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Clientes comiendo paella en la marisquería española de la Feria Mundial 1964. ARCHIVO: NODO
Paella, sangría y olé, marca España desde 1964

Paella, sangría y olé, marca España desde 1964

Gastrohistorias ·

Ese año se celebró la Feria Mundial de Nueva York, en la que el pabellón español tuvo una destacada presencia cultural y gastronómica

Ana Vega Pérez de Arlucea

Madrid

Domingo, 14 de octubre 2018, 02:12

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Las tres palabras por las que seguramente es más conocido nuestro país en el extranjero, ésas que cualquier turista se apresura a practicar mientras baja del avión, son paella, sangría y olé. Lo sé, lo sé, puede que no nos representen a todos y sean tópicos trasnochados, pero su alegría bullanguera han hecho mucho por la marca España. Quizás se hayan preguntado ustedes alguna vez desde cuándo la paella y la sangría sirven como inveterados tótems de nuestra gastronomía y cómo porras se hicieron tan famosos allende nuestras fronteras. Pues verán, gran parte de culpa la tuvo la Feria Mundial de Nueva York de 1964.

De iniciativa privada y albergada en el parque Flushing Meadows (Queens), esta feria celebrada en honor de la era del espacio duró desde abril de 1964 hasta octubre de 1965. Entre sus 140 pabellones destacó enormemente el español, ideado por el arquitecto Javier Carvajal, y ante el que diariamente se formaban colas de visitantes deseosos de conocer el pequeño museo del Prado que, transplantado desde Madrid, mostraba obras de Goya, Velázquez, Zurbarán, Picasso o Dalí. Danzas regionales, artesanía, productos industriales y hasta la espada Tizona del Cid completaban el muestrario del pabellón de España, apodado como «la joya de la Feria» por la revista Life. Lo más llamativo de la presencia española en Nueva York fueron sin embargo tres cosas: la réplica flotante de la nao Santa María, el tablao flamenco y la pitanza. Para representar a la gastronomía nacional se montaron cinco locales donde vivir la «Spanish experience» igual que si se estuviera en España de vacaciones; una marisquería, dos colmados o bares (llamados Madrid y Jerez) y dos restaurantes (Granada y Toledo) formaban la embajada culinaria comandada por Clodoaldo Cortés y su equipo, del famoso restaurante madrileño Jockey. Todos ellos se pueden ver en este documental en color del NO-DO de 1969.

Tal y como nos cuenta un artículo del diario ABC, Cortés llevó, entre camareros, cocineros y demás servicio, a 158 personas para atender las mesas de la Feria Mundial. En el Jerez, decorado a la manera de un patio andaluz, puso a un venenciador que hizo las delicias de los reporteros gráficos, igual que los guardias civiles con tricornio y uniforme de gala que montaban guardia en la puerta. El restaurante Toledo era de corte elegante y cocina de inspiración internacional, mientras que el Granada servía los grandes éxitos de la cocina española tradicional: gazpacho, pescado frito, merluza a la vasca, fabada, caldo gallego, guisos de caza, cordero asado, natillas, mazapanes… Todo elaborado con producto traído expresamente desde España en barcos frigoríficos. En la taberna-marisquería, dirigida por los hermanos Alberto y Fernando Heras, se despachaban tapas, mariscos, tortillas, paellas y sangría en cantidades industriales. Estas dos últimas cosas hicieron auténtico furor. Durante los meses de la Feria Mundial se dieron 475.000 paellas hechas con pollo, cerdo, gambas, mejillones, almejas, guisantes y pimiento, ingredientes no muy canónicos pero que a los americanos les parecieron de rechupete siempre que tuvieran a mano un bote de ketchup y una lata de Pepsi. Para acompañar y refrescar el gaznate, innumerables jarras de sangría hecha con vino de Toro, naranjas y limones españoles y un chorrito de soda.

Marisquería del pabellón español en la Feria Mundial.
Marisquería del pabellón español en la Feria Mundial. Revista Life, 7 de agosto de1964, CC PD.

Tan famosa se hizo esta combinación de paella y sangría entre los visitantes de la feria que cuando en mayo de 1964 acudió la Primera Dama Claudia Johnson (esposa del presidente de EEUU Lyndon B. Johnson) le ofrecieron un menú típicamente español a base gazpacho, paella, sangría y crêpes Club 31, una especialidad de Clodoaldo Cortés. De regalo le obsequiaron —atención— una antología de música española y un set de muñecos vestidos con trajes regionales. ¿Llegaría el televisor de la Casa Blanca a tener una flamenca encima?

Lo que sí está claro es que el éxito del pabellón español y sus restaurantes fueron clave en la posterior estrategia de la Marca España y en la promoción de nuestra gastronomía, desde entonces irremisiblemente asociada al paella, sangría y olé.

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