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Todo aquel que ha pasado por 2º de bachillerato lo recuerda como un año duro, aunque en muchas ocasiones también el mejor curso del instituto. Para quienes lo cursan este año viene cargado de las inertidumbres propias del fin de la secundaria y las que provoca la covid-19. Tras meses de confinamiento, cómo sería la vuelta a las aulas con la EBAU en el horizonte fue la primera de las interrogantes a responder.
«Gracias a cómo lo llevamos el año pasado desde el primer momento en que nos confinaron, que a los tres días ya estábamos con clases online, no nos ha sido tan duro volver al ritmo de las clases, ha sido mejor de lo que esperábamos», cuenta Cristina, alumna de La Salle de 2º de bachillerato.
Segundo de Bachillerato es un curso duro en el que los alumnos cuentan con la presión de saber que al finalizar el año académico deben enfrentarse a la prueba de acceso a la universidad que decidirá su futuro más inmediato. Un posible confinamiento podría suponer para ellos una alteración mayor que para cualquier otro curso.
«Estamos intentando tener el máximo cuidado porque confinarnos ahora nos perjudicaría bastante. Los profesores no podrían estar tan atentos a nosotros como viniendo a clase. Tenemos miedo a que nos confinen aunque sean dos semanas», añade Manuel, compañero de Cristina.
Sin embargo, este posible confinamiento al que tanto miedo tienen ya lo sufrió en sus propias carnes Manuel hace algunas semanas. «Los profesores entienden que cuando vuelves no te pueden exigir lo mismo que a todos los demás y te intentan ayudar en todo lo que necesitas», asegura.
«Te conectas a las clases de manera online con el mismo horario, los mismos descansos, y así no pierdes tantas clases. Tenemos miedo a un confinamiento pero sabemos que no tendríamos problemas para seguir las clases con total normalidad», aclara Cristina.
A pesar de ello, Manuel confiesa que se llevó un «disgusto» cuando supo que debía confinase. «Tenía los exámenes en dos semanas y pensé que no me iba a enterar bien de las cosas. Se hace duro tener que ir a clase normal desde casa, tener que estudiar desde casa sin tener opción a despejarte, pero los profesores están muy pendientes de ti, te ayudan en lo que necesitas», recuerda.
Para quienes continuaron la clase desde el colegio fue como tener a Manuel con ellos. «Tuvo que hacer un 'listening' y lo hizo con completa normalidad. En vez de darle las preguntas en papel se las pasaron online», asegura Cristina.
Pero, aunque esta circunstancia se haya convertido en normal, aunque estuviesen preparados porque en bachillerato las tabletas son el complemento que ya estaba implementado en las aulas para su educación, hay cosas que echan de menos. «Nos han educado para algo y ahora nos dicen cosas totalmente contrarias», comienza Manuel. «En este colegio siempre hemos estado en grupos cooperativos, intentando estar juntos, llevándonos bien y ahora es todo lo contrario y se nota mucho el cambio», continúa. «Ahora tenemos que trabajar mucho por medio de los documentos compartidos, porque no podemos juntarnos de otra manera», añade Cristina.
2º de bachillerato es, además, la despedida de una etapa. El viaje final de curso, la graduación, fechas importantes marcadas en el calendario que la covid-19 ha dejado en suspenso y para las que todos buscan ya alternativas. «El viaje buscaremos algo con el número de personas que se permita para cumplir el protocolo», explica resignada Cristina, en cuanto a la graduación, el año pasado el centro la organizó el día que se terminó la EBAU, un acto al que solo pudieron asistir dos personas por alumno. Un día festivo en el que se reunían familias enteras y hasta antiguos alumnos que quedó reducido a una celebración sencilla e íntima que seguramente se vuelva a repetir.
«Lo que más nos importa, más que el viaje de fin de curso, son las fiestas del colegio», afirma Manuel. «Nos lo pasamos muy bien, nos hemos quedado sin las de 1º y nos quedaremos sin las de 2º y es lo que más pena nos da», remarca.
Pero si algo les preocupa es el acceso a la universidad. «Se mantiene el modelo de la EBAU del año pasado, cosa que nos beneficia, aunque nos preocupa que las nota de corte están más alta que en otros cursos», confiesa Cristina.
De estas preocupaciones sabe bastante Gabriel, profesor de secundaria y bachillerato, que asegura que los alumnos de 2º del año pasado lo llevaron bastante peor porque la incertidumbre de no saber qué iba a ocurrir era mayor. «Los protocolos cambiaban y nadie sabía qué iba a pasar con la prueba de acceso», recuerda. «El resultado final fue más fácil de lo que pensaron en un principio, la opcionalidad fue mayor que en otros años», explica, aunque esto no estuvo exento de problemas para algunos: «Les habíamos orientado durante dos años hacia un modelo de examen que cambió».
Sin embargo, esto trae consigo una segunda parte, los alumnos de este curso se enfrentan a unas notas de corte más altas que otros años. «Los resultados académicos fueron mejores, las notas de corte han subido mucho y eso les está generando mucha ansiedad», afirma.
La ventaja para este curso es que el examen, parece, irá por las mismas líneas marcadas el año pasado, así que el cuerpo docente está orientando a los alumnos en esta dirección.
Pero no son estos los únicos cambios con respecto a otros años. Gabriel afirma que «dar clase este año no es lo mismo», los profesores también sufren los cambios. «No te puedes mover por el aula, no puedes realizar un seguimiento de lo que cada alumno hace», explica. En bachillerato trabajan con tableta a través de diferentes páginas web y plataformas, lo que supone «un acto de fe» en que cada alumno está siguiendo la explicación.
En lo que todos coinciden es en que toda esta situación genera una relación «más fría» con los alumnos. «Las interacciones que tienes con ellos en los cambios de clase, los proyectos que se desarrollan en trabajo grupal que ya no se pueden hacer, el trabajo colaborativo... La sensación es de una frialdad extraña. Hemos vuelto a planteamientos antiguos en los que el profesor desarrolla unos contenidos y los alumnos escuchan».
Gabriel cree que todo esto podrá traer consecuencias, secuelas que poco a poco comenzarán a aflorar en los cursos futuros. El miedo también se ha colado en las aulas, sobre todo al principio de curso, donde el miedo al contagio y al confinamiento estaba latente. «Creo que estamos haciendo las cosas muy bien y esos miedos han disminuido», asegura.
Si los niños de infantil y primaria han demostrado una capacidad enorme de adaptación al medio los de secundaria no han sido menos. Y todo eso a pesar de la adolescencia, de la rebeldía propia de la edad. «La rebeldía sigue existiendo y la manifiesta igual, pero con mascarilla. Nos daba más miedo al inicio, porque los alumnos más disruptivos se podían ver favorecidos por la mascarilla al no ver si ha hecho un gesto o si ha dicho algo, pero no se está viendo una situación diferente a otros años», manifiesta. Eso sí, son más críticos con las normas y necesitan una mayor argumentación de las mismas.
A pesar de que los alumnos de secundaria tienen la capacidad de verbalizar lo que les ocurre no lo hacen. «Es algo que tú percibes, pero no es una dinámica de diálogo que surja en clase», cuenta Gabriel. «Ha habido momentos más críticos, sobre todo en la segunda ola, en la que algún alumno fue confinado, y el miedo que mostraban era por sus mayores. El mayor miedo que ellos tenían a dar positivo no era por ellos sino por no poder ver a sus abuelos o por haber estado con ellos los días de antes, pero si no, han normalizado todo».
Por suerte, la covid-19 no ha afectado en los resultados académicos, aunque aquellos alumnos que necesitan más apoyo sí notan el no sentirse tan acompañados y arropados por sus compañeros. «Cuando no entienden algo de una explicación la explicación de un compañero les ayudaba a entenderlo, y ese trabajo cooperativo no lo estamos pudiendo hacer».
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