Rodrigo Cortés: «Desconfío de cualquier cosa que no tenga humor»
Entrevista a Rodrigo Cortés ·
El cineasta y escritor presenta en Burgos su última novela, 'Los años extraordinarios', un viaje vital a través de un siglo XX paralelo tan absurdo como poéticoRodrigo Cortés (Pazos Hermos, 1973) está este martes en Burgos presentando 'Los años extraordinarios', su segunda novela. Pero tambien podría estar presentando 'El amor en su lugar', su última película. O grabando junto a Juan Gómez-Jurado, Javier Cansado y Arturo González-Campos algún podcast. O escribiendo su Verbolario. O tocando algún instrumento... Alguno de sus amigos 'todopoderosos' ha llegado a compararle con un hombre del Renacimiento, aunque el propio director de cintas como 'Buried' o 'Luces Rojas' huya de cualquier atisbo de comparación. Simplemente, dice, no muestra las cosas que se le dan mal.
Lo que sin duda se le da de fábula es escribir. Así lo había demostrado ya con 'Sí importa el modo en que un hombre se hunde', 'A las 3 son las dos' y 'Dormir es de patos', y así lo ha ratificado con 'Los años extraordinarios', una de las grandes sorpresas literarias de los últimos meses.
Prometo que me he leído 'Los años extraordinarios', pero ¿de qué va el libro?
Es literalmente imposible contestar a eso, porque se puede contar cualquier cosa de la novela sin anticipar nada en absoluto. Pero si decidimos tratar de convertirla en algo, se podría decir que son las memorias de un viajero que busca las fuentes del Nilo sin haberlas encontrado; sin haberse mojado siquiera. Las memorias de alguien que atraviesa el siglo XX casi de principio a fin con la particularidad de que en realidad es un siglo XX muy parecido al nuestro, pero cuyas leyes son más flexibles.
¿Cómo nace la novela?
Sin mapa, brújula o propósito. De hecho, comencé a escribirla sin la voluntad real de hacerlo. No diré que fue por escritura automática, porque para eso hace falta que te posea un autor muerto, y en ese caso, es mejor que sea bueno. Pero sí que lo hice destapando un tapón que no era del todo consciente que tenía, como una especie de acto inconsciente de vindicación de la libertad creadora. Lo que hice desde el primer momento fue darme toda la libertad del mundo, sin estar seguro de que al final del camino habría alguien.
Entonces, ¿la historia se la fue relatando el propio Jaime Fanjul?
Sí, en el sentido de que me sentaba cada día sin saber qué iba a suceder. No sabía si Jaime se iba a quedar quieto en una habitación durante nueve años o iba a recorrer tres continentes en los siguientes diez días. Sin embargo, no es tan fácil como esperar que Jaime Fanjul me cuente la historia. Ojala fuera así. Me temo que en realidad es un trabajo de pico y pala. Cada día te sientas ante el teclado sin estar seguro de si vas a ser capaz de salir de allí con vida. No es una cuestión de ver si la imaginación no se agota, sino que la estructura debe crecer, el personaje debe cambiar y la trama debe reactivarse a sí misma para relanzar la atención.
Es curioso que diga eso, teniendo en cuenta que, al menos en la superficie, Jaime cambia poco o nada a lo largo de su vida.
Efectivamente, hay una parte que es así. Jaime está lleno de defectos y puede incluso llegar a ser irritante. Sin embargo, tiene dos características que, como mínimo, respeto profundamente: ni se queja ni juzga. Y eso lo mantiene toda su vida. En todo caso, el ímpetu eléctrico de la infancia es diferente al de la adolescencia y tiene una madurez poco ejemplar en muchos sentidos. Quizá es en el momento en el que conoce a Zamora cuando Jaime empieza a tocar partes de sí que no conocía, aunque no suponga una diferencia radical. Al final, cuando cambiamos no es necesariamente para mejor, ni para peor. Simplemente cambiamos. Los setenta y pico años de vida de Jaime no son gratis.
«Cuando cambiamos no es necesariamente para mejor, ni para peor. Simplemente cambiamos»
Jaime a veces desprende apatía. Otras veces, ganas de exprimir la vida. Otras, una profunda reflexión. ¿Es Jaime Fanjul un retrato de la España actual?
Desde luego, no nace con esa vocación. Ni con ninguna otra, de hecho. La novela no está escrita para nada, ni pretende nada, ni trata de dar nada que se parezca en nada a un consejo. Ni siquiera trata de ser simbólica en ningún sentido. Simplemente, acoge la irracionalidad con total deportividad sin cuestionar de dónde surgen las imágenes. Cuando sucede eso, todo resuena en las verdades de cada uno. Y cuando se definen acontecimientos que no son exactamente tal y como sucedieron, uno inevitablemente los compara y extrae sus propias resonancias. Y me gusta que suceda así. La novela en sí no dirige la mirada ni la opinión. De hecho, el personaje no se lo pone nada fácil al lector. No hace ningún esfuerzo por ser querido, ni por ser aceptado, ni por prácticamente nada. Sólo por andar, sin cuestionarse si eso tiene sentido.
¿Está sorprendido con la recepción que está teniendo el libro?
Sí, sin duda. El libro va por la quinta edición, y dos de ellas fueron muy largas para poder dar respuesta a todas las peticiones de las primeras semanas.
¿Qué le decía la gente de la editorial?
Yo fui el primer sorprendido por el éxito de la novela, pero ellos fueron los segundos. No estábamos preparados, ni siquiera desde la perspectiva logística. Obviamente, confiábamos en el libro, pero no es el tipo de libro que generalmente esté en las listas de éxitos. Es incluso difícil de explicar. El libro no está diseñado para vender. Es un libro escrito con absoluta libertad, sin atender a parámetros de mercado o a temáticas. Simplemente, es. Y de algún modo, hay gente que está reaccionando con la misma energía que precisamente propone. No tengo ni la más remota idea de por qué.
De entre la miríada de personajes que se cruzan con Jaime Fanjul, quizá sean las mujeres las que más marcan su viaje.
Nunca he tenido la voluntad de tratar de definir algo a través de ellas, aunque cuando escribes, inevitablemente, todo lo que haces es el resultado del procesado de tu mirada sobre el mundo y de tu voz sobre las cosas, incluso la que ignoras tener. Lo cierto es que, aunque los personajes femeninos con los que se va encontrando Jaime son en general muy distintos, todos ellos comparten, quizá con excepción de la madre, una extraña voluntad de acogimiento, una falta de juicio y una aceptación de los defectos del personaje, viendo en él mucho más de lo que él mismo ve de sí mismo.
La novela es inclasificable y bebe de infinidad de influencias. Hay quien ve herencia de Quevedo, Cervantes o Berlanga. ¿Son influencias autoconscientes?
En las entrevistas y reseñas que ha ido teniendo el libro he leído decenas de nombres. Amo a Berlanga, a Quevedo en su vertiente más atrevida y a Cervantes en su vertiente más indulgente. Pero también bebo de Valle, de Cunqueiro, del humorismo de principios de siglo de Jardiel, de Mihura, de Azcona, de Mendoza o de Cuerda. También bebo de Verne en su sentido más viajero o de Maupassant desde el pinto de vista más poético. Pero siempre sin tratar de adscribirse a nada de eso. Somos lo que somos y somos lo que comemos. Pero en todos los casos, esas influencias están ahí sin haberlo buscado de manera consciente, simplemente están respondiendo a las vibraciones que uno mismo capta. No te levantas cada mañana pensando en quién vas a fusilar, simplemente escribes con absoluta libertad, pero a través de tus dedos se filtra aquello que has visto o incluso aquello que no recuerdas haber visto.
«A través de tus dedos se filtra aquello que has visto o incluso aquello que no recuerdas haber visto»
La novela, incluso en sus momentos más delicados o íntimos, destila constantemente un sentido del humor absurdo, pero también muy crítico. ¿Cómo de necesario es el humor para enfrentarse a la vida?
El humor ni siquiera tiene que ser divertido. Es simplemente inevitable. No se si es necesario o no, pero en lo personal desconfío de cualquier cosa que no tenga humor, porque es propio de la mirada humana, es una manera de imponer cierta distancia con las cosas, de no tomarse más en serio de la cuenta determinadas situaciones. Creo que este es el aspecto en el que más gallego soy. He vivido toda mi vida en Salamanca y evidentemente mi experiencia castellana se filtra en muchas de mis decisiones, pero soy gallego por mandato materno, y por lo tanto, por mandato lunar. Al final, ahí hay algo que tiene que ver con la retranca y que pasa por abordar las cosas sin estar seguro de si te lo han dicho en serio o no, pero encontrando siempre una visión amablemente cruel.
El de Jaime Fanjul es un viaje vital, pero también es un viaje físico. ¿Es el espíritu aventurero algo inherente al ser humano o, como dice el propio personaje, «viajar es casi siempre escapar de algo?
Es llamativo, porque Jaime camina y camina, pero yo nunca lo definiría como aventurero. Ni siquiera lo definiría como caminante. Simplemente es alguien que anda. No busca la aventura ni la novedad. Se impulsa por motivos externos a él que acepta deportivamente sin cuestionarlos. Avanza porque es la mejor manera de no cuestionarse a dónde va.
¿Y en cuál de todos esos lugares que visita Jaime Fanjul le gustaría descansar a Rodrigo Cortés?
En realidad, me los he inventado todos, incluso los que existen de verdad. Lo curioso es que lo que hace Jaime al final es regresar, lo cual parece demostrar que vayas donde vayas te llevas contigo, así que si lo que quieres es descansar, no es tan importante el dónde, sino el cómo.
«Vayas donde vayas te llevas contigo, así que si lo que quieres es descansar, no es tan importante el dónde, sino el cómo»
La novela toca, a veces de manera tangencial y a veces de manera muy directa, algunas de las claves de la política del siglo XX. ¿Hay alguna intención oculta o simplemente sirve de contexto para el viaje de Jaime?
Nunca hay una intención. Ni cuando los de Alicante declaran la guerra al resto de España ni cuando Hitler tiene que dejar la guerra por baja médica. La única intención es la de subvertir las expectativas, de hacer que lo que se promete al inicio de un párrafo se frustre al final del mismo. A veces, la única voluntad es ser divertido, sorprenderme a mí mismo o ponerme en problemas sin estar seguro de si conseguiré salir con vida. En realidad, si te fijas, nunca hay invectivas, recomendaciones, consejos o verdades definitivas.
En la novela tienen un peso especial los fantasmas. ¿Existen?
Sí, siempre que mires hacia la izquierda, con el rabillo del ojo y en condiciones de luz muy determinadas. Lo potencialmente interesante de la novela es que todo es posible, pero a la vez, todo está sujeto a determinadas reglas, aunque sean inventadas. En ese sentido es una novela de realismo mágica a duras penas.
«Lo potencialmente interesante de la novela es que todo es posible, pero a la vez, todo está sujeto a determinadas reglas, aunque sean inventadas»
En todo caso, son los fantasmas los que más le aprietan las tuercas a Jaime a lo largo de su vida.
No lo había pensado de esa manera, pero sí, lo cierto es que los fantasmas son los que consiguen los diálogos más incómodos para Jaime y para el lector; los que más le desnudan. Quizá sea porque no tienen nada que perder y le pueden hablar con absoluta franqueza, más incluso que la que la del resto de personajes.
«El mundo es un lugar temible, crea milagros a cada instante y no se apiada de nadie. Lo anota todo. Te salva primero y luego te cobra». ¿Es realmente así el mundo?
No sé cómo es exactamente el mundo. Lo que sí sé es cuál es mi percepción del mundo, y se parece mucho a eso. Yo tiendo a aplazar el juicio y discernir si las cosas que suceden son buenas o malas. Tiendo a pensar que las cosas simplemente son, y que el mundo es un lugar terrible y maravilloso al mismo tiempo, que no responde a patrones humanos, sino a las leyes de causa y efecto. Si te acercas al fuego te quemas, independientemente de si eres bueno o malo. El mundo no está hecho a la medida del hombre, simplemente es. Es anterior a él y posterior a él. Y en ese mundo, Jaime funciona muy bien, precisamente porque no juzga, no estabula y lo acepta con gran deportividad.
«El mundo no está hecho a la medida del hombre, simplemente es. Es anterior a él y posterior a él»
¿Cuánto de Jaime Fanjul hay en Rodrigo Cortés?
Algo habrá, supongo. Al final, tanto por acción como por omisión, acabas desnudándote, pero a lo que me parezco no es a Jaime, sino a la novela. Muchas veces, le hacía opinar de manera diferente a como yo opino o a hacer cosas que yo nunca haría para meternos a los dos en un problema.
Por cierto, ¿qué tal va 'El amor en su lugar'?
Pues va muy bien. Está produciendo algo muy especial en cada proyección, y es que se genera un silencio sepulcral cuando acaba la película y la gente no se mueve durante los créditos. Se establece una conexión emocional muy profunda con la historia y el espectador la vive en primera persona, dedicando los créditos a digerir lo que ha visto.
También era un proyecto arriesgado, ¿no?
Sí. Por lo visto tengo cierta querencia por la insensatez. Hacer una película dentro de una caja durante hora y media tampoco parece la mejor idea del mundo (Buried, 2010). Pero eso es precisamente lo que me atrae. Cuando algo no me parece del todo buena idea o no estoy seguro de ser capaz de salir con vida, pienso que tengo la oportunidad de salir de ese lugar siendo un poco más listo de lo que era cuando entré. Si las cosas salen bien, claro. Si no, sales con un par de dedos menos.
«Por lo visto tengo cierta querencia por la insensatez»
Sus últimos proyectos se han desarrollado en secreto. ¿Es una necesidad?
La verdad es que los he desarrollado más callado que en secreto. Yo entiendo que secretismo es como rueda Nolan. Todo el mundo quiere saber qué está pasando detrás de la valla y hay que poner guardias de seguridad para que no salten. En el caso de la novela, nadie sabía que la estaba escribiendo. La escribía en cafeterías y un día emergí con ella. Era una manera de ponerme orejeras y preservarla de cualquier tipo influencia. En el caso de la película, tenía mucho que ver con no tener a nadie detrás del hombro y poder concentrarnos cada día en conseguir que esa jornada fuera lo más verdadera y poderosa posible. Eso es más fácil cuando hay menos ruido, especialmente en un mundo en el que la memoria dura 30 minutos, si llega.
¿Literatura o cine?
Las cosas que te da el cine no te las da la literatura, y al revés. Hay una parte muy bonita cuando creas algo desde cero, como una novela, en la que eres el director, el productor, el guionista y el protagonista. Pero en el cine, hay algo que solo es posible a través de la colaboración, así como un factor de incertidumbre, de no saber si vas a ser capaz de hacer funcionar las cosas. Cine y literatura no son mejor o peor. Simplemente tienen su propio lenguaje y sus propias satisfacciones.
«Cine y literatura no son mejor o peor. Simplemente tienen su propio lenguaje y sus propias satisfacciones.»
A priori, uno esperaría coger una novela de un director de cine y encontrarse con un libro capaz de saltar a la gran pantalla. Este no es el caso.
Ni siquiera es adaptable. Creo firmemente en la literatura y en el cine, pero son deportes completamente diferentes. En realidad, la verdadera literatura es muy difícil de verter al cine.
Cine, literatura, música, podcast... ¿Qué tal baila?
(Risas) Muy mal. Siempre fui el adolescente que se quedaba mirando. El truco de que parezca que haces muchas cosas bien es simplemente no hacer en público las cosas que haces mal. Si las cosas que haces mal no las haces en público y, además, no duermes, tienes la posibilidad de acabar el año con tres o cuatro cosas que enseñar.
¿Qué disciplina artística le apetecería abordar en un futuro?
Haré teatro en algún momento. Del mismo modo, tengo muchas ganas de hacer un musical puro, ya que 'El Amor en su lugar' es más bien la historia de unos actores que representan un musical.
No se antojan proyectos sencillos.
No lo son, pero ya hemos quedado en que la insensatez es uno de los motores de mi improbable carrera.