Los cerca de 32.000 vecinos de Aranda de Duero desayunaron el lunes con una noticia que, aunque esperada, sentó como un jarro de agua fría. La Junta de Castilla y León había decidido limitar, por tercera vez en lo que va de año, las entradas y salidas en el municipio burgalés para tratar de frenar la expansión de la covid-19 ante su elevada incidencia. Pero el «riesgo extremo» en el que se encuentra el conjunto de la comunidad llevó al Ejecutivo regional a imponer desde ayer el toque de queda, de forma que no se puede transitar por vía pública –salvo excepciones debidamente justificadas– entre las 22:00 y las 06:00 horas. Se trata, por tanto, de un endurecimiento de las medidas que afecta de lleno a los cierres perimetrales decretados con anterioridad.
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Una norma sustituye a la otra, por lo que el tercer confinamiento de Aranda duró tan solo cuatro días, aunque no por ello la situación epidemiológica deja de ser «preocupante», como lo califica el delegado territorial de la Junta en la provincia, Roberto Saiz. Pero, ¿qué llevó a Sanidad a restringir las entradas y salidas, en un primer momento durante 14 días, en la tercera población más grande de Burgos?
No hay un «único factor», sino la confluencia de varios. Así lo asegura Saiz, quien incide en que, hasta el momento, la «mayor parte» de los contagios se dan en el «ámbito familiar, doméstico y de ocio». «Son determinadas esferas en las que por la propia naturaleza nos tendemos a confiar porque estamos con personas conocidas, de nuestra confianza, y no hay que olvidar que el virus no entiende de eso», argumenta.
«La presión asistencial es cada vez mayor, hay un aumento de ingresos con neumonía»
«Estamos asistiendo a un aumento de ingresos de neumonía por coronavirus en las últimas semanas. Hay un margen importante todavía, no estamos cerca del colapso, pero la presión asistencial es cada vez mayor». Así de contundente se muestra el jefe de Urgencias del Hospital Santos Reyes de Aranda de Duero, Javier Hernández Roscales, con respecto a la situación epidemiológica que atraviesa la localidad burgalesa, aunque destaca que «estamos muchísimo mejor ahora que en agosto, no hay comparación».
No obstante, hace un llamamiento a los ciudadanos para que «se cuiden mucho y tengan mucho cuidado» porque «hay mucha mayor transmisión comunitaria ahora que en agosto, tenemos muchos más contactos». «Esperábamos que hubiera restricciones. Sabemos qué le gusta al virus, somos personas que necesitamos relacionarnos y ahí está el problema. Sin mascarilla y saltándonos la distancia de seguridad estamos predestinados a encontrarnos con el coronavirus», argumenta el profesional sanitario.
Son 701 los casos activos actualmente en ambas áreas sanitarias, y en las dos últimas semanas se han detectado 313 positivos. La localidad es además una de las tres de la provincia –junto con Burgos capital y Miranda de Ebro– 'pintada' de rojo en el mapa de la covid, con el máximo nivel de alerta y que revela la existencia de transmisión comunitaria. No obstante, es en la zona sanitaria de Aranda Norte donde el virus ha tenido un mayor impacto en los últimos 14 días, con 104 personas con PCR positiva por cada 10.000 tarjetas sanitarias. A ello, además, cabe añadir que la transmisión «no está localizada». Hay «muchos» brotes cuyo origen es desconocido, lo que dificulta las labores de rastreo para poner coto a la covid.
Lejos del colapso
Esta vez, a diferencia de agosto –aquella vez el aislamiento se prolongó durante 14 días, no hubo ampliaciones– los pacientes revisten más gravedad. Entonces «más del 90%» de contagiados eran asintomáticos, por lo que no cabía la posibilidad de que hubiera una presión asistencial. Pero ahora, aunque los hospitales y centros de salud «están lejos del colapso, los profesionales están detectando un incremento de ingresos de pacientes con neumonía bilateral». La incidencia acumulada no es mayor, pero «preocupa» esa «tendencia creciente de ingresos». «Nunca han estado colapsados, ni siquiera en el peor momento de la pandemia, pero sí muy tensionados. Ahora tampoco hay riesgo de llegar a esa situación, pero hay que aminorar la necesidad de atención y hacer que haya el menor número de contagios posibles. Por eso se tomaron las medidas, para evitar que los focos detectados se extendieran a zonas limítrofes», asevera el delegado.
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A día de hoy, la ocupación del hospital Santos Reyes se sitúa al 68%, pero al no tener UCI los enfermos más graves se derivan al Complejo Asistencial de Burgos, cuya unidad de cuidados intensivos está al 73%.
Este mismo planteamiento lo defiende la coordinadora del centro de salud Aranda Sur, Eva Asensio, quien apunta además hacia la «ubicación estratégica» y la amplia industria de la localidad como uno de los factores que ha podido influir en esta situación. «Estamos a tiro de piedra con Madrid, Palencia y Burgos, que también estaban como nosotros, al lado, y Valladolid bien cerquita. No deja de ser un lugar con mucha población que tiene mucha industria y relación con grandes ciudades», subraya.
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«Nos dejaron a un lado, muchos pueblos no tenemos tiendas»
La zona sanitaria de Aranda Rural, que engloba a 39 municipios y cerca de 9.000 habitantes, quedó al margen del confinamiento perimetral decretado en Aranda.
Esa decisión no sentó nada bien a varios alcaldes de la zona, pues, aunque acataron las normas adoptadas, consideraron que las autoridades les «nos dejaron a un lado». «Muchos no tenemos ni una tienda, hay que ir a Aranda y hacemos mucha vida allí; la mayoría de vecinos trabaja en alguna de sus grandes empresas», afirmó la regidora de Fuentespina, María José Mato. «Alternativas siempre hay, pero hay que dar más vueltas», añadió el primer edil de Fresnillo, Gustavo García.
Lo cierto es que durante los primeros días del tercer cierre perimetral, la actividad en Aranda no cesó. El municipio seguía «vivo». Numerosos vecinos coincidían, eso sí, en que aunque no tenían «miedo», sí trataban de minimizar las salidas a la calle siempre y cuando fuera posible. También lamentaron sentirse «señalados» y ponían en duda la efectividad de impedir entrar o salir.
El propio primer teniente de alcalde, Francisco Martín, reconoce que era «difícil» que fuera «efectivo», aunque señala que «la última vez que lo tuvimos se mejoró, no sé si por cierre o por la concienciación de ciudadanos». «No creo que estemos haciendo las cosas mal, es un problema que hay a nivel nacional. La inmensa mayoría cumple».
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En cualquier caso, era «prácticamente imposible» realizar controles policiales en todos los accesos a Aranda (once vías principales más los caminos), por lo que las vigilancias que se realizaban hasta el momento eran «aleatorias», como admite el concejal de Seguridad Ciudadana, Fernando Chico. Se contaba con el apoyo de Guardia Civil y Policía Nacional, aunque en el caso de Policía Municipal no se produjo un refuerzo del servicio –cuentan con 22 profesionales repartidos en tres turnos–. «La vida en la ciudad continuó, sí que es cierto que hubo menos movilidad y actividad, pero la gente seguía trabajando y moviéndose si lo necesitaban. No podemos hacer un cerrojazo porque tenemos un montón de accesos, ni aunque venga todo el Ejército a hacerlo, y los profesionales también tienen otras labores que hacer durante sus turnos».
«La gente no tiene la confianza que había antes», coinciden los empresarios
Cifran la caída de negocio en más de una 80% durante el confinamiento del mes de agosto, y temen que la situación se vuelva a repetir cuando todavía no habían empezado a recuperarse de ese cierre en temporada alta. La hostelería, el comercio y el sector turístico son los grandes damnificados de esta situación. La industria, otro de los pilares fuertes de la localidad, de momento aguanta el tirón, al igual que la construcción, que espera unas consecuencias negativas más a largo plazo.
En el sector servicios se pronostica que la implantación de restricciones traerá consigo la desaparición de entre el 20% y el 30% de los negocios. Concretamente, en la hostelería, como ya ocurriera en agosto, muchos locales han decidido cerrar provisionalmente y, a mayores, adelantado el horario de cierre dos horas. Algunos de los asadores se han tomado vacaciones. «Tuvimos el 90 % de pérdidas, que arrastramos porque no nos hemos recuperado. La gente no tiene la confianza que había antes», dice la presidenta de la asociación de hosteleros, Nuria Leal y coinciden los empresarios.
Pérdidas económicas que también se repiten en el comercio, que cifran entre el 80 y el 90% durante el mes de agosto. Un porcentaje que, según la presidenta del colectivo de comerciantes, Susana de las Heras, se podría repetir ahora, ya que «además de no entrar gente a comprar, está demostrado que con restricciones también los vecinos de la ciudad bajan el consumo y las compras». El mes de agosto se saldó con el cierre de diez locales comerciales, la mayor parte de ellos vinculados al textil.
En el tejido empresarial arandino planea la sensación de «discriminación». El presidente de los constructores, Eduardo López, afirma asimismo que la construcción y la industria aguantan de momento el tirón, «pero no nos hemos salvado, son sectores que tienen una inercia mayor, no los sufrimos de forma tan inmediata, pero no nos hemos librado».
Por otra parte, el sector turístico considera que, con el aislamiento de agosto, la imagen del municipio «quedó muy dañada». «Se puso a Aranda en el mapa por datos negativos y es algo que ha quedado sorprendentemente en la memoria. Nos han puesto un manchón muy grande, como que somos los leprosos de España», señala la presidenta de la Asociación para el Fomento del Turismo, Mercedes Calvo.
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