Confinados

El Mobile Word Congress sugiere a los asistentes que no se den la mano para evitar contagios. Coronavirus aparte, en España somos muy besucones, pero parece que dar la mano sea más profesional. Me refiero a mujeres presentadas a hombres o al revés. Pero, miren, dos golpes de mejilla, un momento cheek to cheek (no estamos hablando de besos sonoros de tía abuela) me parecen más inofensivos que dar la mano. Lo normal es que la cara, salvo la de los que llevan barbas yihadistas tipo Borja Thyssen, esté a salvo de haber tocado algo. Pero no sé que han cogido, qué se han cogido, esos hombres con la mano.

Coronavirus presente, cerca de 5.500 personas, entre pasajeros y tripulación, están confinados en dos cruceros en cuarentena. El 'Diamond Princess' tiene a bordo 3.700 pasajeros y está inmovilizado en Yokohama. En Hong Kong hay otro con 1.800 personas. Estar confinado es el participio perfecto una vez que uno entra en uno de esos cruceros mastodónticos. Aunque no hubiera virus. Dice Amelia Valcárcel que no va al cine porque hay gente. De cruceros, ni hablamos. No hace falta haber leído a David Foster Wallace en 'Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer' para imaginar que a cualquier misántropo normal le espanta la hospitalidad profesional y la diversión obligatoria. 'Princesa del Pacífico' (pero qué manía con las princesas) se llamaba el barco de 'Vacaciones en el mar'. Y en los de ahora no te encuentras con Charo Baeza haciendo cuchi cuchi. No voy a hacer la comparación con el 'St. Louis' (retratado en el cine en 'El viaje de los malditos') porque un crucero de ahora puede ser un infierno, pero sólo como metáfora pop.

Habrá que esperar y ver en qué se convierte el coronavirus. Pero la información se parece mucho a la del avión canadiense dando vueltas para gastar el combustible. Menuda tabarra. La del avión.