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Jaime Santamaría junto a varios residentes con las dos perras de apoyo, Lucca y Dina. BC

Una residencia universitaria de Burgos incorpora a dos ayudantes de cuatro patas

Dos perras labradoras ofrecen apoyo emocional y generan un ambiente positivo y familiar en la Residencia Universitaria Camino de Santiago

BURGOSconecta

Burgos

Martes, 26 de noviembre 2024, 13:57

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Una residencia universitaria de Burgos ha incorporado a dos ayudantes muy especiales. Se trata de Lucca y Dina, dos perras labradoras que han transformado la rutina de la Residencia Camino de Santiago de la Universidad de Burgos.

Desde hace tres años, estas perras acompañan a los habitantes de la residencia brindando un apoyo emocional que, según su director y propietario de Lucca y Dina, Jaime Santamaría Vega, ha generado un ambiente más positivo y relajado en el centro, además de hacer más fácil a los estudiantes la distancia que les separa de sus familias.

Mintamer, un estudiante procedente de Alicante, reafirma esta idea de un entorno amigable y humano y asegura que le «devuelven a casa«, porque le recuerdan mucho a Ares, su perro: «Me dan felicidad y me parece perfecto que estén aquí».

El director de la residencia, Jaime Santamaría, es amante de los animales y actualmente se está formando como adiestrador canino y en psicología canina. Explica que cuando llegaron a su vida y comprobó los beneficios de tener mascotas, empezó a dar vueltas a la idea de que pudieran beneficiar también a los alumnos que residen allí: «Me di cuenta de que esto podría convertirse en un proyecto positivo tanto para los residentes como para los trabajadores».

Lucca y Dina en la residencia de estudiantes. BC

Desde el primer día, Lucca, que llegó con solo 3 meses, se convirtió en una presencia apreciada, «había estudiantes que llamaban preguntando si Lucca estaba ese día, si podían pasear con ella o simplemente, acariciarla», recuerda Santamaría.

Luego llego la adopción de Dina, madre de Lucca y, desde entonces, ambas forman parte de la vida cotidiana de la RUCS. «Vienen a trabajar conmigo casi todas las mañanas y cuando no están en el despacho se mueven con libertad por la Residencia, siempre respetando zonas como el comedor o las habitaciones», aclara Santamaría, que explica que son muy cuidadosos con la normativa de seguridad e higiene y ambas están vacunadas y desparasitadas.

Familia y parte de la plantilla

Lucca y Dina, desarrollan un rol fundamental en la residencia, no son simples animales de compañía. Para el director son perras de apoyo emocional: «No son perros de terapia – aclara -, aunque su presencia tiene un efecto terapéutico. Son más bien perras de apoyo, compañía y ocio».

Santamaría pone en valor este impacto positivo en el bienestar emocional de los estudiantes, especialmente en aquellos que experimentan ansiedad o estrés: «Hay residentes que se acercan a mí diciendo que se sienten nerviosos y que les gustaría pasar un rato con los perros. Después, puedo ver cómo se sienten más relajados y con una sonrisa en el rostro».

Este efecto también se puede observar a la hora de afrontar los problemas, como explica el director, «cuando hay un conflicto intento que estén presentes, porque hay algo en ellas que hace que las personas se relajen, se genere un ambiente menos tenso y más creativo, la gente las acaricia y es una forma implícita de acercar posturas y me da la impresión que ellas lo saben».

Cada una de ellas tiene su función, Lucca – de apenas 3 años - es un cachorro más dinámico y activo, Dina – con 8 -, tiene un carácter más calmado y es especialmente apta para la interacción con personas que necesiten apoyo emocional.

Los estudiantes jugando con Lucca.

Este vínculo entre los estudiantes y los animales se ha fortalecido con el tiempo, y no solo beneficia a los residentes, «la plantilla de trabajadores también juega mucho con ellas y lo primero que hacen al llegar, y lo último al irse, es acariciarlas. Eso ha ayudado a mejorar el ambiente laboral, que ya de por sí era muy bueno, pero ahora tiene un toque especial», añade el director.

Una de las trabajadoras de la RUCS, Virginia, confirma esta sensación. «Llevo trabajando aquí 3 meses y hacerlo en un sitio donde puedes estar en contacto directo con los animales es un plus para mí», afirma y asegura sonriente que «forman parte de la plantilla».

Perros de apoyo que mejoran el ambiente

Esta mejora del ambiente y de la convivencia es, a juicio de Santamaría, la clave del éxito de la iniciativa, «son un vehículo para mejorar el bienestar, no solo ayudan a relajarse o desconectar, sino que también fomentan la responsabilidad y el cuidado. Tener un perro es un compromiso que los estudiantes asumen con gusto y eso, a largo plazo, aporta valores importantes como la empatía, el respeto a la naturaleza y la paciencia», concluye, sin olvidar que, en un mundo saturado por la tecnología, ver a los estudiantes interactuar con los perros es algo muy positivo, además de «un respiro en medio de la rutina».

Irati, que lleva dos meses en la residencia, se vio sorprendida por la presencia canina. «Lo primero que vi al entrar fueron dos perras enormes en la recepción que en seguida se acercaron buscando mimos», recuerda. Asimismo, asegura que crean un ambiente más familiar y están muy bien educadas.

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La inestimable aportación de Lucca y Dina para que exista ese ambiente familiar y hacer «hogar» es una sensación generalizada entre los residentes. «Son dopamina para el cerebro», afirma la segoviana Carlota, que ya lleva 3 años en la RUCS, que tiene mascotas en casa y aprovecha cualquier oportunidad para pasear con ellas.

La sensación de «sentirse como en casa» gracias a ellas también es compartida por Claudia, de Logroño, que desde el primer día juega con ellas en los jardines anexos a la residencia y comparte con sus compañeros el deseo de que otras residencias imiten este modelo.

Iyán es otro de los habituales compañeros de juego de Lucca y Dina. «Ahora coincido poco con ellas porque tenemos el mismo horario, pero ya llegará el momento en que tenga clase por la tarde y pueda estar más con ellas», reconoce.

Ana, otra de las residentes, recuerda la emoción de conocerlas «el día antes, incluso dormí más nerviosa de lo habitual» y explica que para ella suponen además un apoyo a la hora de afrontar los exámenes, «son épocas en que todos estamos más nerviosos y estar con ellas me ayuda a relajarme y animarme».

Lo que comenzó como una pequeña aventura familiar, se ha convertido en un novedoso proyecto – Santamaría asegura que solo conoce un caso reciente de otra residencia que cuente con una iniciativa similar -, que ha ido calando en la vida de la residencia universitaria con un importante impacto para las personas que conviven con Lucca y Dina. Además, espera ir avanzando para consolidar y ampliar el proyecto, «quizás evolucionando hacia un programa terapéutico, pero sin perder el espíritu familiar».

Con esta innovadora experiencia, la Residencia Universitaria Camino de Santiago se posiciona como un modelo en el que el vínculo los animales pueden marcar la diferencia en el ámbito familiar, académico, laboral y emocional.

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