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Ilustración: Mikel Casal
¿Podemos seguir haciendo chistes y memes sobre el coronavirus?

¿Podemos seguir haciendo chistes y memes sobre el coronavirus?

Pese a las consecuencias dramáticas de la pandemia, los expertos consideran que «reírse de la situación de mil maneras es fundamental en este momento» para reducir nuestro estrés

CARLOS BENITO

Jueves, 19 de marzo 2020

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Uno de los primeros síntomas del COVID-19 fue el humor. O a lo mejor podemos afinar algo más esa frase: uno de los primeros síntomas de que el nuevo coronavirus era un asunto muy serio fue, precisamente, que nos lanzamos como locos a bromear sobre él, a replicar su potencial de expansión con la viralidad de nuestras redes de comunicación. Porque, en eso coinciden todos los expertos en los misterios del humor, bromeamos más con lo que nos preocupa, ya que la sonrisa o la carcajada nos ventilan el ánimo y nos aplacan un poquito la incertidumbre. «Cualquier asunto humano dramático es caldo de cultivo para el humor», sentencia Edu Galán, de la revista 'Mongolia'.

A veces nos pensamos que es cosa nuestra, del carácter ibérico y su tendencia al cachondeo y la chirigota, pero en realidad se trata de una reacción humana y, por tanto, global. «El nuevo coronavirus desmiente los rumores sobre la existencia de un ministerio de Sanidad en Egipto», ironizaban en aquel país. En Francia, triunfaron memes como el de los dos muñequitos de Playmobil, con sus brazos rígidos, que instruían tozudamente a la población sobre la importancia de estornudarse en el codo. Y en Costa Rica, por irnos un poco más lejos, la Casa Presidencial publicó un vídeo del cómico Mauricio Astorga para dar consejos sobre cómo afrontar la crisis sanitaria. Ha habido chistes sobre el propio virus y también sobre sus efectos colaterales más absurdos, como el acopio de papel higiénico o el lujo de tener un perro para que te dejen pasear por la calle. La esposa de Tom Hanks bromeó, después de que ambos diesen positivo, con que a partir de ahora no quería más Corona que la cerveza mexicana, y también celebró ese chiste de tanto éxito que repasa los múltiples padecimientos de Hanks en las películas (desde su naufragio hasta su desembarco en Normandía) para demostrar que el virus puede con cualquiera. «Me siento mal por él, no debería haber dejado que todo el mundo toquetease sus bombones», remató su monólogo sobre Hanks el comediante Trevor Noah, en alusión a su papel en 'Forrest Gump'.

«El coronavirus está poniendo nuestras vidas patas arriba. Lo que creíamos que era algo sólido (nuestra rutina laboral, los niños en el colegio, la economía global, la agenda política 'normal', la salud de nuestros seres queridos) resulta ser ilusorio, frágil, vulnerable. Por lo tanto, nos saltan todas las alarmas, estamos de los nervios y, para colmo, encerrados en casa. Comportamientos como los que hemos visto en los supermercados son síntomas del estado mental de muchas personas. Por eso circulan tantos memes humorísticos y a tanta velocidad. Según algunos estudios, la risa es aun más eficaz que el ejercicio físico vigoroso a la hora de reducir el estrés. Incluso hay una terapia para tratar las fobias basadas en el humor, que funciona al menos tan bien como la convencional. El humor es una de las mejores formas de desdramatizar, de relativizar la gravedad de lo que nos sucede», analiza el psicólogo Eduardo Jáuregui, fundador de la consultora Humor Positivo y autor de libros como 'El sentido del humor: manual de instrucciones'.

¿Dónde estaba King Kong?

Ocurre, eso sí, que la situación ha cambiado mucho y muy rápido en las últimas dos semanas. El coronavirus ha pasado de ser una amenaza más o menos difusa a matar a vecinos nuestros, y con eso han aparecido las primeras voces discrepantes: ¿podemos seguir haciendo chistes y memes cuando el sistema sanitario se encuentra amenazado de colapso y cuando tantas personas a nuestro alrededor lo están pasando muy mal? Los expertos en el asunto señalan que no solo podemos, sino que incluso debemos, porque esa función terapéutica y liberadora de la risa resulta más necesaria que nunca. Incontables estudios han demostrado la importancia del humor, incluso del humor negrísimo (o, como dicen a veces los anglosajones, el 'humor del patíbulo'), entre los colectivos obligados a tratar de manera rutinaria con el sufrimiento y la muerte.

«Este tipo de humor es usado de manera habitual por el personal de los servicios de emergencia. Es un mecanismo que puede contribuir a la resiliencia, la salud y el bienestar pero que, a los no iniciados, puede parecerles cruel e insensible», apunta la profesora británica Sarah Christopher. Tras el 11-S, cuando el espanto todavía dominaba el ánimo del mundo, proliferaron los chistes sobre rascacielos y aviones, como quien les pinta bigotes a los cuatro jinetes del Apocalipsis: incluso existe un estudio académico titulado '¿Dónde estaba King Kong cuando lo necesitábamos?'. Y resulta inevitable citar el ejemplo máximo de esta mezcla, a veces tan chocante, de horror y risa: la filósofa Chaya Ostrower fue pionera en preguntar a supervivientes del Holocausto acerca del humor en los campos de exterminio y se encontró con que allí dentro, en lo más profundo del pozo, también había risa. «Sin humor, nos habríamos suicidado. Hacíamos gracias a cuenta de todo, porque eso nos ayudaba a seguir siendo humanos», le respondió uno de sus entrevistados.

Eduardo Jáuregui recuerda que el neurólogo Viktor Frankl, recluido por los nazis en aquellas fábricas de muerte, selló un pacto con un compañero para contarse el uno al otro un chiste al día. Lo que ha cambiado desde entonces, desde luego, es el alcance que tienen las ocurrencias: antes quedaban reducidas a unos pocos interlocutores, que seguramente compartían claves y estado de ánimo con el aspirante a gracioso, y hoy se propagan por el mundo sin orden ni concierto, hasta alcanzar los ojos o los oídos de los más vulnerables a su posible efecto ofensivo. «Yo siempre defiendo el uso del humor positivo -apunta el psicólogo-. Hay que ser sensibles y compasivos con los demás y evitar el humor agresivo. Dicho esto, reírse del coronavirus de mil maneras es fundamental en este momento, como lo es reírse de tantos dramas que nos amenazan día tras día a lo largo de la frágil y precaria existencia humana. Si alguien se ve ofendido o dolido por nuestros memes, tiene el derecho de expresarlo y, en esos casos, se puede pedir disculpas, como cuando pisamos a alguien el pie sin querer. No podemos dejar de bromear en momentos así».

Mitigar el dolor

En las redes ya han surgido algunas protestas de ese tipo, que tachan de insensibles a quienes tratan de relajar la tensión con alguna ocurrencia cómica. Algunas quejas proceden de personas que han perdido a algún allegado o que están pasando por la situación angustiosa de cuidar a personas en grupos de riesgo. «En el colectivo afectado hay gente que se queja, pero también gente a la que le hace mucha gracia y le ayuda. Yo soy muy contrario a los que se arrogan la portavocía de un colectivo tan, tan amplio que incluso hay parientes y amigos míos a los que no le gustan mis chistes. Siempre les digo: 'Pues no me veáis'», replica Edu Galán. Pocas autoridades pueden superar en este campo a Irene Villa, que perdió las piernas en un atentado de ETA cuando tenía 12 años y se convirtió en protagonista de incontables chistes macabros y a menudo brutales: «Cuando estás viva y lo has superado, no te importan los chistes. Ayuda a mitigar el dolor y contrarrestar cosas terroríficas que han pasado en el mundo», declaró el año pasado en el programa de televisión 'Chester', donde provocó un cortocircuito mental a algunos espectadores al contar ella misma sus favoritos.

Resulta evidente que, más allá de debates y controversias, el humor (en palabras de Ramón Gómez de la Serna, «el deber racional más indispensable») se ha convertido en nuestro compañero de pandemia y de cuarentena. Durante estos días de confinamiento, los memes que circulan sin parar de móvil en móvil alivian el aburrimiento y la tensión de muchas personas, y hay teletrabajadores que marcan el final de su jornada laboral con un repaso de todos los chistes que les han ido llegando durante la jornada, como si fuesen un tratamiento de desintoxicación o descompresión. ¿Nuestros 'humorólogos' han notado que cosas que les habrían hecho gracia hace quince días ya no les despiertan ni una sonrisa? «Siempre pasa. Ya lo cantaba Mercedes Sosa y, en el humor, es más acentuado: todo cambia», comenta Galán. Por su parte, Jáuregui se desmarca de cualquier sensación de hartazgo: «Diría que al contrario. Me hacen más gracia ahora cosas que entonces me hubieran dejado frío. Y, sobre todo, consumo más este tipo de memes, que igual antes ni abría. Porque lo necesito más, como cualquier otro».

«Me pillas ocupado infectando a gente»

Uno de los mayores éxitos del 'humor pandémico' en nuestro país ha sido la cuenta de Twitter a nombre del propio Coronavirus (@CoronaVid19), en la que va comentando en primera persona sus avances e incluso interactúa con otros gérmenes y enfermedades. Se abrió a finales de enero, ronda ya los 700.000 seguidores y sigue subiendo, pese a que algunos han expresado públicamente su cansancio ante el enfoque que hace de la crisis sanitaria. «Os juro que prefiero pillar el coronavirus que leer un 'chiste' más de esta cuenta», escribía recientemente un internauta harto. Pero Coronavirus, sea quien sea, sigue a lo suyo. «Asumo esto como un fracaso mío», comentó al saber que Alejandro Sanz iba a ofrecer un concierto desde casa. Si se le envía un correo electrónico, se recibe una respuesta automática: «Me pillas ocupado infectando a gente por todo el mundo, mutando todo lo que puedo. Ten en cuenta que el hecho de haberte puesto en contacto conmigo te convierte en alguien perteneciente al grupo de máximo riesgo de infección. Encantado de conocerte, seguimos en contacto (muy íntimo)».

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