Pueblos de fines de semana, puentes y verano
Envejecimiento, fuga de jóvenes y ausencia de nacimientos. Una situación que se repite en el medio rural burgalés. Pero aquí también hay historias de personas que se quedan, de niños que nacen en localidades con años de ausencia de nacimientos, de personas que lo intentan y de aquellas que regresan
Nacho Hernández, farmacéutico en Barbadillo del Pez, explica la situación de esta comarca de la Sierra de la Demanda con algo que parece obvio, pero es muy esclarecedor: «En 30 años esta zona ha cambiado muchísimo. Hay pueblos que hace 20 años tenían 25 personas y ahora tienen dos vecinos».
Envejecimiento, ausencia de nacimientos, jóvenes que se van. La situación es así en esta zona rural burgalesa, pero se repite en mucho otros puntos de la provincia. Incluso en la capital, aunque la radiografía sea distinta.
Si uno pasea por Barbadillo del Pez, por ejemplo, se dará cuenta de que muchas de las casas están cerradas, pero no abandonadas. Y es que estos pueblos, como afirma el alcalde de Contreras, David Hortigüela, han quedado para los fines de semana, los puentes y el verano.
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«En el pueblo hay muchas casas que están bien, pero no están preparadas para el invierno. La gente tampoco va a invertir en ellas porque las quieren para el verano. Solo cuando llega el buen tiempo es cuando quiere venir la gente», explica Salvador Arreba, panadero de Barbadillo del Pez. Él tiene que amigos que se fueron a vivir al pueblo una temporada, «se quedaron una temporada, sí, pero no aguantaron».
Las segundas residencias
María Luisa López es de Quintanilla de Urrilla, vivió en este pueblo hasta los 22 años. Según el INE, esta pedanía del Valle de Valdelaguna no superaba los nueve vecinos censados en 2020 pero allí viven unas diez personas, «cuando empieza el buen tiempo empieza a llegar más gente».
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Es el caso de María Luisa. Cuando se jubiló su marido comenzaron a pasar grandes temporadas en Quintanilla de Urrilla, cuando él falleció María Luisa siguió con esta rutina. Llega el pueblo por el mes de marzo y se queda hasta que las temperaturas se hacen más gélidas.
Reconoce, como también apunta Silvia Rodrigo, propietaria de una tienda en Huerta de Arriba, que los mayores «tampoco tienen muchas opciones». «Me aburro mucho, pero me busco la forma de entretenerme. Paseos, me preparo la huerta, cuido de las gallinas. Con una amiga vamos de paseo por las tardes al pueblo vecino. Hay que mantenerse activa», añade.
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Fuga de jóvenes
Los jóvenes que residen en el pueblo lo hacen porque tienen trabajo. Les gusta vivir aquí, sienten amor por el territorio del que son oriundos, pero reconocen que, sin trabajo, no podrían quedarse. El empleo es el motor.
El alcalde de Contreras lamenta que se haya vendido como «una honra el irse a la ciudad y quedarse en el pueblo como una deshonra. Es un mentalidad que ha perjudicado mucho al medio rural». Porque hay quien quiere quedarse y no puede, aunque lo intente. Y hay otros ejemplos que indican la línea a seguir.
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Silvia Rodrigo llegó de Barcelona a Huerta de Arriba con su hijo hace nueve años. Pero su hijo ya no vive con ella durante el curso escolar. Sus progenitores y él decidieron que era mejor para el niño residir en otro lugar. «Era difícil. Quería quedarse por las tardes en Salas donde estaban sus amigos. No puedes estar llevándole todas las tardes hasta allí. La vida aquí, él solo, no era muy buena. Venía del colegio y estaba metido en casa, no tenía el aliciente de los amigos para salir. Para su salud eso tampoco es bueno. Pero era inviable para nosotros vivir en Salas», explica.
Nacimientos tras años de ausencias
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Contreras, por su parte, ha visto como desde el 2019 han nacido dos niños en el pueblo. Son Ismael, que nació en 2021, y su hermano David, que lo hizo en 2019. Son los hijos del alcalde, David Hortigüela, un hombre comprometido con su pueblo. Lleva 20 años siendo alcalde. Tanto él como su pareja, Hanae Elouahbi, tuvieron claro que, aunque tuvieran niños, no se mudarían.
«En el pueblo también se puede vivir con niños. Ellos se tienen el uno al otro. David ya va a la guardería, así que socializa y se divierte. Además, todos los vecinos les han acogido con mucho cariño», resalta Hanae.
David pone otro ejemplo, el pueblo vecino, Ahedo, allí también residen otros tres niños. «Estos ejemplos son importantes. La gente que está en el pueblo quiere quedarse y vivir en su localidad, pero se necesita trabajo».
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Resaltan lo mismo que sus vecinos, que hay que potenciar esa cabecera comarcal en la que están los servicios. David e Ismael irán al colegio de Salas de los Infantes y los llevará hasta allí el transporte escolar. De momento, David lleva a su hijo a la guardería, porque su trabajo también está en Salas desde hace 22 años.
De nuevo la importancia de la comunicación y el impulso de las cabeceras de comarca. Estas deben seguir latiendo para llevar la vida al resto de localidades vecinas.
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