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Carlos Aganzo, Miguel Ángel Pérez ‘Maguil’, Enrique Gavilán, Gustavo Martín Garzo y Carlos Blanco. R. J.

El sambenito de 'fachadolid', que nunca lo fue

La Universidad y el colectivo Territorios de la Memoria celebran la primera jornada sobre la resistencia a la dictadura en la ciudad

Víctor Vela

Valladolid

Viernes, 3 de noviembre 2017, 10:38

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Fue la gran paradoja del franquismo. La represión, la falta de libertades, el paisaje en blanco y negro fraguado en torno a un hombre «frío y cruel», generó un «efecto estimulante sobre el arte y la cultura, que se convirtieron en un espacio de resistencia». «No teníamos libertades, no había democracia, pero encontramos un sucedáneo en la cultura. El cine, la música, el teatro... nos situaban en el polo opuesto frente a una realidad cutre y casposa». Habla Enrique Gavilán, doctor en Historia, ponente en la primera mesa ciudadana organizada por la Universidad y Territorios de la Memoria para analizar la huella del franquismo en Valladolid y cómo la ciudad y la provincia hallaron grietas para la crítica, fisuras en el régimen para mostrar desde ahí su rechazo. «Hay que acabar con el sambenito de ‘fachadolid’ porque Valladolid nunca lo fue», insistió la historiadora Asun Esteban, directora de las jornadas, en la presentación del primer encuentro. «Si observamos la ciudad de aquellos años desde diferentes perspectivas, tenemos que hablar de forma clara de una resistencia al franquismo que se vivió desde la burguesía intelectual, desde los barrios, los trabajadores... y también desde la cultura».

«El régimen sabía del poder subversivo que representaba la cultura y por eso intentaba amordazarla», explicó Carlos Blanco, presentador de la cita, quien apuntó al papel crítico que jugó la Seminci (donde se proyectaron películas como ‘Los olvidados’, ‘Las hurdes’ o ‘El manantial de la doncella’), los arietes contra el franquismo que se empuñaron desde el teatro o las letras críticas que publicaba El Norte de Castilla. «La cultura fue para el régimen un peligroso caballo de Troya y ese era, precisamente, el nombre de una sección impulsada por Miguel Delibes con escritores como Martín Descalzo o Manu Leguineche. «El pedigrí de liberalismo que siempre tuvo El Norte influyó para que el periódico tuviera un régimen de libertad más importante que ningún otro diario español», indicó Carlos Aganzo, actual director de El Norte de Castilla, quien subrayó las denuncias planteadas por Miguel Delibes, no solo en las páginas cotidianas del periódico, sino también en sus novelas. Los libros de Delibes y la conciencia ética que cincelaba sus palabras y escritos fueron, desde Valladolid, un retrato feroz contra los autoritarismos.

Pero no solo el periodismo o la literatura. También el teatro, con grupos como Teloncillo, que en 1974 –y con cartel de Manuel Sierra– puso en escena ‘El retablo del flautista’, una pieza censurada en otras ciudades. La música sirvió además para aunar voces contra la dictadura. Miguel Ángel Pérez ‘Maguil’, gestor cultural, recordó aquella iniciativa emprendida en 1973 por estudiantes de Medicina y dos grupos locales, Molécula y Teja Enmohecida. Se iba a llamar Festival Antequera 73 y pretendían ser ocho horas continuadas de música en la playa de Puente Duero. Iban a actuar Joaquín Díaz, John Campbell,Xavier Ribalta, el grupo folk Marmitako... Horas antes de su celebración, el gobernador civil lo prohibió. «Habría sido uno de los primeros festivales de rock de España», recuerda Maguil.

También las galerías de arte (como Castilla, junto a la catedral, o Jacobo, en Miguel Íscar) concitaban importantes citas artísticas que convertían estos lugares en «espacios de encuentro y movilización», recordó Gavilán. «Lo que alimentaba nuestra pasión por la cultura no era tanto el deseo de otro régimen político como la náusea que nos producía el franquismo. Yasí, el impulso estético nos llevó también al compromiso político», añadió el historiador.

El escritor Gustavo Martín Garzo abundó en esta idea: «El cine y los libros fueron el umbral que nos permitieron descubrir que había otras cosas. Frente al desamparo de la dictadura, en oposición a la zozobra, se abría ante nosotros un mundo fascinante, un deseo de apertura, de rebeldía, de conocimiento que luchaba contra el encierro de la realidad». Y eso, apuntó Martín Garzo, en una sociedad que, pese a todo y de forma mayoritaria, «aceptó el franquismo sin pestañear».

«Mi padre se equivocó»

El escritor ofreció –ante una abarrotada Aula Mergelina de la Facultad de Derecho– un íntimo recuerdo de la figura de su padre, «un hombre bueno que, sin embargo, participó en la aquiescencia mayoritaria hacia el franquismo». «Mi padre se equivocó al no rebelarse, al creerse a un caudillo de pacotilla que pensaba que había salvado a España», indicó Martín Garzo, quien añadió los cineclub al cóctel contra el franquismo que diluye esa imagen equivocada de ‘fachadolid’.

«La cultura fue resistencia durante el franquismo y celebración que se exportaba en los años 80», añadió Carlos Aganzo, quien compartió junto a Enrique Gavilán el lamento porque aquella cultura –que era consuelo, consumo y prestigio– haya derivado en el arte como «elemento residual en la sociedad del espectáculo».

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