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Burgos se volcó este sábado con la XVI edición de la Noche Blanca, que ofreció más de 180 actividades culturales repartidas por 66 espacios de la ciudad. Desde las primeras horas de la tarde y hasta bien pasada la medianoche, el centro histórico y sus alrededores se convirtieron en un enorme escenario al aire libre, con propuestas para todos los gustos: conciertos, danza, circo, exposiciones, magia, teatro y proyecciones. El tiempo acompañaba para disfrutar de la cultura a pie de calle.
Uno de los platos fuertes fue el espectáculo itinerante Mo y la cinta roja, de la compañía francesa L'Homme Debout, que cautivó al público con una marioneta gigante que desfiló entre la Catedral y el Museo de la Evolución. El viaje imaginario de un niño que huye de su país en guerra y sueña con un regalo con una cinta roja que se desplegó por la ciudad.
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Tampoco faltó el esperado videomapping sobre el Arco de Santa María, que proyectó imágenes y efectos visuales en bucle hasta las tres de la madrugada. Ambos espectáculos reunieron a cientos de personas en cada pase, pero fueron solo una pequeña muestra de una programación que rozó lo inabarcable.
La Noche Blanca no es apta para quienes sufren de FOMO —ese miedo a perderse algo—, porque mientras uno aplaudía un espectáculo en la plaza de San Juan, otro bailaba a los pies de la Catedral y alguien más se colaba en una exposición en el CAB. Es parte del encanto, y del dilema, de este evento: saber que en cada esquina sucede algo distinto, y que elegir también implica renunciar. Aun así, la sensación general fue de entusiasmo. La gente disfrutó sin prisas, sabiendo que lo importante era estar allí, no verlo todo.
La ciudad respondió, y lo hizo con alegría. Familias, jóvenes, mayores y turistas se mezclaron en una noche que convirtió a Burgos en un hervidero cultural, lleno de vida, luces y conversación. Como ya es tradición, la Noche Blanca volvió a demostrar que cuando la cultura sale a la calle, la ciudad entera se transforma. Y aunque nadie pudo verlo todo, todos se llevaron algo.
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Óscar Bellot | Madrid y Guillermo Villar
José A. González y Leticia Aróstegui (gráficos)
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