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Covadonga Fernández, en su chozo de la majada de los Picos de Europa. X. Cueto

«Nunca he tenido vacaciones en mi vida, hacer queso es trabajar»

Los sin verano ·

Covadonga Fernández, pastora y quesera de Gamonéu (Asturias), es una de las últimas supervivientes de su oficio en las majadas de los Picos de Europa

Gloria Pomarada

Martes, 25 de agosto 2020, 00:06

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Covadonga Fernández Alonso, de 62 años, es pastora y quesera de Gamonéu del Puerto desde la cuna. En las majadas de la vertiente asturiana de los Picos de Europa fue niña, madre de tres hijos y ahora una de las últimas supervivientes de un oficio que no sabe de horarios ni días de descanso.

– ¿Cómo es una jornada de trabajo en el puerto?

– Nos levantamos sobre las seis, tomamos un café en la cabaña, volteamos los quesos que tenemos en el ahumadero y pasamos los que se hicieron el día anterior. Después empieza la tarea de mecer (ordeñar), primero las ovejas, después las cabras y lo último las vacas. Colamos la leche, se deja reposar y se echa a cuajar. Mientras cuaja desayunamos. A las dos horas cortamos, lo dejamos reposando y a continuación se hace el desuerado, amasado y se echa a los moldes.

– Y por la tarde, ¿más?

– Sí, luego ya empezamos el ordeño de la tarde. Se limpia el ahumadero, que se ensucia mucho, a cenar y para la cama.

– ¿El verano es más duro?

– Es duro, sí. Pero ahora que tenemos este problema de los lobos es duro todo el año. No nos podemos separar de los animales ni un día. A diario los hay que recoger y no lo quieren, ovejas y cabras quieren libertad.

– ¿Cuántas bajas han tenido este año por la fauna salvaje?

– Está siendo fatal, nos mataron siete xatos (terneros) y entre ovejas y cabras, unas dieciséis. Hubo uno al que lo rasgaron entero, vino el veterinario y nos dijo que no tenía operación. Lo mirabas y le veías las tripinas moverse, pero va recuperando. Si tienes un sueldo y te quitan doscientos euros al mes una y otra vez, llega el momento en que caes. Eso es lo que está pasando a los ganaderos.

– ¿Ha alterado la pandemia la vida en el puerto?

– No, los animales no entienden de pandemias, tenemos que seguir el mismo ritmo de trabajo.

– ¿Cómo van las ventas?

– Maravillosas. El queso se vende de un año para otro, la gente te encarga porque tiene miedo a quedar sin ello.

«Las cosas que perdí»

– Cuando ve subir a los turistas hacia los Lagos de Covadonga, ¿da un poco de envidia?

– (Risas) ¡Claro que sí! Nosotros no tenemos vacaciones ni un día.

– ¿Nunca ha tenido vacaciones en su vida?

– Nunca. Esto es trabajar, trabajar y trabajar. Estás acostumbrada y eres feliz porque te gusta, pero sí que a veces se echa de menos el descanso.

– ¿Compensa tanto esfuerzo?

– Esto es una ayuda si tienes otra forma de vida, con tres o cuatro meses que haces queso no vive una familia. Lo malo que tenemos ahora es el problema del lobo y el matorral, pero comparado con los años que viví es una balsa de aceite. De cría estábamos en una vega muy alta, cerca de Ario, y comer un caramelo o una galleta, solo si pasaba un turista. De juguetes, ni hablar.

– ¿Hasta cuándo seguirá?

– Mientras que pueda y la salud lo permita. Tengo los huesos desechos y muchos dolores, pero no es una enfermedad para morirse. Te haces mayor y no rindes como antes, hago menos y tardo todo el día.

– ¿Los que vienen detrás seguirán elaborando Gamonéu en el puerto?

– No. Mis dos hijas tienen quesería del Valle y una de ellas estuvo pensándolo. Le dije que no, yo viví siempre fuera de casa, separada de la familia. Cuando eres joven no lo ves, pero ahora pienso en las cosas que perdí con los hijos, con mi marido... No se vive más que una vez y hay que aprovechar un poco la vida.

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