A qué normalidad regresar

Suelo llegar tarde a los sitios. Soy inaguantablemente impuntual. Intento corregirlo sin éxito pero es que la 'nueva normalidad', que tiene poco de normalidad y mucho de anormalidad, me ha traído una excusa más: «he tenido que volver a por la mascarilla». Y en la mayoría de los casos, cuando la he usado y cuando la usaré, el argumento será totalmente cierto. Observo en este olvido algo positivo. Y es que, por un momento, mientras me preparo para salir, mientras bajo las escaleras, me he olvidado de que un virus se ha llevado más de 28.000 vidas en este país, más de 400.000 en el mundo y ha obligado a pararlo todo. Pero, de repente, pasan por la calle personas con sus mascarillas y la 'nueva normalidad' regresa.

Esta anormalidad, para mí, resulta más asfixiante que el estado de alarma. Este último sabíamos que tendría un fin pero ¿cuándo acaba la 'nueva normalidad'? ¿a qué normalidad queremos regresar? Podemos aprovechar este estío para reflexionar sobre ello, con perspectiva, no como cuando reflexionábamos desde el sofá con noticias horribles saliendo de la tele.

Por estos días de junio, y seguramente desde hace meses, muchos ya tendrían sus vacaciones de verano planeadas. Vuelos, hoteles y recorridos programados. Pero esta anormalidad obligará a muchos a vivir un verano diferente y puede ser el momento de empezar a apreciar lo sencillo y, por otro parte, totalmente apetecible. Un libro a la sombra, una cena con amigos al aire libre, paseos, comidas familiares eternas, un baño en el río. A muchos todo esto les transporta al pueblo, a los veranos de la infancia, a algo muy parecido a la completa libertad. ¿No es positivo volver a esa desconexión?

Es probable que los pueblos burgaleses reciban mucha gente este verano. Los pueblos necesitan gente y la sociedad al completo necesita a los pueblos, pero no a cualquier precio. Parece que durante este confinamiento muchos hemos suspirado por regresar al medio rural. Se han puesto de manifiesto las bondades de la vida en el pueblo, aunque no hay que olvidar que es muy diferente pasar allí una temporada a residir todo el año. Todo lo que parece que hemos aprendido durante este confinamiento es momento de ponerlo en práctica. Valorar el pueblo y respetar a los que allí viven.

Muchos ayuntamientos están pidiendo refuerzos en seguridad y sanidad y han iniciado campañas de concienciación para lograr un turismo responsable. Solo las visitas prudentes podrán ayudar en la reactivación económica de los pueblos sin poner en riesgo la salud de estos.

No quiero ser profeta de frases remilgadas y vacías. La 'romantización' de lo sufrido es banal y ofensiva, pero quiero confiar en que hayamos aprendido algo, un poco, o que, al menos, intentemos mejorar lo que nos rodea.