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Vándalas

A la última ·

Domingo, 18 de abril 2021, 00:01

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Tiendo a despreciar a quien en un libro de texto (Vicens Vives, 2º de la ESO) escribe «visigodos y visigodas», «musulmanes y musulmanas», «moriscos y moriscas» y «sospechosos y sospechosos» (hasta las melonadas tienen erratas). Y a quien lo promueve. El mismo día que eso circulaba, Montero, la chica, daba una charla premitinera. Dijo «su hijo, su hija, su hije» y también, «niño, niña, niñe». En estos casos siempre me acuerdo de la carcajada dianelockhartiana de Vargas Llosa cuando Jorge Ramos le planteó por qué no decir «todes» si hay un grupo de hombres y mujeres. Tras la risa: «Tenemos en español un masculino inclusivo». «¿Y eso no es machismo?» (Ramos). El escritor: «Desnaturalizar el lenguaje porque se considere lenguaje machista es una estupidez que yo no voy a aprobar».

Laura Fernández entrevista a la poeta británica Kae Tempest, antes Kate. Su aspecto está entre Truman Capote joven y el actor Harry Earles. «El lenguaje puede ayudarnos a desmantelar el patriarcado. Para quienes hemos nacido fuera de lo binario y que nos ha dolido cada vez que nos han llamado él o ella, el lenguaje inclusivo es fundamental». Cambio desprecio por estupefacción.

Dice Rocío Monasterio que prefiere que la llamen arquitecto, «que molesta más a Carmen Calvo». En el Congreso, Pilar Cancela pidió a Carla Toscano que se dirigiera a ella como presidenta. «Soy una mujer, mi sexo es femenino, soy la presidenta de esta comisión». Y la de Vox sale con que a ella la llaman fascista y se tiene que aguantar. O sea, es por molestar. La mentecatez no va por bandos, se reparte entre contrarias. Sólo espero el momento de leer suevos, suevas y sueves, vándalos, vándalas y vándales y alanos, alanas y alanes.

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