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El artista Miquel Barceló. efe
Miquel Barceló, la pintura como acto político

Miquel Barceló, la pintura como acto político

«Vivimos tiempos oscuros», dice el pintor, que recurre al pulpo «como metáfora del cambio permanente que refleja el arte»

Viernes, 18 de enero 2019, 20:28

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«Pintar es un acto político, aunque hoy sea un arte residual». Lo asegura Miquel Barceló (Felanitx, Mallorca, 1957), artista universal que ha escogido 'Vida de pulpo' como título de una exposición en la que aborda la tragedia de las pateras en el Mediterráneo. Las obras, que conectan «con lo que vemos en los periódicos», están vinculadas a la naturaleza, la fauna marina y la relación del ser humano con un mar implacable convertido en tumba para miles de seres humanos. «El arte es cambiante, nada permanente, y los pulpos y las nubes son las grandes metáforas de ese cambio constante, de algo que no se fija nunca, como ocurre en el arte», explica Barceló en la sala Elvira González, donde exhibe hasta marzo 29 obras recientes e inéditas: quince lienzos, doce obras sobre papel y dos cerámicas.

Reconoce que «con solo fijar la vista en algo ya se hace política». «De modo que la pintura es política, por más que sea un arte residual, como lo es escribir sonetos», aventura. Cree, con todo, que «elegir la pintura como medio es un acto de resistencia» que, a estas alturas de su carrera, le sirve para contar qué pasa y cómo lo ve en «unos tiempos oscuros». «Estoy preocupado por la indiferencia sobre lo que ocurre, por ese griterío al que ya aludía Unamuno cuando hablaba del pensamiento cojonudo en 1905 o 1906. Si lees a Pla y a Unamuno, ves que ya denunciaban hace más de un siglo lo que pasa ahora casi al pie de la letra», señala.

En una visión entre romántica y desoladora, en sus lienzos más recientes hay pateras atestadas y otras vacías. «En Malí ya había pintado barcas, pero no iban a la muerte, como estas que se supone que cruzan el Mediterráneo», reconoce. Surcan aguas inciertas y oscuras bajo violentas tormentas y negrísimos nubarrones que auguran lo peor y parecen reflejar el terrible momento actual. «Vivimos tiempos oscuros, como casi siempre, aunque en otros momentos había alegría porque había dinero y despreocupación. Hoy hay un pesimismo general que crea más intolerancia y más desconfianza en todas partes y hace emerger un antisemitismo o un racismo que creíamos desaparecidos», diagnostica.

Intolerancia

La palabra nacionalismo le produce urticaria. «Me dan ganas de salir corriendo», dice. «Hay una especie de intolerancia y de uso abusivo de la ley que alimenta y genera más intolerancia en todos y que es algo generalizado, aunque es demasiado fácil definir a lo que está pasando como nacionalismo, hay que mirarlo de una forma más amplia», apunta Barceló. Cree, con todo, que el arte «hace preguntas antes que dar respuestas».

Un enorme pulpo multicolor de dos metros es la pieza más llamativa de una muestra «con muchas lecturas posibles» y en la que el cefalópodo es un poderoso símbolo. «Cacé y comí muchos pulpos, pero ahora ni los mato ni los como, aunque como de todo, vivo, vegetal, crudo o cocinado. Los estudio como metáfora de ese cambio constante», insiste. «Son muy inteligentes, fascinantes. Pueden ser cualquier cosa, alimentarse de sus tentáculos y fabricar en su refugio una plataforma para atraer presas que parece la terraza de una casa de Valencia», dice risueño.

El artista, que abomina del nacionalismo, aborda la tragedia de las pateras en sus obras más recientes

Más de cuatro décadas de carrera no le procuran demasiada seguridad. «Nunca estoy seguro de lo que hago y después de tantos años, la inseguridad es cada mañana la misma que sentía cuando era adolescente». «La verdad es que no sé si se aprende algo», dice. Con una cotización estratosférica, «ni me preocupo ni me ocupo de mercado». «Se que se un suerte pero es algo que, de veras, jamás me ha preocupado», dice al presentar su segunda muestra individual en la misma galería comercial en la que presenta también algunas ilustraciones para el 'Fausto' de Goethe, para algún cuento clásico y algún autorretrato. Este año le esperan cuatro exposiciones en Japón, otras dos en Italia y en Bélgica, y una gran muestra en el Museo Picasso de Málaga el próximo otoño.

Instalado entre París y Mallorca, consagrado como uno de los artistas españoles más valorados en todo el mundo, no pisa su estudio de Malí desde hace un lustro, aunque sus viajes a África Occidental aún alimentan su imaginario de figuras y mitos. Su primera muestra individual fue en 1974 en la Galería Picarol de Mallorca. Comenzó a estudiar Bellas Artes en Barcelona en 1975, pero abandonó para ir por libre. Irrumpió en la escena internacional en la Bienal de São Paulo de 1981 y en la Documenta VII de Kassel en 1982 para afianzarse pronto como el modelo de artista que liga su obras con la gran tradición de la pintura occidental desde el Barroco.

Ha realizado intervenciones icónicas, como el recubrimiento cerámico en la Capilla de Sant Pere de la Catedral de Mallorca o la cúpula de la sala XX del Palacio de las Naciones Unidas en Ginebra. Tiene reconocimientos como el Premio Nacional de Artes Plásticas en 1986 o el Premio Príncipe de Asturias en 2003. Ha expuesto en museos como el Louvre, el Pompidou, el de Artes Decorativas y el Jeu de Paume de París, la Galería Nacional de Arte Moderno de Roma, el Reina Sofía de Madrid, el de Arte Contemporáneo de Barcelona o el CAPC de Burdeos.

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