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Brittany Brown celebra su plata en Doha en los 200 metros lisos. Srdjan Suki (EFE)
Brittany Brown, pluriempleada para salvar el orgullo de la velocidad yanqui
Atletismo I Mundiales de Doha

Brittany Brown, pluriempleada para salvar el orgullo de la velocidad yanqui

La primera medallista de Estados Unidos en 200 metros desde 2012 no tiene patrocinador y trabaja cuidando ancianos con alzhéimer, de canguro y de camarera

MIGUEL OLMEDA

Madrid

Martes, 8 de octubre 2019, 00:36

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Cuando finalizó su carrera en la Universidad de Iowa, en verano de 2018, a Brittany Brown se le vino el mundo encima. Había sido once veces elegida All-America, uno de los galardones universitarios más importantes en Estados Unidos, se había clasificado incluso para los Campeonatos Nacionales, pero no tenía un contrato. Ninguna marca le había ofrecido siquiera material o un bonus por objetivos. Nada. Estuvo a punto de dejar el atletismo, pero Brittany amaba la velocidad y sabía que no era inferior a nadie, solo tenía que demostrárselo al resto, así que se dio una última oportunidad.

Quince meses después es la heroína de la velocidad en Estados Unidos, el paraíso del esprint donde ya no se vuela como antaño. En los 100 metros, Tori Bowie ni siquiera quiso defender su oro mundial, tan mala era la forma en la que llegaba que renunció. En el doble hectómetro, la sequía yanqui era todavía más flagrante: sin medallas en los tres últimos Mundiales, desde que dos leyendas como Carmelita Jeter y Allyson Felix (que fue campeona tres veces) ganasen plata y bronce en Daegu 2011. Entonces llegó el momento de Brittany Brown, la plata que nadie esperaba en Doha.

A esta velocista de 24 años nunca le han regalado nada. Ella tenía claro que sería atleta profesional en Iowa o no lo sería en ningún sitio. Por eso decidió no volver a casa de sus padres en California y quedarse en la otra punta del país junto Joey Woody, su entrenador en la universidad. Pero las facturas no se pagan solas, y los viajes para competir, tampoco. «Cuando estás estudiando te apoya tu facultad con un cheque mensual», recuerda Brittany, que sí recibe una modesta beca de la Federación Estadounidense.

«Acepto cualquier trabajo que me ofrezcan», admite. «Cuidando ancianos que padecen demencia o alzhéimer y como niñera. También he tenido otros empleos, como camarera. ¡Simplemente trabajo!», explica tras ganar la única medalla yanqui en la velocidad en el Mundial. Brown consigue cuadrar horarios para trabajar, entrenar en la pista, ir al gimnasio y cuidar su alimentación: «Fue muy duro al principio, vaya si lo fue, pero al final todo ha funcionado».

Entrenando a deshoras, muchas veces sola, la velocista tuvo que superar también la barrera psicológica de verse sin patrocinador cuando la mayoría de sus compañeras y rivales tenían un contrato profesional. «Fueron momentos difíciles. Escuchas constantemente que no eres lo suficientemente bueno... Pero tienes que darte cuenta de quién eres, y qué más da si has firmado por una marca de zapatillas o no», recuerda. «Me pasé meses diciéndome a mí misma cada día que este es mi sitio y nada más importa. Todo ello me enseñó muchas cosas sin las que ahora no sería la mujer que soy».

A marca personal por carrera

Y así, luchando, Brittany Brown se clasificó para los 'trials' del pasado mes de julio. No llegaba entre las diez mejores del 200, y con todo ganó su serie en las eliminatorias primero y en la semifinal después. En la final 'solo' fue segunda, suficiente para sacar un billete a Doha, a disfrutar de un merecido premio con un crono, 22.60 segundos, que a duras penas la proyectaba en el 'top24' de semifinalistas. Lo que llegó después fue mágico.

En primera ronda Brown fulminó su marca personal: 22.33. En semifinales repitió victoria. Entonces, comenzó a creer en la medalla. «Puedo estar aquí y competir con estas chicas», se dijo a sí misma y también a su hermana Brandi -que llegó a ser internacional en baloncesto-. «Sin ella no soy nada», confiesa Brittany.

En la final, tuvo la suerte de caer en la calle interior a la de Dina Asher-Smith, la gran favorita. Brown se agarró a la estela de la británica para pasar el primer 100 a la altura de Kambundji y Annelus, dos candidatas al podio, y en la recta abrió gas. «Me siento cómoda saliendo de la curva», admite, y es que ahí fue donde cimentó una plata histórica, con una nueva marca personal (22.22), que no tardará en encontrarle un patrocinador que le permita dedicarse exclusivamente al atletismo. Brittany seguirá siendo sencilla, como su celebración en Doha: «Me moría por un paquete de Oreo».

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