Tradición y fe marcan en Burgos el inicio del Curpillos, la fiesta más singular

El bullir de burgaleses ataviados con la ropa de sus peñas lo indicaba desde bien pronto: este viernes Burgos disfruta de una de sus fiestas más singulares: El Curpillos.

Por segundo año, los peñistas se dirigían a La Quinta para preparar la jira campestre. Otra parte de burgaleses se encaminaban al monasterio de Las Huelgas, para los actos institucionales y religiosos. Abanicos, sombreros, gorras, gafas de sol e, incluso, pequeños ventiladores portátiles, todo elemento ha venido bien para soportar el calor bajo el sol en los exteriores del monasterio de Las Huelgas de Burgos.

El Curpillos o Corpus chico es una jornada entrañable para los burgaleses. Una fiesta singular que conjuga lo sacro y lo profano. Ambas partes están bien diferenciadas y, primero, toca lo sacro. El monasterio de Las Huelgas ha acogido a autoridades de etiqueta y los niños que han recibido este año la primera comunión. Actos religiosos y militares.

Antes de la ceremonio religiosa, la alcaldesa, Cristina Ayala, ha anunciado que se reunirá con la directora de Patrimonio Nacional, Ana de la Cueva, y que se baraja someter a consulta popular el lugar en el que realizar, en 2026, la jira del Curpillos.

Porque este día nace de una batalla militar, la celebración de la victoria de las tropas cristianas sobre las musulmanas en la batalla de las Navas de Tolosa en 1212.

Tras la misa, la procesión donde el Santísimo Sacramento se porta bajo palio y la autoridad militar lleva una reproducción del pendón de las Navas de Tolosa. Un trofeo que parece ser un adorno de la puerta del sultán.

Jotas, pasacalles, bailes de Gigantones, Gigantillos y, como no, los Danzantes y Tetines no pueden faltar en esta mañana tan genuinamente burgalesa.

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