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Así funciona el 'misterioso' radar del peligro que todos tenemos en la cabeza

¿Confías mucho en tu intuición? Pues ten cuidado porque puede fallar

Viernes, 24 de octubre 2025, 19:01

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Tiene el tamaño de una almendra y está alojada en mitad del cerebro. La amígdala es un poderoso radar del peligro y puede estar detrás de muchas de esas sensaciones que llamamos intuición o sexto sentido. La neurocientífica DiegoEmilia Redolar la define como «una estructura subcortical que continuamente está buscando señales de peligro en nuestro entorno».Esta experta de la Universitat Oberta de Catalunya acaba de completar un experimento en laboratorio que ayuda a entender cómo funciona. Spoiler: sí, detectamos el peligro inminente antes incluso de ser conscientes de él.

Vamos con algunos ejemplos. El conocido programa 'BrainGames' de National Geographic hizo un acercamiento a este asunto. Presentaban imágenes que pasaban muy rápidas a los participantes. Libros, comida, zapatos, llaves y otros objetos. «La velocidad es tal que no ves prácticamente nada, pero cuando se introducen, entre esas imágenes y a la misma velocidad, fotos de serpientes y arañas sí te vienen a la vista.

La información visual que llega desde la retina provoca una reacción de alarma en la amígdala. Nos da la sensación incluso de que esas fotos estuvieran paradas más tiempo», explica Redolar. Y añade una primera clave en este asunto: «Estamos biológicamente preparados para detectarlas». Cabe suponer que tener afilada esa capacidad fue una virtud esencial para la supervivencia de nuestros antepasados prehistóricos. En aquel tiempo, unos segundos de anticipación ante un peligro inminente marcaban la diferencia entre la vida y la muerte.

Entramos al laboratorio en busca de casos concretos. «Pusimos a un grupo de participantes a hacer una rutina de memoria. Se les muestran unas fotos de tres rostros que pasan muy rápidas durante once segundos. Cuando acaba la serie, se les pregunta si un rostro en concreto estaba entre los tres anteriores». El experimento gana interés cuando se introducen otras imágenes que pasan a una velocidad mucho mayor, a la que no somos conscientes de ellas. Dicho de forma coloquial: «No podemos verlas». Pues ahí existe una gran diferencia si se trata de estímulos neutros, otros negativos y algunos «muy duros e impactantes, como un bebé quemado o una persona ardiendo». Aunque no los 'vemos', los resultados del trabajo cambian.

«Con los estímulos neutros, la tarea sale igual de bien, pero con los impactantes la tarea se hacía muy mal». Los expertos llegan a hablar en estos casos de «una interferencia» que ralentiza la labor del cerebro. El equipo de Redolar completó esa prueba con estimulación magnética y pudieron probar que esa interferencia negativa se localiza «en la corteza prefrontal ventrolateral, que es la que lleva la información de la amígdala y detiene ese proceso que está en marcha».

Máxima prioridad

Este experimento muestra la prioridad que damos a los asuntos que tocan nuestra amígdala. Seguro que hay asuntos en la vida cotidiana que sirven de ejemplo. Cosas pequeñas, que no forman parte de nuestros pensamientos habituales, pero que nos activan una reacción muy fuerte. Puede ser un reflejo de malas experiencias vividas en el pasado o incluso viejas heridas que no han cicatrizado bien. Lo que percibamos como una amenaza, tenga sentido o no, nos hará saltar.

Y ahí viene una tercera característica de esa poderosa almendra de nuestro cerebro. ¿Has tenido alguna vez, en el preciso instante de conocer a alguien, una fuerte sensación de confianza o de desconfianza? No es instinto ni esas 'vibras' de las que hablan tanto los jóvenes. «La amígdala es la que nos hace percibir esa confianza o desconfianza según los rasgos del rostro. Lo hace en conjunción con otra estructura de la corteza que se llama ínsula», explica la neurocientífica de la UOC. Y, ¿en qué se basa? «En la simetría del rostro, en la forma de la boca y las cejas, entre otros rasgos».

Conviene tener esto claro para no liarla. Que alguien puede sentir confianza ante una persona que tiene la boca similar a su abuelo y que esté frente a un narcisista de esos que abundan últimamente. «No es un dato para confiar en alguien que tenga las cejas arqueadas, o no. No es una buena información. Es algo heredado.Una respuesta automática». Un origen de jaleos monumentales que conviene ahorrarse. Fiarse de los hechos es siempre mejor.

Un último apunte. ¿Nuestra amígdala nos hace evitar peligros que no existen? Pues sí, así es. «Vas por un callejón oscuro y ves algo que se mueve y no sabes qué es, pero saltas. Luego te das cuenta de que es una bolsa de plástico movida por el viento. La información visual llega a la amígdala y, aunque todavía no eres consciente, provoca una reacción. Si hubiera sido una rata o algo peligroso, te habrías anticipado a la amenaza. Posteriormente, cuando detectas que ese peligro no existe, se desactiva la alarma. Es un sistema que funciona muy bien» valora Redolar, que zanja: «Ahí no hay un sexto sentido, sino una información codificada».

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