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La historiadora del arte Elena Rodriguez
Con mucho arte

Tizona, la espada del Cid que engañó a la historia: leyenda y verdad en el Museo de Burgos

Un repaso a las fuentes históricas y a los análisis científicos revela que la famosa espada atribuida a Rodrigo Díaz de Vivar fue forjada en el siglo XVI, siglos después de su muerte

Domingo, 5 de octubre 2025, 11:20

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Durante siglos, la espada «Tizona» ha sido uno de los objetos más venerados del patrimonio español. Exhibida con orgullo en el Museo de Burgos y atribuida al mismísimo Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, esta arma legendaria ha simbolizado la caballería, la honra y la historia medieval castellana.

Sin embargo, una investigación reciente pone en duda lo que muchos daban por hecho: la espada de Burgos no es la auténtica Tizona, ni jamás estuvo en manos del Cid.

Un mito forjado siglos después

La espada que está en el Museo de Historia de Burgos no es la Tizona y nunca estuvo en manos del Cid. Y, según las fuentes históricas, la afirmación no carece de fundamento.

Rodrigo Díaz de Vivar vivió en el siglo XI, en plena Reconquista, y sirvió tanto a reyes cristianos como a señores musulmanes. De hecho, el título «Cid» procede del término árabe sīd, que significa «señor». Sin embargo, ninguna fuente contemporánea a su vida menciona las espadas Tizona o Colada.

La primera referencia a ambas aparece más de un siglo después, en El Cantar de mio Cid, un poema épico compuesto hacia el año 1200, que mezcla hechos históricos con elementos legendarios. En el texto, la Tizona y la Colada son trofeos de guerra que el Cid gana en combate y que posteriormente entrega como dote a los infantes de Carrión.

Cuatro siglos de silencio

Tras el Cantar, las espadas desaparecen del registro histórico durante casi 400 años. No vuelven a mencionarse hasta 1503, cuando un inventario de bienes de Isabel la Católica cita una espada llamada Tizona. Aun así, la conexión con el Cid es más simbólica que documental.

El siguiente testimonio llega en el siglo XVII, cuando el cronista fray Prudencio de Sandoval afirma que Fernando el Católico regaló la espada al marqués de Falces. Desde entonces, el arma permaneció en poder de esa familia, con una breve desaparición durante la Guerra Civil. En 2007, la Junta de Castilla y León y la Cámara de Comercio de Burgos adquirieron la pieza por 1,6 millones de euros, y hoy se exhibe como una joya del museo burgalés.

Evidencias científicas: una espada del siglo XVI

Los análisis metalúrgicos y el estudio estilístico de la Tizona muestran un claro desajuste temporal. Aunque contiene trazas de acero del siglo XI, la espada fue fabricada en el siglo XVI. Su empuñadura, ornamentación y forma responden a los modelos renacentistas, muy alejados de las armas de guerra de la época del Cid.

Incluso la inscripción en su hoja —que indica el año 1040— no es prueba concluyente: fue grabada siglos después, probablemente como una alusión honorífica. «Yo puedo grabar un plato del siglo XXI con la fecha de 1853; eso no lo convierte en una reliquia», ironiza la autora del vídeo.

La postura del museo

El Museo de Burgos, por su parte, presenta la pieza con cautela. En su ficha oficial no se afirma categóricamente que se trate de la Tizona del Cid, sino que es «una espada tradicionalmente identificada» con ella. Es decir, una reliquia simbólica más que una evidencia histórica.

La otra espada legendaria, la Colada, se conserva en el Museo del Ejército, y su autenticidad es igualmente dudosa.

Entre mito y memoria

Más que una decepción, la desmitificación de la Tizona ofrece una oportunidad de comprensión. La historia del Cid —héroe, mercenario y figura de frontera entre culturas— se ha moldeado durante siglos a través de la literatura y la política. La Tizona, aunque no sea suya, sigue siendo un testimonio material de cómo España ha construido sus leyendas.

Porque, al fin y al cabo, las espadas más poderosas no son las de acero, sino las que forja la memoria colectiva.

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