'La casa Guinness': cuando la espuma desborda el vaso
Basada en hechos reales, aunque tomándose más de una licencia, la serie de Netflix saca todo el arsenal desde el principio aunque luego peque de previsibilidad y poco riesgo narrativo
Solo hay algo más irlandés que una Guinness, y es el conflicto entre unionistas y nacionalistas. Por eso, era inevitable que, antes o después, ambos aspectos se mezclaran, y ha sido Steven Knight ('Peaky Blinders') el encargado de hacerlo en 'La casa Guinness' (Netflix). Knight, además, añade un imperio familiar, romances e intrigas varias, algo que debería dar lugar a una pinta servida a la perfección. Pero echa tanta espuma que el vaso acaba por desbordarse.
Nadie espera sutileza del testosterónico Knight, cierto es: además de la composición de la cerveza, en la primera secuencia ya aparecen sobreimpresionadas, y bien grandes, las palabras «fuego», «familia», «dinero», «rebelión» y «poder». Pero, en el caso de que no hubiera quedado suficientemente claro el asunto, solo hay que escuchar la primera frase que pronuncia James Norton, que encarna a Sean Rafferty, el violento capataz de la fábrica cervecera: «El hombre se llama Guinness. Claro que habrá putos problemas».
Los «putos problemas» de la familia a los que se refiere Norton son muchos y variados, y comienzan con la muerte del patriarca, ya que su legado solo contribuye a aumentar las diferencias entre los cuatro herederos: Arthur (Anthony Boyle), el mayor, es un señorito haragán que se ve obligado a esconder su homosexualidad; Edward (Louis Partridge) es el listo de la familia y, por tanto, el que toma las riendas del negocio; Ben (Fionn O'Shea), el más joven, es un tipo autodestructivo que no encuentra su lugar dentro del clan, y Anne (Emily Fairn), la única hermana, ve cómo es relegada a un segundo plano por el hecho de ser mujer. De fondo, la convulsa Irlanda del siglo XIX.
Basada en hechos reales, aunque tomándose más de una licencia, 'La casa Guinness' saca todo el arsenal desde el principio: secuencias a cámara lenta con un fondo de música adrenalínica aliñada con folk irlandés, montajes acelerados, violencia más o menos estilizada, toques de humor y una dirección artística cuidada hasta el extremo. Pero, debajo de toda esa pirotecnia, hay previsibilidad y poco riesgo narrativo. Y es una pena, porque tanto la expansión de Guinness en Norteamérica a cargo del primo Byron, interpretado por el siempre inquietante Jack Gleeson (Joffrey Baratheon en 'Juego de tronos'), como el catálogo de intrigas empresariales y amorosas, las diferencias entre las clases sociales y los choques entre los leales a la Corona británica y los fenianos constituyen un puzle atractivo, tanto como para seguir viendo la serie a pesar de que haya más apariencia que sustancia: no deja de ser curioso que Knight, que cuenta en una escena qué es el famoso 'minuto Guinness' (el reposo entre los dos tiempos de servicio de una pinta de Guinness para dejar que se asiente la espuma y se forme esa crema característica) no lo aplique a su serie. Le hubiera venido estupendamente.