Don Sardino Cocinero quedó reducido a ceniza en Miranda de Ebro
El Entierro de la Sardina se anticipaba al Miércoles de Ceniza que según la tradición marca el final del Carnaval para despedir los festejos
Cual ave fénix que resurge de sus cenizas, cada año una nueva talla de una peculiar y colosal sardina renace en Miranda de Ebro marcando el final del Carnaval y el comienzo de la Cuaresma. Y en esta ocasión, el pescado se reencarnó en chef en un ritual festivo que este martes, 13 de febrero, simbolizaba el término del jolgorio y el regreso a la solemnidad propia de los tiempos previos a la Semana Santa ―al menos antaño―.
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En efecto, caída la tarde, la comitiva fúnebre recorrió las calles de la ciudad del Ebro con rumbo a su casco histórico para despedir hasta el año que viene a la recién nacida sardina escultórica. Un renacer efímero que, inevitablemente, derivaría en el pez reducido a cenizas, pues tal y como manda esta tradición pagana, al término del desfile, el pez ha de arder en la hoguera.
De sus rescoldos anticipados ―fieles a la tradición, habrían de coincidir con el Miércoles de Ceniza― emergió este martes en Miranda un tiempo de Cuaresma que llegará a su fin dentro de cuarenta días, coincidiendo con el Jueves Santo. En cualquier caso, la ciudadanía mirandesa todavía quiso acompañar al cortejo en sus últimos compases carnavalescos.
Un divertido funeral
Tocaban las charangas, unas veces a ritmo de marcha fúnebre, otras, al son carnavalero. Y es que aunque el Entierro de la Sardina todavía es festivo, no deja de simbolizar un final que, como la gran mayoría, tienden a despertar la melancolía.
Elaborado por el grupo carrocero Arco Iris, el propio paso anticipaba su desenlace: cuatro esculturas de la muerte guardaban las esquinas de una carroza donde, no obstante, Don Sardino Cocinero, como así bautizaron al pez sus creadores, lucía alegre con su chaquetilla y su gran cucharón, en homenaje a la gastronomía mirandesa y a sus recientes éxitos.
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Desde la calle de La Estación, el cortejo fúnebre realizó su tradicional procesión logrando captar a centenares de viandantes atraídos por este desfile tan peculiar: desde el parque Antonio Machado, hasta el Río Ebro, pasando por las calles de La Estación, Real Allende, Real Aquende, la Plaza de España —donde se repartió el tradicional bollo preñado, en esta ocasión, a beneficio de Ampaf—, el Puente Carlos III, la calle Bilbao y Santa Lucía.
Pese a lo lúgubre del nombre con el que se bautizó el acto, lo cierto es que en el Entierro de la Sardina imperó un ambiente festivo que poco a poco se diluía en la gran fogata que redujo a cenizas a Don Sardino Cocinero. El miércoles de Ceniza se adelantaba en Miranda.
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