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Nostradamus según un grabado de 1765 (Wellcome Library CC 4.0) y mermeladas (Pixabay CC PD).
Las mermeladas de Nostradamus
Gastrohistorias

Las mermeladas de Nostradamus

El supuesto profeta se dedicó a algo más que a la videncia: en 1552 escribió un tratado sobre confituras y remedios de salud

Sábado, 28 de julio 2018, 07:34

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Si les digo que en 1552 un boticario francés publicó un libro con recetas de mermeladas, seguramente les importe a ustedes un comino. Si añado que el autor se llamaba Michel de Nostredame quizás a alguien se le encienda la bombilla, pero si ese apellido lo latinizamos un poco la cosa cambia radicalmente: todo quisqui conoce a Nostradamus. Al menos en su faceta de supuesto vidente, ya que se ha creído leer en sus crípticas profecías el anuncio de acontecimientos como el Gran Incendio de Londres (1666), la Revolución Francesa (1789), la llegada al poder de Hitler (1933), los bombardeos atómicos de la Segunda Guerra Mundial (1945) y el ataque del 11 de septiembre al World Trade Center (2001).

Claro que a toro pasado cualquiera es futurólogo y en realidad las visiones de Nostradamus son un galimatías en verso que se puede interpretar para ajustarlo a lo que uno quiera, pero en fin, fue lo que le hizo famoso. Antes de publicar sus almanaques proféticos y de ser conocido por la versión latina de su apellido, Michel de Nostredame (1503-1566) fue un sencillo farmacéutico con interés por la astrología. De origen judío, vio interrumpidos sus estudios universitarios por una plaga de peste y cuando los quiso retomar le expulsaron de la escuela de medicina por haberse dedicado entretanto al oficio manual de boticario y haber difamado con él la profesión médica. Cosas de aquellos tiempos.

El caso es que Nostradamus poseyó un profundo conocimiento sobre los remedios medicinales, cuestión que en su época estaba íntimamente relacionada con la alimentación debido a la teoría hipocrática de los humores y su necesario equilibrio a través de la dieta. Los boticarios de entonces confiaban especialmente en las propiedades del azúcar, un producto muy caro que se usaba más como especia que como simple edulcorante y que servía lo mismo para un roto que para un descosido. En los siglos XV y XVI fue habitual en España y otros países de Europa la prescripción de confituras y lectuarios (conservas semilíquidas hechas con miel o azúcar) para distintas dolencias: de guindas para amansar la cólera, de albaricoque para las lombrices, de cidra para bajar la fiebre, de calabaza para aligerar el estreñimiento…

Por eso, no es de extrañar que Nostradamus dedicara un libro a mermeladas y otras conservas dulces. Su 'Verdadero y perfecto embellecimiento de la cara y manera de hacer confituras' apareció por primera vez en 1552 en Lyon, siendo después profusamente reeditado (gracias a la fama conseguida por su autor como profeta) con distintos títulos como 'Excelente y muy útil opúsculo necesario para todos los que desean conocer exquisitas recetas' o 'Tratado de maquillajes y confituras'. Las recetas medicinales y cosméticas ocupan la primera parte del libro, dejando la segunda a fórmulas que hoy consideraríamos de repostería, entre ellas instrucciones para confitar piel de limón o naranja, calabaza («refrigerativa y de buen gusto»), nueces, lechugas y cerezas, para hacer gelatina o jalea de guindas, de jengibre y de membrillo («propia para servir a un rey y de larga conservación»), para conservar peras en dulce, para elaborar mazapán e incluso vino especiado. También aparecen recetas para hacer sirope rosado laxativo, azúcar candi y ¡turrones de España! Aquel «tourron d'Hespaigne» (así viene en el original) fue descrito por el visionario Nostradamus como una preparación de piñones o almendras tostadas con azúcar y clara de huevo, muy parecida a nuestro actual turrón duro de Navidad.

Tratado de confituras de Nostradamus de 1607.
Tratado de confituras de Nostradamus de 1607.

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