El Villa de Aranda cae ante un imparable BM Logroño La Rioja en un Palacio lleno de pasión
Cerca de 300 aficionados arandinos llenaron las gradas y mantuvieron la emoción hasta el último minuto, pese a la amplia victoria visitante
El Tubos Aranda Villa de Aranda no pudo doblegar al Dicorpebal BM Logroño La Rioja en un choque que reflejó la contundencia visitante. Los ribereños ofrecieron una de sus versiones más frías en lo deportivo, pero la afición volvió a brillar, demostrando por qué el Villa de Aranda mantiene el título de MEJOR AFICIÓN DE ASOBAL.
Tal vez el titular podría estar en las 250 personas amarillas, pero la vida es mucho menos simple que eso. No fueron 250 personas, fueron 250 corazones. 250 gargantas que no dejaron de animar. 250 rostros que no perdieron el orgullo de nacer arandino ni cuando el balonmano menos acompañado. La vida a veces está en esos pequeños detalles, en los que no se necesita mente y ojos, sino en los que el corazón circula sin ruedines.
Apretó el Tubos Aranda en los primeros diez minutos (9-6), pero un parcial de 5-1 favorable a los franjivinos abrió una brecha que ya no se salvó en los 50 restantes. Pergel y Álvaro Martínez lideraron en ataque y Marcos Cancio desesperó una y otra vez a un Tubos Aranda lejos de su mejor versión. Los de Javi Márquez no cesaron sus intentonas, pero la ineficacia en todas las fases del juego, unido a la roja directa de Rogonovs, permitieron al Dicorpebal BM Logroño La Rioja irse con una amplia renta al descanso (23-16).
Todavía más dura y amarga resultó la situación tras la vuelta de vestuarios. Lejos de ofrecer un escenario más igualado, el cuadro local comenzó a emplear el modo rodillo para sentenciar por la vía rápida el duelo. Chispazos esporádicos de jugadores como Sladkowski o Asier Iribar dejaron ciertas notas positivas, pero no por ello cesó el ritmo de crucero de los riojanos. Clima difícil que terminó por agudizarse en los compases finales con la peor noticia del día: la lesión de Kiko Pereira.
Con diferencias de diez y nueve goles corrieron los últimos compases, donde Aitor Garcia también vio la roja. Pero ni la expulsión del pivote o los arrebatos arandinos evitaron que el luminoso reflejara un contundente 30-42 al final de los sesenta minutos. Marcador abultado y que evidencia la contundencia del momento más duro en lo que va de curso.
Ahora, con unas horas para reflexionar y las lágrimas ya derramadas sobre el pañuelo, el Tubos Aranda mira con ambición el próximo partido ante el EÓN Horneó Alicante del sábado. Este equipo siempre ha demostrado estar a la altura de una afición inigualable, y como toda historia de superación, se abre un capítulo para demostrar la resiliencia del Villa de Aranda. Juntos, unidos, llegaremos hasta donde el destino nos coloque. Hasta el infinito, hasta el final.