«Hay permiso para pedir ayuda»
Entrevista a Marta González, directora de Proyecto Hombre ·
La nueva directora de Proyecto Hombre reconoce que la pandemia ha generado una mayor ansiedad y pone el foco en las adicciones a las tecnologíasTras más de dos décadas al frente de la organización en Burgos, Luis Fuentes cedió semanas atrás el testigo en la dirección de Proyecto Hombre a Marta González, que ya ejerce su nueva responsabilidad. Psicóloga de profesión, González lleva muchos años ligada a la organización, en la que ha trabajado «a pie de calle», adaptándose a las necesidades. Unas necesidades que han ido variando a lo largo de los 30 años de vida de Proyecto Hombre y que ahora obligan a centrar la atención en nuevas adicciones..
Asume el testigo de Manuel Fuentes, que ha estado al frente de Proyecto Hombre dos décadas. ¿Cómo lo afronta?
Para mí es un reto personal y profesional. Soy psicóloga de formación y llevo trabajando aquí desde el 2006. Siempre he tenido una especial sensibilidad en el trabajo con las adicciones. Yo creo en esto. Y estar ahora aquí, después de haber pasado por todos los programas, supone un impulso para mí.
¿Ese trabajo de campo aporta una mayor experiencia a la hora de asumir la dirección?
Al final, son proyectos en los que yo he trabajado a pie de calle, he vivido el proceso y he visto el resultado. He acompañado a muchas familias y eso ayuda. Me da mucha más seguridad. Todo es más fácil cuando defiendes lo que crees.
Proyecto Hombre es uno de los programas más arraigados en Burgos. ¿Se sienten valorados?
Sí. Llevamos 31 años, que son palabras mayores, y siempre hemos notado ese apoyo por parte de las instituciones y la propia sociedad. Hay personas que te llaman 15 años después para darte las gracias. La gente valida lo que hacemos y participa en los eventos que organizamos.
«Hay personas que te llaman 15 años después para darte las gracias»
¿Cómo ha cambiado el trabajo de Proyecto Hombre durante estos años?
Ha cambiado muchísimo. Hemos tenido que adaptarnos al día a día y a lo que la sociedad nos ha ido demandando. Por ejemplo, ahora se trabaja mucho más con patología dual, es decir, con enfermedad mental y adicciones. Eso implica un trabajo de individualización de casos y de una mayor coordinación en red, con la implicación de la familia y otras asociaciones.
Paralelamente, llevamos bastantes años trabajando en el ámbito de la prevención, que cada vez funciona mejor, no sólo entre alumnos, sino también profesores de institutos o en el ámbito laboral. Esa es quizá la mayor evolución que ha tenido nuestro trabajo en los últimos años. Ahora, Proyecto Hombre ya no responde a ese perfil de adicto adulto con una vida desestructurada. Ahora, Proyecto Hombre es mucho más.
¿Ha cambiado mucho el perfil de adicto?
Ahora mismo, si tuviésemos que dibujar un perfil tipo sería el de una persona de entre 40 y 45 años consumidor de alcohol y cocaína. A partir de ahí, hay muchos matices y muchos perfiles diferentes. Por ejemplo, en los programas del ámbito residencial se ve mucha desestructuración laboral y familiar, mientras que en la parte ambulatoria vemos adictos con recursos que les permiten seguir manteniéndose con cierta estabilidad, pero con un alto riesgo. En todo caso, hay un abanico muy grande de adictos. Ahora, por ejemplo, trabajamos mucho con gente con problemas de juego, con consumo de alcohol como sustancia única o jóvenes con consumo de cannabis.
Partiendo de la base de que preocupan todos, ¿hay algún perfil concreto que les genere mayor preocupación?
Lo importante no es la sustancia que se tome, sino qué es lo que pasa dentro de cada uno para consumir hasta el punto de llegar a una adicción. Al final, la sustancia es lo que se ve. Es como un síntoma. Esa adicción nos está diciendo que algo no va bien; que hay dificultades emocionales, traumas, duelos, baja autoestima o lo que sea. Eso es lo que de verdad nos preocupa.
¿Cómo se pueden detectar las adicciones?
Todo lo que te genere desestructura ya es un problema. Si tu hijo de 16 años no va al instituto por quedarse viendo vídeos en Youtube, es un problema. Si tu hija de 15 decide no salir con sus amigas por quedarse viendo Instagram, es un problema. Si dejas de ir a trabajar por quedarte jugando a la Play y fumando porros, es un problema. Siempre que haya algo que te cambie los hábitos, hay que abrir los ojos y ver que algo está pasando.
«Si tu hijo de 16 años no va al instituto por quedarse viendo vídeos en Youtube, es un problema»
Ha abierto el melón de las adicciones a las nuevas tecnologías. Es una realidad de la que hay que hablar, ¿no?
Sí, sin duda. Hay que hablar y tomárselo en serio. Se trata de una realidad normalizada y aceptada socialmente, pero que genera muchos problemas. Una adicción siempre tiene consecuencias, ya sean familiares, personales, sociales, económicas o en la salud. La situación ahora mismo me recuerda al debate que se abrió hace muchos años con el consumo del alcohol, que también está socialmente aceptado y normalizado. Es evidente que las tecnologías son buenas y nos ayudan, pero hay que tener claros los límites. Es fundamental que una persona aprenda a decir no.
¿Sigue habiendo estigmas con las adicciones?
Creo que hay estereotipos, pero no se si se puede hablar de estigmas. Vivimos en una sociedad que va aceptando poco a poco las cosas que llegan. Al final, el estigma es relativo, y a menudo tiene que ver con las capacidades de cada persona. En todo caso, yo no hablaría de estigmas, sino de la capacidad de la sociedad por generar posibilidades.
En todo caso, ¿se ha acabado el miedo a hablar de adicciones?
Quizá no se haya acabado, pero creo que ahora hay menos miedo. Por ejemplo, hace años era más difícil decir abiertamente que eras heroinómano, porque se relacionaba con la delincuencia, la calle, el VIH, etc. Ahora hay más conocimiento, afortunadamente. Al final, las adicciones forman parte de la realidad y todos conocemos a alguien que en algún momento de su vida ha pasado por algún problema de adicción.
¿Cómo ha cambiado la pandemia la fotografía de situación?
La pandemia ha afectado de manera directa sobre los estados de ánimo, que por otro lado son la base de todo lo demás. Hemos visto cómo se han incrementado las depresiones y los episodios de ansiedad. También se ha generado una cierta fobia social, algo así como miedo al miedo, que genera ansiedad. Y eso se retroalimenta. De hecho, hay gente que ha aprendido a estar cómoda en ese aislamiento. Además, durante la pandemia se han precipitado un poco las adicciones comportamentales, vinculadas al uso de las tecnologías o los juegos, apuestas y compras online, sobre todo entre los chavales. Al final, todos estábamos en casa con la tablet sin hacer nada y se generó un hábito. Vuelvo a mencionar lo de los límites. Yo debo ponerme mis propios límites. Y respecto a otros consumos que siempre se han registrado en casa de manera clandestina, quizá se hayan visto más aceptados. Por ejemplo, durante el confinamiento ibas al supermercado y no quedaban cervezas en las estanterías.
«Con la pandemia se ha generado una cierta fobia social, algo así como miedo al miedo»
A pesar de que hay más información, queda un mundo por recorrer en el ámbito de las adicciones comportamentales, ¿no?
Sí. Por eso es importante la parte de la prevención, la educación y la formación desde pequeñitos.
¿Es suficiente el trabajo que se hace en este sentido en los colegios?
Eso te lo tendría que responder dentro de cinco años. Se hacen cosas, pero el trabajo ha de ser combinado. No solo es necesario el trabajo en los colegios, sino que tiene que ir acompañado del trabajo en casa. Tiene que haber una integración de todo. Además, no es solo hablar de los consumos, sino también de tolerancia a la frustración, de tolerancia a los límites y normas, etc. Debe haber un acompañamiento, un acuerdo. Si a tu hijo le castigan en el colegio, tú has de validar ese castigo, porque sino, el chaval va a ver ahí una fisura y va a generar un conflicto.
¿Cómo tratan en Proyecto Hombre una adicción?
El recorrido es sencillo. La persona acude al centro y se le realiza una primera entrevista, con recogida de datos e historial de consumos para ver qué pasa. A partir de ahí, se decide en qué programa sería más adecuado entrar vistas las demandas, ya sea programa residencial. Pero antes de todo, la persona debe reconocer que tiene un problema y necesita ayuda. A partir de ahí se va trabajando de manera individual, con el apoyo de terapia de grupo.
«La persona debe reconocer que tiene un problema y necesita ayuda»
¿Cuánta gente recibe atención por parte de Proyecto Hombre cada año?
A grandes rasgos estaríamos hablando de unas 400 personas atendidas en el ámbito de adultos y alrededor de 450 en los programas de jóvenes.
¿Son suficientes los recursos con los que cuenta ahora mismo Proyecto Hombre?
Tenemos convenios consolidados con las administraciones y algunas fundaciones privadas, pero es verdad que la vida es cada vez más cara y las demandas crecen. Hay que mirar cada euro con mucha atención. Tenemos muchos gastos en infraestructuras y personal. A mí me encantaría tener el doble de trabajadores, porque a veces no se puede llegar a todo.
«Ahora mismo estamos en mitad de la pandemia mental»
¿Qué le piden a las administraciones?
Por pedir, pediríamos mucho, pero ahora mismo, en los momentos complicados en los que estamos, me conformo con que sigan apoyándonos como llevan haciéndolo 31 años. Es muy fácil pedir, pero hay que pedir con responsabilidad.
¿Y qué le piden a la sociedad en su conjunto?
Que pida ayuda. Y no sólo me refiero a Proyecto Hombre. Ahora mismo estamos en mitad de la pandemia mental. Cuando las cosas se meten debajo de la alfombra cuesta mucho sacarlas y las personas también nos ayudamos en situaciones de crisis. Hay permiso para pedir ayuda, aunque a veces no nos demos ese permiso, por nuestra educación, nuestros valores o lo que sea. Ese es el verdadero inicio de cambio.