la dulzaina en esta tierra. «Castilla tiene su propia identidad, aunque no nos la creamos. La dulzaina es nuestro instrumento», defiende el músico.
«Sigue siendo increíble que nos sorprenda tocar unas cucharas, cuanto tienen que ver con nuestra tradición», lamenta. Para Galaz no solo se trata de preservar una herencia, sino también de reivindicar quiénes somos. Al igual que protegemos un monumento como la Catedral de Burgos o la de León, es importante cuidar nuestra tradición musical, porque también es patrimonio. «Lo tenemos que hacer porque es divertido. Está vigente y puede convivir con lo tecnológico, pero también nos da pautas de cómo podemos vivir más felices», concluye.
Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión